COLUMNISTAS
opinion

Los maestros y la subjetividad de época

El mismo mensaje puede producir adhesión o rechazo en contextos diferentes.

1194-Fontevecchia
CARPA BLANCA EN 1997 Y ESCUELA ITINERANTE EN 2017. Ambas protestas del gremio docente, instaladas frente al Congreso para visibilizar cada conflicto. | Telam

“¿Por qué tanta gente está en contra de nosotros si hace unos años la gran mayoría nos apoyaba cuando hacíamos huelga?”, se preguntan los gremialistas docentes. La “escuela itinerante” que después del desalojo pudieron instalar frente al Congreso, rememorando la Carpa Blanca de la época de Menem, busca recuperar el prestigio perdido llegando a la opinión pública con la empatía que no pudieron conseguir con los paros.
 
Pero quizá vuelvan a repetir idéntico error comunicacional de no tener en cuenta la subjetividad de época: el mismo mensaje puede producir adhesión o rechazo en contextos diferentes. Porque el éxito de aquella Carpa Blanca se generó frente a un Menem totalmente desgastado al final de su estirado segundo mandato, en 1997, ocho años después de haber asumido, en 1989. Aquella Carpa Blanca no habría generado el mismo efecto si se hubiera instalado al año y medio de asumir, como ahora lleva Macri, equivalente en la época de Menem a 1991, cuando Neustadt era el principal constructor de sentido de los medios, con los canales de televisión recién privatizados y sus nuevos dueños deudores de Menem.

La idea de asociar a Macri con Menem puede no tener el mismo efecto en 2017 que en 2009

Si ahora Cristina Kirchner se queja diciendo que el gobierno de Macri es una dictadura de los medios por el apoyo que recibe de gran parte de ellos, en 1991 era mucho peor porque sólo el diario Página/12 y la revista Noticias eran críticos de Menem. Ningún medio audiovisual (que eran muchos menos) criticaba al gobierno, a tal punto que en mayo de 1991, tras un almuerzo entre Menem y los accionistas de Clarín, se levantó el programa que conducía Liliana López Foresi en Canal 13 porque ella era “agresiva” con el presidente.

Hoy, hasta el rostro de Baradel asociado a Barrabás por sus críticos es interpretado de manera diferente a cuatro años atrás, verificando las enseñanzas de Eliseo Verón sobre la semiosis infinita, porque un significante va adquiriendo distintos significados.

En 1989, quienes un año después serían los dueños de Canal 13 y Telefe –Clarín y Editorial Atlántida– venían de una larga pelea con Alfonsín, quien no había promulgado una nueva Ley de Medios restrictiva pero se había sentado sobre los canales y las radios manteniéndolos estatales, impidiendo a los grandes diarios y editoriales de revistas de entonces acceder a los medios audiovisuales. Menem gozó del antialfonsinismo de los medios de la misma forma en que Macri goza ahora del antikirchnerismo de la mayoría de los medios actuales, a los que Cristina Kirchner atacó con virulencia y hoy se cobran revancha y se cubren en salud.

¿Son los medios todopoderosos –como acusa Cristina–, y capaces de programar los cerebros de la sociedad para convencerlos casi de cualquier cosa, al punto de hacer inaudibles determinados discursos para la mayoría? La respuesta es “no”. Los medios solos no construyen la subjetividad de época, construyen y son construidos, hablan y son hablados por la audiencia, en un proceso de interdependencia en el que se retroalimentan continuamente.

La subjetividad de época, que hace que un discurso sea registrado y otro ignorado, tampoco se fabrica de un día para el otro: es un proceso en el que antes de instalarse una nueva subjetividad tuvo que haber una lucha de paradigmas. Se podría sostener que en Argentina la subjetividad que acompañó a Alfonsín duró entre 1983 y 1987. Que luego hubo algunos años de batalla de paradigmas para instalarse la subjetividad menemista, que logró su apogeo entre 1991 y 1996. Nuevamente hubo otra lucha de paradigmas hasta que el kirchnerismo interpretó y potenció la que rigió con más fuerza entre 2003 y 2009. Después, otra lucha de paradigmas, hasta que la subjetividad macrista pareciera poder instalarse y, de lograrlo, habrá un nuevo ciclo hasta que se agote o aburra.

El paradigma pleno de Alfonsín duró 4 años; el de Menem y Kirchner, 6. ¿Cuánto durará el de Macri?

Entre las causas del estancamiento argentino se encuentra que ninguna subjetividad de época haya logrado ser durable y, ante cada fracaso, haya sucedido un cambio brusco. Se oscilará menos extremamente cuando una época no sea sólo un puñado de años. También el periodismo mejorará al dejar de producir y seguir la histeria social. En un contexto así, los maestros no pasarán de víctimas de los gobiernos a victimarios de la educación, ni las pruebas PISA del termómetro que refleja nuestra decadencia educativa a un instrumento para desprestigiar la calidad educativa de ciertos países, como algunos sostienen.