COLUMNISTAS
el campo Vs. el gobierno

Los libros de la memoria

Hubo un tiempo en el que Martín Lousteau y el campo se llevaron mejor, mucho mejor. Testimonio de esa realidad es un artículo que hoy sería impensable, que escribió nuestro colega José Crettaz en el diario La Nación por noviembre del año pasado.

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Hubo un tiempo en el que Martín Lousteau y el campo se llevaron mejor, mucho mejor.  Testimonio de esa realidad es un artículo que hoy sería impensable, que escribió nuestro colega José Crettaz en el diario La Nación por noviembre del año pasado.
Allí se leían cosas como éstas:

“Aunque algunos dirigentes traten de disimularlo, la designación de Martín Lousteau como ministro de Economía cayó bien en el sector agropecuario. A diferencia de Felisa Miceli o Miguel Peyrano, claramente identificados con una parte de la economía nacional –la industria–, este joven economista supo cultivar la  relación con el campo desde cada uno de los cargos que ocupó en la función pública, primero desde el Ministerio de la Producción bonaerense y, últimamente, como presidente del Banco Provincia (BAPRO), una entidad financiera clave para el negocio agrícola en la pampa húmeda.”

Pero, para que no queden dudas, en 2005 dejó bien en claro su posición respecto de uno de los temas más sensibles para el sector. “Estoy a favor de las retenciones, aunque creo que no deben mantenerse para siempre. El mismo sector que afirma que las retenciones generan una mala asignación de recursos por parte del Estado no dice que con este impuesto se puede mantener el tipo de cambio alto, que lo beneficia”, dijo a La Nación.
“Sin embargo, sería injusto resumir en esa frase su pensamiento sobre el agro: Si queremos incrementar la producción, lo que tenemos que hacer es darle herramientas al pequeño y mediano productor. Esa es la manera de aumentar la producción en la ganadería, en la industria y los servicios”, dijo a mediados del año pasado.

“En el banco nos recibió y designó a un miembro del directorio como nexo con él. Y no ha tenido un mal desempeño, demostró tener capacidad”, dijo Pedro Apaolaza, presidente de Confederaciones de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (CABAP).

“Por un  lado, es un técnico que indiscutiblemente no va a tomar decisiones políticas. Pero, por otro lado, en el BAPRO recibió bien a las entidades y tuvo buen diálogo con ellas. Eso significa que, por lo menos, diálogo va a haber y eso significa que habrá mayor previsibilidad”, analizó Néstor Roulet, vicepresidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA).

“Eduardo Buzzi, presidente de la Federación Agraria Argentina, coincidió en que el hombre tiene ‘buen currículum como técnico y viene con una experiencia exitosa en el banco, pero dejó abierta la expectativa para saber si será él quien designe al secretario (se refiere al secretario de Agricultura) o si lo hará directamente el Poder Ejecutivo.”

Luciano Miguens, presidente de la Sociedad Rural Argentina, destacó “su formación académica muy sólida, la trayectoria profesional muy importante, el perfil internacional, estudió y trabajó afuera y eso le da una serie de herramientas muy interesantes para buscar soluciones a los complejos problemas económicos  que va a tener que enfrentar”. Para la SRA, es muy relevante que el funcionario se haya formado en instituciones académicas como la Universidad de San Andrés –donde integraba el grupo de los “más keynesianos”, según recuerda uno de sus compañeros– y la London School of Economics, de Inglaterra. Esta última fundada por Karl Popper considerado uno de los padres del liberalismo económico.       

¡Cuán poca agua ha corrido bajo el puente y cuán diferente de ese pasado cercano lleno de expectativas positivas es la realidad de hoy día!
En este contexto, se hace imprescindible volver a las fuentes y hacer un repaso de uno de los libros escritos por el ministro Lousteau en coautoría con Javier González Fraga. Se trata de Sin atajos –como ya dije alguna vez, un “ladrillo” de aquellos– que, sin la más mínima posibilidad de ser un best seller, ha sido motivo de más de una consulta en estos días.

Dice allí Lousteau, entre otras cosas:

“En lugar de reaccionar intempestivamente, el combate contra la inflación requiere un diagnóstico y un rumbo claros. Despotricar e intentar imponer por la fuerza, lo que a la larga resulta inconsistente con la realidad, no resulta una buena política y crea una especie de psicosis colectiva, injustificada en vista de las condiciones macroeconómicas imperantes. En lugar de ello, sería mejor que el Gobierno hiciera pública su lectura de la situación el corto, mediano y largo plazo y que comunicase las medidas a tomar para cumplir con sus objetivos. Así podrá comunicar que la suba de precios es lógica después de una crisis estructural como la vivida y dado el ritmo de crecimiento actual”.

