COLUMNISTAS
REPORTAJE a Gabriela Michetti

“Los poderosos se aprovechan de los talleres clandestinos”

La senadora derrotada en las PASO del oficialismo porteño analiza la elección. La tristeza de no ganar y la alegría de haber impulsado que el PRO se “reciba de partido político”. Asegura que no había grandes diferencias con Horacio Rodríguez Larreta pero vuelve a advertir su preocupación por el avance del juego en la Ciudad de Buenos Aires.

Virtud. “Yo me doy cuenta de que tengo un don de convocatoria. De comunicación. Lo que más me dice la gente es que le genero confianza. Como hay necesidad de creer en la dirigencia, hay mucha gente qu
| Marcelo F. Aballay
Y como siempre ocurre en este mundo, llegó “el día después”. Un momento especial para reflexionar y pensar con sus protagonistas.
Café de por medio y acompañada por su jefa de Prensa, Paula Schuster, la senadora Gabriela Michetti vuelca en palabras su pensamiento contestando nuestras preguntas a pocas horas de las PASO porteñas.

—… Bueno, “el día después” es también la alegría y la tranquilidad de haber cumplido con una tarea bien hecha, y ese sentimiento que nos acompaña cuando cumplimos con una tarea en forma satisfactoria equivale a “misión cumplida”, “tarea bien realizada”, etc. Cuando éramos chicos y aprendíamos bien la lección, nos sacábamos una buena nota. Así es que en este punto tenemos una enorme serenidad y yo, internamente, una gran paz de espíritu, en primer término por haber cumplido con lo que me señalaban mis convicciones y, tal como dije el domingo, el camino más fácil era el de aceptarle a Mauricio ser candidata a vicepresidenta. Era un camino sin roces ni tensiones. Ningún conflicto. Este camino, que yo elegí, si se quiere, es más complejo por el solo hecho de tener que estar en tensión con una parte de los propios compañeros del PRO y, sobre todo, con Mauricio.
—¿Te referís a tu planteo político?
—Claro: ser candidata a jefa de Gobierno y no a vicepresidenta de la Nación. Aceptarle a Mauricio ser candidata a vicepresidenta era maravilloso, cómodo, confortable, no generaba tensiones… En una palabra, el camino más fácil. Pero mi convicción interna me decía, en primer término por el gran amor que le tengo a Buenos Aires, por el trabajo que vengo haciendo desde hace 12 años en esta ciudad, que lo que me interesaba era dar y poner lo mío aquí. Es decir, competir por esa posible jefatura de gobierno. Te explico: y esto no es por una apetencia de poder (que no es una de las cosas que me interesan realmente) sino porque es un lugar en el que uno se siente más útil. Durante seis meses estuve pensándolo y luego de un camino complejo, muy profundo, al tomar finalmente la decisión escuché a uno de mis directores espirituales. “Te imaginás levantándote por la mañana –me dijo– y teniendo que ir al Senado en calidad de vicepresidenta? Cuál sería tu tarea? En cambio, si al levantarte vas a la Jefatura de Gobierno, ahí vas a darte cuenta de lo que realmente sentís y de lo que tenés que hacer porque es donde más alegría y más ganas te surgen para aportar…”. !Era obvio que yo tenía toda la vocación para ser candidata en la Ciudad! Entonces, como te decía, “el día después” es la tarea, la misión cumplida por haber seguido una convicción, por haber hecho lo que yo creía era lo correcto (y lo que varios también creímos que era lo correcto). A mi lado tuve personas maravillosas, excepcionales (a quienes después de conocer mejor en estos últimos meses me parecen aún más excepcionales) con las que hicimos una campaña ¡que acaba de ser presentada para ser un caso de estudio en Harvard!
—¿Exactamente por qué?
—Porque, con un liderazgo constructivo y positivo y con personas que nunca habían trabajado juntas, ¡en sesenta días se logró, se hizo, una campaña modelo! Una campaña de una altura profesional y técnica que asombró a todos. Tuvimos 8.300 fiscales capacitados y organizados en sesenta días con todos sus papeles… En fin, una cosa impresionante.
