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Lúmpenes del like

Internet perfeccionó nuestro capitalismo interior. Like x like vas a pagar, canta Rorro Casas, el poeta vernáculo de la nueva generación.

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Internet perfeccionó nuestro capitalismo interior. Like x like vas a pagar, canta Rorro Casas, el poeta vernáculo de la nueva generación. Con dedo indolente, acariciamos las vidas ajenas que posan ante nosotros hambrientas de likes. Somos consumidores consumados, expertos en filtrar nuestra realidad y en analizar la propia performance. Podemos ejercer el derecho a la crueldad; y las ignoramos. Olvidate de mí, y de mi like.

Hasta aquí somos lúmpenes felices: nos sentimos parte del capitalismo que desea y consume (lo que puede). No vemos que cada bit de información de quiénes somos y qué hacemos le pertenece a otro. No pensamos que estamos alienados de nuestra metadata, usina de las mayores fortunas actuales. No consideramos que esa metadata está fácticamente mucho más ligada a nuestro software privado (¿alma?) que ese hardware de carne, saliva y pelo encorvado sobre el teléfono que da lo mejor de sí para la selfie.

El ciclo del valor del poder moderno nos incluye en su ecosistema como algo inferior al intestino de una lombriz. El recurso más importante del mundo ya no es el petróleo, son los datos: las cinco compañías más valiosas del mundo son compañías de datos, a los que asocian un sistema de inteligencia artificial para sacarles valor. Somos lúmpenes proletariat de los señores feudales en sus castillos californianos. Nostálgico, el filósofo Byung-Chul Han lamenta: “Ya no hay contra quien dirigir la revolución”. Quizás no sea tan así, Byung-Chul. Quizás, cuando podamos capitalizar la diferencia que tanto buscamos para brillar, y explotemos nuestros datos para nuestro propio beneficio monetario, seamos uña y carne con el capitalismo –ya no como explotados, sino como dueños–. Entraremos en una nueva fase del monstruo: el tiempo (de los datos) volverá a ser dinero en una nueva convertibilidad: un peso x un like.

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