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Massa, el silencio y sus amigos

¿Va a desarrollarse o será un fenómeno efímero? Sus afirmaciones son de una generalidad irrelevante. El empresario O’Reilly y su esposa ayudan a retratar al candidato.

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El señor Massa se convirtió en la estrella ascendente de la política argentina.

La rápida evolución de su imagen y la intención de voto que concita pueden llevar a pensar que nos encontramos, finalmente, con una persona que encarna la renovación generacional y política de nuestro país.
¿Massa va a durar y desarrollarse, o será un fenómeno efímero? ¿Estrella o meteorito?

La respuesta es difícil porque poco o nada se conoce de lo que piensa Massa de la Argentina. Como todos saben, el silencio puede ser el resultado de la prudencia o de la ignorancia. Aunque también, en política, a menudo es la consecuencia del cálculo: si la imagen pública es positiva, mejor no hablar porque haciéndolo se corre el riesgo de alejar a algunos de los que apoyan.

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La táctica no es mala para flotar y llegar a las elecciones, pero nos sirve de muy poco para contestar la pregunta que nos hacíamos. Massa durará o no dependiendo de lo que quiera hacer y cómo piense hacerlo. El silencio permanente, la ambigüedad, conduce a mal puerto. Recuerde lector la difícil experiencia del señor De la Rúa, quien también exhibía una intendencia eficaz.

No se puede negar que el candidato de vez en cuando habló acerca de lo que le gustaría alcanzar. Pero sus afirmaciones son de una generalidad irrelevante. Ha proclamado objetivos con los cuales ningún candidato de cualquiera de las otras fuerzas discrepa. ¿Alguien puede estar en contra de mejorar la seguridad ciudadana?

Hace unos días dijo: “La seguridad no es una obligación de los intendentes, pero es un pedido de los vecinos, y nosotros no escondemos la cabeza y vamos al frente contra los delincuentes. Nuestra actitud es la de juntarnos y no cruzarnos de brazos en materia de tecnología, sabiendo que hay que invertir en recursos, que se puede trabajar en la prevención, sin competir, sino sumando, con la idea de resolver los problemas”.

Esto es lo que se denomina una trivialidad, en la definición de la Real Academia ‘cosa sabida por todos’; a lo cual se podía agregar ‘cosa dicha por todos’.
Cuando un candidato dice tan poco, es una tentación normal observar su entorno, “dime con quién andas…”.

El diario La Nación publicó un retrato de la persona que parece la más cercana del candidato, el señor Jorge O’Reilly:
“Nacido en La Horqueta, San Isidro, el 16 de febrero de 1969, O’Reilly estudió en el colegio Cardenal Newman, se recibió de abogado en la Universidad Católica y jugó al rugby en la primera del CASI. Desde 1996 es dueño de Emprendimientos Inmobiliarios de Interés Común (Eidico), una de las mayores desarrolladoras de countries del país, con construcciones por más de 400 millones de dólares y unas 15 mil viviendas, la mayoría en zona norte. También es socio de Lo Jack y de Nieves de Chapelco, que explota el centro de esquí de Neuquén.

Padre de cinco mujeres y de un varón, O’Reilly es supernumerario del Opus Dei. Con un grupo de matrimonios amigos formó una organización para dar respuesta al ‘declinamiento ético y cultural del país’, según lo expuso en un seminario en Washington, en 2007. Con ellos, estudia un sistema de educación alternativo para inculcar a los chicos ‘valores culturales tradicionales’”.

También fue conocido en su momento por su oposición activa a Jorge Bergoglio, a quien buscaba desplazar del papel central de la Iglesia argentina. Coherente con su pertenencia al Opus Dei.

Lector, el procedimiento que sigo es imperfecto, pero como el señor Massa no habla y cuando lo hace no cuenta, indagar su entorno no parece un método reprobable.
En todo caso, quienes militan dentro de esas líneas religiosas, y se sienten identificados con el empresariado moderno que representa O’Reilly, podrán estar más que tranquilos si deciden su apoyo por Massa.

Su esposa ha sido en estos días otra fuente interesante para avanzar en el retrato del candidato. Desafortunadamente, utilizando un lenguaje soez en reiteradas ocasiones, expresó de una manera tosca algunas de sus opiniones acerca de lo que sucede (no a la Argentina, sino a ella). Sin ir más lejos, el miércoles por la noche insultó de viva voz al gobernador Scioli, en un estudio de televisión, en tono con la campaña de sus amigos contra el “declinamiento cultural del país”.
El problema no son sólo las palabras, más allá de su vulgaridad. Una figura pública, que está al lado de quien puede tener que ver con la educación y la formación en la Argentina, debería ser cuidadosa. Por lo menos es lo que sucede en los lugares civilizados del mundo.

No me imagino a Michelle Obama acusando al contrincante de su marido de ser un “forro”. En cambio, puedo fácilmente suponer qué le habría pasado a Obama con su candidatura.
De todas maneras, lo más llamativo de la campaña de Massa es que lo poco, mínimo, que dijo, lo hizo como si éstas fueran elecciones presidenciales. Sobre su tarea de diputado el silencio fue el de los espacios infinitos del cosmos.
No creo que a Massa le interese trabaja en el Congreso nacional. Como todos sabemos, sólo quiere ser presidente; para suceder a Kirchner y para que sus amigos recuperen el poder.

Esta es una triste confusión porque por ahora sólo precisamos parlamentarios útiles para controlar al Ejecutivo.