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Matrimonio por conveniencia

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Con su visita a un evento del Grupo Clarín, el gobernador Daniel Scioli fue adonde el fundamentalismo kirchnerista considera que no debe ir. Eso volvió a poner de manifiesto lo que ya se sabe: el bonaerense es un candidato no deseado por Cristina Kirchner. Desde el oficialismo, la acusación es simple: Scioli es un impostor y, por ende, no expresa la pureza del modelo. Pero como en las cuestiones del poder las convicciones ceden ante el pragmatismo, mientras no haya un candidato propio con chances reales, la candidatura del gobernador seguirá sosteniéndose por conveniencia.

Desde el punto de vista de Daniel Scioli, ¿tenía derecho a asistir a un evento cultural que forma parte de la agenda turística dentro de una provincia que gobierna? Ciertamente, sí.
Pero lo que resulta incoherente es insistir en que se forma parte de un proyecto cuya identidad se define por su enfrentamiento con enemigos construidos, de lo cual se desprende que hay actos que no deberían consumarse. Como el niño que argumenta “tocar el aire” como coartada para disimular su evidente intención de molestar a otro, Scioli insiste en hacerse el distraído ante lo que todos saben.

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La secuencia no es más que un nuevo acto que ya suena a déjà-vu. O quizás, recordando a Nietzsche, a eterno retorno.

Sin embargo, muchos analistas de la política especulan como si se tratara de un hecho original. O como si resultara de una trama secreta cuyo carácter habría que revelar. Entonces se ensayan las mismas conjeturas de siempre: que Cristina Kirchner no termina de bendecir a Scioli por el síndrome del pato rengo; que sólo son fuegos de artificio para condicionarlo; que son los chisporroteos de la interna peronista, entre muchas otras elucubraciones.

Psicología del poder. Como la interpretación política es al fin un entramado de conjeturas, aquí bosquejaremos una de corte psicológico. La tesis es simple: Cristina Kirchner desprecia a Daniel Scioli. Por lo tanto, horadar sus chances es un fin tan estratégico como su propia supervivencia política. El problema es que ambos fines parecen contradictorios.

Sin embargo, para desgracia de la Presidenta, hay algo más: durante la década kirchnerista, Cristina fue banca y Scioli punto. Si Scioli fuera presidente, esa ecuación se invertiría. Corolario: si Cristina quiere preservar alguna cuota de poder futuro, entonces Scioli no debería ser su candidato. Su problema real es que ninguno de sus preferidos asoma con chances serias.
Aunque parezca que es Daniel Scioli quien está atrapado en un dilema, quizás tanto él como la Presidenta hayan quedado prisioneros de la espuria sociedad que supieron conseguir.

*Director de González Valladares Consultores.