Sobre las retenciones a las exportaciones agropecuarias, se lee textualmente:

“Reducir gradualmente las alícuotas del IVA al 18%, débitos y créditos bancarios (hasta su eliminación) y retenciones a las exportaciones (8% para los productos primarios y 0% para las manufacturas).”   

La realidad es que hoy el conflicto está trabado y sin una salida clara. Dentro del Gobierno hay quienes en voz baja –lo más baja posible– reconocen que la medida de la suba de las retenciones a las exportaciones de soja y girasol ha sido mal implementada. Esas voces reconocen que se debió haber hecho una diferenciación entre los pooles de siembra y los productores medianos y pequeños.                             
El tema, a esta altura del partido, es como salir de este atolladero. Es que este conflicto ya ha ganado una dimensión política que complica las cosas aún más.
El matrimonio presidencial ya ha dicho que no se va a mover un centímetro de donde se está. El significado liso y llano de esto es que “las retenciones no se tocan”.
Los contactos desde las segundas líneas están pero el Niágara de declaraciones explosivas entre unos y otros impiden cualquier avance.
Hay algo que en el Gobierno no terminan de comprender y es que las bases han sobrepasado a sus dirigencias.  

Los ejemplos de esta realidad son numerosos en estas horas. Tomemos, como muestra, uno que no tuvo mucha repercusión y que ocurrió en un encuentro entre el obispo de Gualeguaychú, monseñor Jorge Lozano, y un grupo de pequeños y medianos productores rurales de la zona. Allí se escucharon cosas como éstas:
“Esta medida colmó emocional y económicamente nuestra paciencia.”
“Somos gente trabajadora que vivimos en el campo. Trabajamos 16 horas por día. No tenemos 4x4.”
“Desde que se instalaron las retenciones al 35% venimos pidiendo audiencias  tanto con el ex presidente Néstor Kirchner como con la Presidenta. Nunca hemos sido atendidos. Por eso nos molesta cuando nos acusan de mostrar falta de voluntad de diálogo.”
“Nunca dejamos de pagar.”

Así las cosas, el panorama aparece complicado por donde se lo mire. La sombra del desabastecimiento comienza a merodear en el horizonte. Y es un desabastecimiento que no sólo comprende a los alimentos sino también a los combustibles.
Los consumidores comienzan a preocuparse.
El Gobierno ha advertido que de seguirse con la medida de fuerza aplicará la Ley 20.680, conocida como ley de de abastecimiento.
Esta norma, que fue sancionada el 24 de junio de 1974 y que fue reflotada durante su gestión por el ex presidente en funciones Néstor Kirchner, dispone entre otras cosas de su  extenso articulado, lo siguiente:

“Prohibir o restringir la exportación cuando lo requieran las necesidades del país. (Art.2 inciso f).” 

“En caso de necesidad imperiosa de asegurar el abastecimiento y/o prestación de servicios, intervenir temporariamente, para su uso, explotaciones agropecuarias, forestales, mineras, pesqueras; establecimientos industriales, comerciales, y empresas de transporte; y disponer temporariamente para su uso, elementos indispensables para el cumplimiento del proceso de producción, comercialización o distribución  y medios de transporte, consignando con posterioridad su valor de uso y/o sus costos operativos. (Art.2 inciso g)”.
Prisión de hasta 90 días que, en casos especiales, puede llegar hasta los 4 años.

Visto lo que se está viviendo hoy en día, cabe preguntarse si esto aportaría alguna solución al conflicto. 
Lo cierto es que cada declaración de los funcionarios del Gobierno genera aún más encono en la gente y  hace que más y más personas se dispongan a participar de los cortes de ruta. Aquí se ha producido otra paradoja que no puede dejar de ser mencionada. Veamos:

El Gobierno, que ha estimulado y convalidado los cortes de ruta –medida claramente ilegal– cuando han respondido a sus intereses y conveniencias, se encuentra ahora bebiendo de su propia medicina y criticando la metodología de los cortes. Y, para ser ecuánimes y completar la paradoja en cuestión, hay que decir también que, muchos de los que hoy están en los cortes, supieron ser muy críticos de tales cortes.

Estos son los momentos y las circunstancias en donde hacen falta cabezas frías tanto en el Gobierno como en las dirigencias rurales. La situación se ha salido de madre y tiene la potencialidad de generar hechos de violencia social de consecuencias impensadas. 
 
El Gobierno debería darse cuenta de que con las medidas que viene impulsando ha favorecido fuertemente los fenómenos de concentración de la actividad agrícola que dice combatir. De hacerlo, podría seguramente comenzar a transitar un camino que permitiese destrabar este conflicto. Sería, además, un acto de sabiduría la que, dicho sea de paso, no abunda ni en el Gobierno ni en buena parte de la oposición.

Producción periodística: Guido
Baistrocchi.