—Vos pudiste reunir a esa gente porque formaron un verdadero equipo, ¿no?
—Exactamente. ¡Y ese equipo se conformó con una mística y una lógica llena de cariño hacia su “camiseta”! Un buen recuerdo (ríe Gabriela) porque en la calle te decían: “… cuando te encontrás con uno de los militantes de Gabriela, ¡es tal la pasión, la fuerza y la convicción con que vivían su voto que resultaba imposible intentar cambiárselo!”. Bueno, creo que esto es lo que generamos…
—¿Se tiene noción de la mística que podemos generar? Por ejemplo, en tu caso…
—Yo me doy cuenta de que tengo un don de convocatoria. De comunicación. Lo que más me dice la gente es que le genero confianza. Entonces, como hay tanta necesidad de creer en los dirigentes, obviamente hay mucha gente que valora mucho esto. Ahora, como equipo logramos potenciar todo eso. Una cosa es alguien “solito” con los dones que Dios le haya dado y otra, la formación que se tiene, haber estudiado etc., cosa que permite transmitirlos. Pero ahora ya no es esa cosa personal ¡sino que se trata de un equipo! Un equipo de gente que tiene muchos “dones”, muchos talentos y que, reunidos, hemos podido lograr esa mística de la que hablábamos recién. Entonces, para nosotros “el día después” es la tarea cumplida, la paz del espíritu que tanto reconforta. ¡Por supuesto que uno no puede, como ser humano, dejar de tener la tristeza al no haber ganado! Esta ha sido una competencia y uno quiere ganar porque tiene vocación y no otro interés. Cuando se tiene el deseo y las ganas de hacer tantas cosas como nos habíamos planteado… bueno, incluso teníamos proyectos que habíamos desarrollado con el ministro Chaín, más allá aun de lo que el PRO tiene planificado como equipo. Habíamos sumado proyectos por comunas, tareas adicionales…Bueno, repito, por supuesto que está la tristeza de no ganar. Nadie va a negar eso. Sería necio.
—¿Quizá se podría comparar con una familia en la que, de pronto, hay divergencias pero que no significan falta de afecto?
—Absolutamente. Lo que yo siempre le decía a Mauricio es que, si hacíamos una interna en el PRO, si lográbamos que las PASO también atravesaran nuestro partido, en primer término iba a haber una tracción brutal de la ciudadanía sobre nuestras PASO que, obviamente, generaba tensión. Había un matiz, pero no una diferencia abismal entre lo que planteaba Horacio y lo que planteaba yo. Pero había un matiz importante en la forma de liderar. O sea que se elegían dos tipos de liderazgos. Entonces, me parece que eso, en primer término, ya era un valor enorme y el segundo valor era recibirse de partido político. Nosotros somos un partido político que tiene doce años. Nada más. Sin embargo, ya podemos decir que atravesamos una competencia interna con una altura muy importante y que, luego de esa competencia interna, en vez de salir heridos, lastimados, divididos etc. salimos fortalecidos. ¿Por qué? Pues porque dejamos que la ciudadanía (como ya lo dije el domingo en mi discurso) ponga luz, o sea ilumine, nuestro propio partido eligiendo al posible sucesor de Mauricio. Ahora hay que ir a la elección general pero, siempre, al posible sucesor de Mauricio. Entonces, me parece que eso es espectacular porque demuestra, también que, a pesar de las divergencias, uno puede construir riqueza sobre la divergencia. La diferencia no tiene por qué ser conflicto que hiera y enfrente. Que divida. La divergencia puede ser (si está bien manejada y bien liderada) riqueza…
—¿Es decir, la diferencia con “la grieta” famosa?
