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Manual de la risa contra la mala onda

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Alegria. Macri y un momento de gran distensión con varios de sus ministros en Chapadmalal. | Instagram presidencia
Convengamos que la imagen principal que acompaña este texto tienta  a la crítica fácil y casi al escarnio. El argumento simple, directo, para sostener el arranque indignado podría ser: “¿De qué se ríe esta gente?”. Resistamos la tentación y démosle  contexto.

Primero, la cuestión del envase. La función pública, llevada con responsabilidad, estresa. El año no fue fácil. El workshop gubernamental puede dar para un momento de relax a orillas del mar, de relajación, de alegría. Con buen clima se trabaja mejor, dicen los manuales de recursos humanos. Por qué no. No seamos mala onda, joder.

Ocurre que esa foto fue tomada por miembros del Gobierno y subida al Instagram del Presidente. Entonces no es sólo una anécdota. Responde al marketing Cambiemos. Mostremos risas para contagiar a una sociedad que no derrocha felicidad. Debe ser otro de los puntos del protocolo de “buenas prácticas de fotografía” del manual macrista del timbreo que divulgó PERFIL en exclusiva hace tres semanas.

Pero dejemos el contorno de lado y vayamos hacia el fondo de la cuestión. Las carcajadas intentan disimular el peor momento creciente que atraviesa el Gobierno en las últimas semanas. Disparados por una gestión económica que no sabe aún de rebotes ni siquiera mínimos, cunden los cortocircuitos entre funcionarios de peso, como se viene contando antes y mejor que nadie en este diario. No pareciera que el vientito de Chapadmalal o las dormidas grupales vayan a despejar esos nubarrones.

A esa problemática interna hay que sumar la del fuego aliado. Macri no se altera frente a la UCR, a la que sabe flexible con tal de mantener alguna ración de poder, sobre todo territorial. Sin embargo lo intranquiliza Carrió. Por eso le adelantó a ella el cambio por decreto de la inclusión de familiares de funcionarios en el blanqueo. Lilita le dijo que no estaba de acuerdo con la decisión, le agradeció el gesto y se fue en silencio a Miami hasta el martes 13. En el Gobierno se cree que Carrió, más temprano que tarde, va a salir a pegar por esta decisión desprolija del oficialismo al que pertenece.

 Ojalá los problemas para Macri se limitaran a eso. La oposición peronista (massista, pejotista o kirchnerista, da igual) empezó a mostrar las uñas, sobre todo en el Congreso, y todo apunta a que en el año electoral sólo pueda empeorar esa difícil relación.

Los sindicalistas más o menos negociadores y comprensivos también van agotando sus depósitos de paciencia y de la presión que viene desde sus bases de afiliados. No es tiempo de ruptura con el Gobierno, aún. Hay que pasar el verano. Lo mismo piensan algunos líderes de movimientos sociales y de piqueteros, sobre todo los que están atentos a las voces que emanan del Vaticano.

Otro sector que se ha endurecido (si es que alguna vez se ablandó) es el de los empresarios. Esta semana que pasó se lo dejó en claro a varios ministros la AEA, que nuclea a los dueños de las principales empresas argentinas, liderados nada menos que por Paolo Rocca y Héctor Magnetto. El propio mandamás de Techint no tuvo empacho en reclamar subsidios energéticos que favorecen al sector, ante la mirada atónita de Juan José Aranguren.

Ojalá que el marketing de la buena onda, que tanto le sirvió a Cambiemos durante la campaña electoral 2015, contribuya a mejorar una gestión complicada, con resultados peores a los esperados y plagada de acechanzas. Viendo la foto, dudo.