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Mentis y política

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. | Reproduccion de redes sociales

“En las personas se buscan tres cualidades: integridad, inteligencia y energía. Si falta lo primero, las otras dos servirán para producir más daño. Ante alguien sin integridad son preferibles los tontos y perezosos.”

(Warren Buffett)

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Desde cierta perspectiva se podría usar este consejo del mayor inversor mundial para justificar votar por los macristas en lugar de los kirchneristas. Pero quien luce más rápido y al mismo tiempo menos previsible de todos los políticos no es alguien puramente kirchnerista, tampoco macrista, ni de la tercera vía, o podría decirse que es de todos al mismo tiempo, como exageradamente indica la imagen que ilustra esta columna, tomada de un meme viralizado en redes sociales para criticar la “versatilidad” del líder del Frente Renovador y ahora Nueva Mayoría.

Ulises fue el prototipo del héroe mentiroso que construía su éxito con mentiras y ardides para confundir adversarios.

Sergio Massa fue el personaje de la semana previa porque, dos días después de fotografiarse en Córdoba con Schiaretti y los otros dos candidatos de Alternativa Federal: Urtubey y Pichetto, la convención de su partido habilitó abandonar la tercera vía para construir una “nueva mayoría” que permita derrotar a Macri aliándose con su opositor más acérrimo: el kirchnerismo.

En el libro Periodismo y verdad cité al filósofo belga Pierre de Roo, quien sostuvo que la verdad es una artimaña de la filosofía, y asociar la palabra mentira con “mentis”, que es el modo de pensar o actuar de una persona, o sea, su mente. La mente utiliza la inteligencia práctica (la techné), entrenada para conseguir un resultado más allá de la moral, y de la misma forma que guía al médico para curar a un paciente guía a un general para ponerle trampas a su adversario.
“Odio tanto como a las puertas del Infierno a quien piensa una cosa y dice otra”, decía Aquiles. Pero fue Ulises, el héroe mentiroso de La Ilíada y La Odisea, quien ganó la guerra contra Troya con el engaño de su célebre caballo a modo de presente griego, y entre sus muchas artimañas llegó a disfrazarse de mendigo y de nieto del rey de Creta, o decirle a Cíclope que su nombre era Nadie para que, luego de anularle su único ojo, no pudiera denunciar a los otros Cíclopes quién lo había herido porque repetía: “Nadie me ha dejado ciego”. Los griegos se ufanaban de ser campeones mundiales de la mentira y llegaron a convertir el modo de los nacidos en Creta, “cretismo” como sinónimo de mentiroso (cretinismo), y el “sincretismo” como la confluencia de todas las creencias o desde su vulgata: el todo vale.

Si la política fuera la continuación de la guerra por otros medios (invirtiendo la sentencia del general prusiano Carl von Clausewitz), Ulises, el héroe mentiroso, sería el modelo a seguir por los políticos. Sin componente moral la política sería un simple juego de poder donde la única medida de éxito sería el triunfo propio y la derrota de los adversarios. En ese paradigma, “ventajita” Massa, como cree Macri, no sería un primitivo mercenario del cortísimo plazo sino el mejor discípulo de Ulises que puede hacer creer a Schiaretti, Urtubey y Pichetto su compromiso con Alternativa Federal para negociar mejor con el kirchnerismo, y/o hacer creer que está negociando con el kirchnerismo para negociar mejor con Vidal, con Lavagna o con Alternativa Federal.
Pero la ventaja de Ulises con sus ardides es que siempre los usaba frente a pueblos distintos a lo largo de su recorrido, mientras que Massa solo puede usar el mismo ardid una sola vez porque a la siguiente su posible víctima ya estará avisada, y la única forma de lograr engañarlo es aumentar el grado de la osadía hasta llegar a un punto donde no haya más forma de sorprender; a diferencia del de Ulises en La Odisea, es un viaje sin retorno.
Massa es también un personaje shakespeareano de un mundo donde el poder solo está habitado por intrigas y engaños mayúsculos porque la traición es la norma. La ópera también apela en sus tramas a normalizar el fraude como si la atención de la audiencia solo pudiera conseguirse con la continua subversión del orden lógico.

Otro gran militar prusiano, el mariscal Helmuth Von Moltke, quien fue durante 31 años jefe del Estado Mayor del Ejército Imperial Prusiano, una de las mejores organizaciones militares de la historia, decía: “Los oficiales del Estado Mayor se dividen en cuatro categorías: los inteligentes, los estúpidos, los voluntariosos y los vagos. Cada uno posee, sin embargo, dos de estas cualidades. Aquellos oficiales que son inteligentes y voluntariosos son idóneos para los más importantes cargos del Estado Mayor. Se puede emplear también a los estúpidos y los vagos. El hombre que sea al mismo tiempo inteligente y vago es apto para las más altas funciones del comando, porque tiene la naturaleza y sangre fría necesarias para hacer frente a todas las contingencias. Pero quien sea simultáneamente estúpido y voluntarioso constituye un grave peligro, y debe ser inmediatamente relevado”.
Como se ve, la moral y la eficacia militar no serían igualmente complementarias como en la vida civil sobre la que hizo recomendaciones Warren Buffett. ¿Será la política como el mundo de las organizaciones empresariales al que se refiere Buffett o como el mundo de las organizaciones militares al que se refiere Helmuth Von Moltke?

Otro apodo de Massa es “el contorsionista” o “el malabarista” porque simultáneamente logra mantener en el aire (activados) muchos más elementos (relaciones) siguiendo aquello que prescribe que “más alternativas es más poder”, nuevamente una concepción militar del ejercicio de su profesión.
Pero el ardid como herramienta política determinante no caracteriza solo una de las formas de Massa de entender la política. La sociedad se debate entre la desilusión y la hipocresía. La desilusión con las promesas incumplidas de Macri y la hipocresía del kirchnerismo respecto de la corrupción. Diferentes maneras de mentiras o de mentis, y de relatos o narraciones.

Tironeado por sus cuadros medios, que temen quedarse sin trabajo, Massa podría autoinflingirse daño.

Pero para Massa vale un consejo de esta columna –escrita en el Día del Periodista– del tres veces ganador del Premio Pullitzer y director en la primera mitad del siglo pasado del diario New York World, Herbert Swope: “No puedo decirte la fórmula para el éxito, pero sí puedo decirte la del fracaso: trata de complacer a todos”. Y si ya cruzó su Rubicón K, volviendo a los griegos y la mentira, Massa podría tristemente parafrasear a Epiménides y, en lugar de “todos los cretenses son mentirosos, yo soy cretense”, por tanto decir ahora la verdad: “Todos los políticos mienten, yo soy político”.