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entre malas y buenas noticias

Más preparados para enfrentar al terrorismo

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En todo el mundo, sobre todo en las democracias occidentales, los públicos creen que el terrorismo está en aumento. Un reciente sondeo realizado por Gallup en 14 países europeos reveló, con una mediana de 66%, que los residentes creen que el terrorismo es un grave problema actual. En Estados Unidos también los estudios han demostrado que el terrorismo ocupa un lugar destacado en las listas de los temores del público. En las recientes elecciones alemanas fue la preocupación principal para muchos votantes.

¿Este miedo es válido? Y si es así, ¿qué políticas deberían llevarse a cabo al respecto?
En primer lugar, hay que ser realistas. El terrorismo ha estado con la humanidad siempre, y nunca puede ser completamente erradicado. En este sentido, declarar “la guerra contra el terrorismo” es un gesto inútil. La contención dentro de un área geográfica limitada es un objetivo un poco más realista que la destrucción de todos los grupos. Otra noticia sobria es que los terroristas religiosos asignan una mayor prioridad que otros grupos a “maximizar las bajas”. De hecho, si se mide en términos de muertes, el terrorismo ha aumentado en las últimas décadas.

La buena noticia es que todas las “olas” terroristas anteriores han acabado eventualmente. La mayoría de los grupos terroristas fracasan, cuando finalmente su ideología se vuelve menos atractiva. Este paso ideológico es esencial: de otro modo, incluso ante la derrota militar, un grupo termina, pero otro toma su lugar.

Hace más de 16 años que Estados Unidos ha llevado a cabo una “guerra” contra el terrorismo en Medio Oriente, predominantemente desde el aire. Las intervenciones en Irak y Afganistán han tenido algunos éxitos, pero no han logrado destruir la ideología del islam militante. Si bien Al Qaeda ya no es una organización estrechamente organizada, se ha vuelto mucho más descentralizada y sigue siendo mortal. La cooperación internacional para detener sus principales fuentes de financiamiento de Estado Islámico ha tenido algunos éxitos también. A pesar de todos estos logros, sus miembros y admiradores son capaces de producir importantes fatalidades a bajo costo, fuera del área de supuesta contención. Los recientes ataques en Barcelona y Cambrils, Londres, París, Manchester y Estocolmo fueron baratos y sencillos. La estrategia de contención ha funcionado mejor para los Estados Unidos, más protegido por la geografía, que para Europa.

El respeto por los derechos humanos y la libertad de expresión puede hacer que las democracias sean más vulnerables al terrorismo que los países autocráticos. Para abordar la amenaza doméstica dentro de los países democráticos, la comprensión de las causas y cantidad de terrorismo importa para llevar a cabo una política apropiada de gestión de riesgos.

Desafortunadamente, la tecnología de la información y otros aspectos de nuestra sociedad globalizada, combinados con lógicas políticas a corto plazo, dificultan la lucha inteligente en contra del terrorismo. Los políticos están tentados a participar en el “teatro de la seguridad”, echando la culpa a sectores de la sociedad en lugar de dedicar recursos a la recolección de pruebas y la prevención de la oferta.

Los países democráticos deben encontrar un camino para que las maravillas de las comunicaciones modernas coexistan sin permitir que el pánico domine.

Las estrategias prácticas para ello van desde mejores servicios de salud mental a nivel de las comunidades locales hasta un renovado énfasis en las artes liberales y la educación cívica,  y narrativas de estoicismo y valentía.

Más importante aún, deben demostrar que la democracia liberal es más atractiva que el extremismo religioso. Si recordamos que otras ideologías asociadas con el terrorismo en el pasado, tales como el nacionalismo y el comunismo, últimamente perdieron la capacidad de inspirar, se pude imaginar que la misma cosa le pasa al terrorismo actual.

*Directora del Departamento de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales Ucema.