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Los otros defaults, de puertas adentro

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Hace una semana se discutía sobre la semántica de la palabra “default”. La discusión giraba en torno a sus condiciones de aplicabilidad y al significado de expresiones como “default selectivo”. Tales ejercicios conducen a pensar variantes del término “default” tendientes a aportar significados a la comprensión de la actualidad política. Aquí se presentan algunas posibilidades.
El default de la seguridad: una cronología de los hechos de inseguridad ocurridos este año revela una alternancia del tipo de delito sobre un mismo fondo común. Así, saqueos, linchamientos, narcocrímenes y secuestros exprés, representan la geografía de una Argentina violenta donde, más allá de reacciones espasmódicas y grandilocuentes, el Estado continúa en default desde hace tiempo.
El default de la estabilidad: si el default alude a la dificultad de hacer frente a las deudas en tiempo y forma, la inflación no es sino la prueba tangible de una dificultad análoga, pero relativa al gasto público. Aunque quizás haya una sutil diferencia: mientras que el default es algo que se produce en un momento preciso, la inflación lo hace de modo continuo.
El default de la pobreza: más allá de esfuerzos reales y de despliegues retóricos, lo cierto es que la tasa de pobreza continúa aumentando. El paralelismo con la deuda vuelve a resultar palmario: en 2001 deuda y pobreza alcanzaron niveles alarmantes; luego se produjo el momento virtuoso de reversión de ambos indicadores; pero al cabo de años de esfuerzos todo parece encaminarse al momento de origen. No resulta casual que “default” también se utilice para aludir a una situación predeterminada o, más precisamente, a la reversión de cambios tendiente a regresar a una condición inicial que parece determinante.
El vicepresidente en default: Amado Boudou acaba de ser procesado en una nueva causa. Si el default es una suerte de jaque a la credibilidad financiera de un país, el doble procesamiento del vice representa lo mismo para un gobierno que insiste en jugar al distraído.
El default de las expectativas ciudadanas: luego del Mundial las campañas electorales ya están lanzadas. Pero concomitantemente comienza a enquistarse ese recurrente sentimiento de apatía y desánimo tan propio de los argentinos. Candidatos que no terminan de entusiasmar plenamente, propuestas ausentes o que no terminan de decirse, desconfianzas fundadas o infundadas, etc., terminan bosquejando una especie de darwinismo inverso donde en lugar de centrarse en quién es el candidato que más entusiasma, se termina pensando cuál será el más inocuo. Ya no el candidato de los sueños, sino el candidato por default.
El lector juzgará si las anteriores variantes del default son meros ejercicios lingüísticos o auténticas realidades en las que el Estado no debería resultar insolvente.

*Director de González Valladares Consultores.