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EL 3-0 APAGO EL INCENDIO, PERO los jugadores NO HABLARAN CON LA PRENSA

Me gustas cuando callas

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—Escriba lo que quiera. Dele alas a su imaginación, publique su cansina palabrería en su periódico y la gente la tragará con el café del desayuno, igual que hace con la demás basura.
Hoy no se publica otra cosa. Y diga que soy un grosero. Es cierto. ¡Que lo sepan y me dejen en paz..!
(Cerró de un portazo y se marchó. El señor Kipling acababa de ser entrevistado)
Rudyard Kipling (1865-1936), que odiaba dar notas, despide  a un cronista del “Sunday Herald” el 23 de octubre de 1892.

 
Cuando era chico, en la tele los que discutían y se peleaban por el fútbol eran los hinchas, no los periodistas. El programa se llamaba Polémica en el fútbol y lo conducían Fontanarrosa, un dandy que dirigía El Gráfico, y el flaco Apo, el padre de Alejandro. Pronto se sumó Julio Ricardo. Juntos, manejaban como podían dos tribunas repletas de hinchas ansiosos por decir las cosas a su estilo, no siempre delicado.

Quienes superaban los límites eran reprendidos con severidad o expulsados del set por los conductores o panelistas como Horacio García Blanco, que aportaba calma y sabiduría. En aquel tiempo, el periodista ocupaba el papel del hombre sensato, sabio. Así fue por una, dos décadas.  

¿Cuándo se pudrió todo? ¿Qué llevó al periodismo a girar sobre sí mismo como un helicóptero roto que cae a un abismo? ¿Cuándo se impuso este barrabravismo televisado?
La tecnología y la necesidad de bajar costos resucitaron la fórmula de sillas más escritorios, pero recargada de imágenes sin cargo y una metralla de gritos, peleas, insultos. Un económico show de periodistas-personajes, con data, mensajitos, off the records, rumores ciertos o no y algún audaz dispuesto a todo.

¿Pero quién era capaz de asumir el papel de clown, afirmar cualquier cosa elevando el tono como en una ópera bufa para provocar la réplica inmediata?
La aparición de Guillermo Nimo incorporó una figura nueva: la del payaso perfecto, con tics propios, nulo temor al ridículo y un dialecto parecido al castellano que tuvo éxito y rating. No fingía Nimo. Era así. Copiarlo era todo un tema.

Con el nuevo siglo, cambió todo. Los periodistas se mimetizaron con los personajes: los de la tribuna y los del césped. Crearon un estilo más suelto, desfachatado. Neoclowns con peleas light, fugaces, muy de la época. Rinden. Divierten. Tan reales como el catch.

En el Mundial 98, Simeone lideró otro silenzio stampa contra Radio Continental porque Víctor Hugo había dicho que su candidato era Brasil. Cosa de chicos. Pero el texto que leyó Messi tenía mucha bronca acumulada y una pila de facturas pendientes con la prensa, además del hecho puntual que provocó la protesta.
Gabriel Anello, de Mitre, escribió que Ezequiel Lavezzi fue excluido del banco por fumar un porro de marihuana. Y en medio del escándalo, redobló la apuesta. Dijo que ojalá lo lleven a juicio, así podrá contar más detalles de su vida. En fin.

No conozco a Anello. Lo escuché relatar y tiene un estilo algo vintage, para mi gusto. El año pasado su programa ganó el Martín Fierro 2014 aun sin haber transmitido el Mundial de Brasil. Curioso. En la puerta del hotel donde se hizo la fiesta, posó con su pareja, la célebre maradoniana Samantha Farjat. Minutos antes, su ex mujer había repartido volantes que lo acusaban de golpeador. Muy bizarro todo.

La mayoría de los periodistas y algunos jugadores –que parecen conocer a Anello mejor que yo– protestaron. Proponían un boicot sólo para el autor de la acusación. Tiene su lógica. Lo que no parece tan lógico es afirmar que, en caso de que lo del osito Ted tuviera algo de verdad, igual se trataría de un hecho de su vida privada. En su casa sí, obvio. ¡Pero no en la concentración de la Selección! Ay.

Bauza dijo que los cambios estaban decididos días antes del tuit de Anello. Que decía: “¿Lavezzi queda afuera del banco de suplentes mañana por el porro que se fumó anoche en la concentración? Pregunto eh, sólo pregunto”. Uf, qué berreta es esta fórmula de decir sin decir, con una pregunta. En la novela negra existe una ley: si desenfundás, tirá. Es más digno.
El juego del oficio mudo durará un suspiro. Pero quedan rencores. Para ellos, estos partidos fueron una tortura. Alguna crítica se cebó. Dejó la ironía y pasó sin escalas a la crueldad.
El equipo de Bauza nunca jugó bien y no importa lo que diga él o los ahora muditos. Pero llamar burro a un tipo que lleva años en la elite como Di María; afirmar que el último deseo de cualquier condenado al paredón es que le tire Higuain; afirmar que Agüero viene sólo porque es amigo del Messi y le ceba mates es demasiado. Fantino, víctima de su clásica excitación psicomotriz, los llamó “ratas”. ¡Ratas! Y bueh.

Esta gente gana millones, copas en sus clubes, vive en mansiones, tiene autos y novias de ensueño. Pero nadie, nadie, es inmune a la agobiante presión de ser quien represente la bandera de un país devastado que deposita en este equipo la escuálida porción de felicidad que le queda y necesita. No es fácil ser allí, sin chances de fallar.

No sé quién le dio la información a Anello y no tengo por qué creerle hasta que muestre algo más que el énfasis del que disfruta ser el centro de atracción. Tampoco me sorprendería que el osito Ted haya inhalado, no sé, ¡humo de espiral para mosquitos! De alguien que le tira agüita al técnico frente a las cámaras mientras le da instrucciones en pleno Mundial y después es elogiado por su humor sano, creo cualquier cosa.

Pronto se olvidará todo. Además, faltan capítulos del affaire AFA. En marzo, cuando llegue Chile, Army Pérez quizá sea recuerdo y haya nuevo presidente. Bauza será o no será y los jugadores hablarán, comme il faut, con lluvia de sponsors. Tal vez llegue Icardi. Y, por qué no, el mismísimo osito Ted, el gran “clack” del Yerbei Fasune Chino, o cómo sea que se llame. Falta mucho, muchachos.
Cuatro meses en este manicomio con fronteras es demasiado, créanme.