—Exactamente. Por eso es tan importante que nosotros podamos decirle a la ciudadanía que, si bien tenemos nuestros matices (y que esos matices continúan), esos matices no terminan después de la elección. Continúan. Y hay un grupo de personas, dentro del propio PRO, que hoy nos hemos fortalecido más como equipo, que nos conocemos mejor. Un grupo que ha trabajado, como te decía, durante sesenta días con una mística muy fuerte y ha logrado una campaña espectacular. Es un equipo que va a seguir teniendo esos matices dentro del PRO pero que, justamente, va a intentar que esos matices siempre sean un aporte, una contribución y no, en cambio, división o enfrentamiento o bajada de poder, que es lo que estamos acostumbrados a ver. En este caso, lo que nos hemos planteado es que todo este capital que la gente nos ha dado, toda esta confianza que la gente, repito, nos ha dado, es una fuerza moral notable…
—La gente ha registrado un fuerte impacto al escuchar la forma en que vos te has referido al delicado tema del juego…
—Para mí, ese tema es enorme porque no se trata sólo del juego que, de por sí, está muy desbarrancado y nos informa de datos desastrosos a nivel social. Se trata de familias desarmadas, tasas de suicidio que superan las habituales en la población en 20%... Se trata de gente que se desespera y que, como es buena gente y no quiere quedar mal frente a su familia por deudas en dinero, termina quitándose la vida. Cosas espantosas. Y luego, también, obviamente hay personas que creen que se van a salvar gracias a una maquinita tragamonedas y terminan liquidando, en medio día, ¡un sueldo de siete mil pesos! Pero el problema del juego no es sólo eso: el juego, en muchos casos, está absolutamente implicado e integrado con la droga, con el narcotráfico, con los políticos corruptos que se hacen bancar por esos intereses. Por eso, el problema del juego es un problema que tiene mucha oscuridad detrás y es un tema que debemos poner sobre la mesa (como el narcotráfico, la trata o la corrupción) si queremos una Argentina diferente. Son temas que tenemos que nombrar para preguntarnos: ¿qué vamos a hacer con ellos? ¿Cómo vamos a atacar esto? No hay ninguna posibilidad de cambio de fondo para el país si esos temas no son tratados por la política… Es decir, mientras vos tengas intereses tan poderosos que son paralelos a los del Estado (como ocurrió en Colombia o en cualquier país con el narcotráfico), y crecen y crecen, después se genera un Estado paralelo. Y hoy, en la Ciudad de Buenos Aires (y lo sabemos perfectamente porque trabajamos en los temas de organización de villas), ¡hay chicos adolescentes y jóvenes a los cuales los narcotraficantes les ofrecen 600 pesos por día si trabajan para ellos! Entonces, imaginate, un chico que está en el secundario, que todavía no lo ha terminado, al cual un tipo le ofrece 600 pesos para que venda esto o lo otro y, al mismo tiempo, le brinda una especie de protección que los chicos no encuentran en sus familias por una serie de problemas…¡Imaginate! ¡Pensemos en lo que esto significa para un Estado que tiene que competir contra una situación semejante! Y esto recién empieza pero, si lo dejamos seguir avanzando, se vuelve algo dramático…
—Bueno, es lo que dice la Iglesia a través de los obispos. También, cuando el papa Francisco usa la palabra “mexicanización”, tiene una resonancia internacional…
—Justamente. Nos está hablando del problema enorme que se presenta cuando no se ataca en el momento en el que que ya está a la vista! Con Mauricio, al hablar seriamente de todos los problemas que tiene Argentina con el narco, la falta de controles en las fronteras, etc., señalábamos la necesidad de generar un sistema (que nosotros llamamos Sistema Nacional de Lucha contra el Crimen Organizado y que incluye el narcotráfico, la trata, etc.), porque allí se necesita un presidente, gobernadores y todo un sistema de fuerzas de seguridad que trabajen en conjunto en metas de corto, mediano y largo plazo, en contacto con la región (porque éstos son temas regionales). ¡No es un tema para improvisar! Si seguimos dejando que todo esto siga como si no pasara nada, vamos a tener, dentro de pocos años, un drama importante y vamos a lamentarnos amargamente por no haber hecho nada! Entonces, insisto: ¡todos estos temas hacen que la Argentina necesite urgentemente que los políticos los pongamos sobre la mesa! Sin alarmar a la población, claro. Diciéndoles a los ciudadanos: “Señores, nosotros vamos a tener un plan y vamos a desarrollar una acción positiva y constructiva sobre estos temas”. Por eso, a mí me interesa siempre hablar con franqueza porque una de las tareas más importantes que tienen los gobernantes, las autoridades, es la pacificación. La contención. Guiar a su pueblo con la mayor luz posible. No se pueden esconder las cosas feas que pasan. Cuando se las esconde, la gente comienza a desconfiar…
—Bueno, recordemos lo que acaba de ocurrir con los chiquitos bolivianos que murieron en el incendio de un taller clandestino…
—En nuestra sociedad, tenemos dolores muy profundos y que, todos los días (si uno entró a la política por vocación de servicio), se registran en cada provincia, cada pueblo o cada ciudad de la Argentina. Como cifra redonda se podría decir que hay 30% de la población que, realmente, no la pasa bien, tiene serias dificultades para salir adelante, que no avizora oportunidades para sus hijos (y menos para sus nietos) y ésta es la primera tarea de una agenda política en la Argentina. Hoy la pobreza no es lo mismo que yo conocí en los años 80, cuando iba a cumplir tareas sociales en las villas. No es lo mismo, reitero. Hoy la pobreza está atravesada por aristas mucho más complejas como las que mencionamos (narcotráfico, trata de personas, el juego, etc.). Antes se trataba de una persona a la que le faltaban recursos para poder alimentarse y cumplir con necesidades básicas. Hoy, la pobreza está mezclada y entrecruzada por un montón de dramas provocados por los poderosos que aprovechan la situación de vulnerabilidad de muchas personas. Por ejemplo, los talleres clandestinos con situaciones de esclavitud; los chicos que mencionábamos y para los cuales 600 pesos reemplazan un futuro mejor, etc. Entonces, hoy no se puede hacer la vista gorda y razonar que “bueno… el 30% de la población está en situación de pobreza”. No. Ese es el tema y yo creo que en esto el papa Francisco ha sido clarísimo siempre: “El poder es servicio”, porque si no se entiende como servicio, termina siendo más perjudicial que los errores que se deberían corregir… A medida que el tiempo pasa, los problemas se hacen más grandes y cuando se esconden la gente tiene cada vez menos confianza en la cosa pública, en las instituciones, y entonces se aleja de lo que debe ser la vocación ciudadana.
—Más allá, entonces, de las internas, creo que lo que vos planteás con insistencia es que ustedes son un grupo, un equipo, ¿no?
—A ver… siempre que uno debate (con quien sea pero con amor y buena disposición y escuchando), siempre se crece. Siempre. Aunque sea con dolor. Por lo general, el crecimiento viene con dolor. Pero, reitero, se crece. Y cuando no hay discusión ni debate, o se tapa la verdad sin pensar en matices y alternativas diferentes, es difícil crecer. Yo siempre digo que Mauricio es un dirigente que ha demostrado que es capaz de formar un grupo y un equipo y un partido con diferencias (de trayectoria, de pensamiento, etc.). Sin embargo, con personas muy diferentes ha logrado que el conjunto tenga una visión común y enriquecida para ofrecérsela a la ciudadanía. Si seguimos manteniendo esa lógica de apertura, de divergencias o de matices, yo estoy segura de que vamos a tener una posibilidad de gobierno todavía mejor que la que tenemos hoy.
—¿Cuál sería entonces la definición del poder?
—Una de las cosas más trascendentes del siglo XXI, en la Argentina, es si logramos que el poder se pueda visualizar como un instrumento y como un medio. Cuando Francisco dice que “el poder es servicio”, está diciendo eso: el poder, por el poder mismo, corrompe, domina, lastima y evita el crecimiento de una sociedad. Esto es lo que debemos rechazar como argentinos. Estamos cansados de que se use el poder como un fin en sí mismo. Cuando alguien llega a un cargo público con la posibilidad de utilizar los recursos necesarios, debe pensar que su último fin es llevarles bienestar a los ciudadanos que más lo necesitan. Y en este orden de ideas, lo que puede hacer la política como actividad noble en una sociedad es algo realmente maravilloso.