COLUMNISTAS
RECORDANDO A NESTOR K

Mes de muerte. Mes de nacimiento

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Mes de llanto y luto. Mes de desoladora soledad en el poder. Hamletiana decisión de ser o no ser. De refugiarse en el dolor o de afrontar la investidura. Todo esto lo vivió la Presidenta, entre la alternativa del llanto y el reclamo de lucidez. Tal vez sienta que pasó el momento decisivo de su vida. Desde ya en lo íntimo y personalísimo que apareja la muerte como impacto intransferible, para el que nunca estamos preparados, y también en la esfera de lo público para comprender que el poder de su investidura presidencial es algo total, solitario, ineludible. O es rechazo (renuncia) o es destino. Y ya se ve que la Presidenta soportó el embate del embravecido mes y su barca empieza a flotar en aguas promisorias.

Como peronista, le quedará aquello de primero la Nación, después el movimiento y luego los hombres. Es muy probable que en sus cavilaciones haya comprendido la verdad de esa frase: su relación segura es la de su servicio a la Nación. El movimiento es una entelequia, una frase vacía, y en cuanto a “los hombres”, casi es mejor no hablar. Toda la dirigencia política, tanto la oficial como la llamada oposición, oscila entre la ineptitud, la corrupción o la inoperancia.

Probablemente, el mayor enemigo interior del Gobierno sea esa “usina economicista” de negocios y negociados que va a pretender terminar su tarea y asegurar su honestidad con una ferocidad digna de los inocentes.

Sin duda, hay muy positivas presencias incluso en el entorno presidencial. Pero el kirchnerismo venía en franca caída desde la derrota de junio de 2009, sin encontrar soluciones para las angustias del pueblo argentino, que no hubo Indec que pudiese adulterar: una inflación que solivianta no sólo al trabajador sino a la clase media y al ejército sombrío de marginales. (El consumismo frenético y breve de los fines de semana largos no puede disimular esta angustia básica.) La criminalidad social o no social se multiplica en razón directa con la impunidad y la vacancia de una Corte Suprema que cree que la realidad existe sólo cuando le llega por mesa de entrada. Y claro, el hambre, esos miles de estudiantes y trabajadores que si toman dos colectivos tienen que pensar para pagar el sándwich de su almuerzo.

En suma: la dirigencia política es algo así como aquella inolvidable pianista de Rayuela, Berthe Trépat, que erraba todas sus notas y aspiraba a tocar en la Opera de París.

Cristina Fernández asume valiente y plenamente la presidencia de la Nación y la historia le propone el desafío que a veces brinda a los grandes luchadores: no hay nada para seguir “administrando”: todo queda por “recrear” y reconstruir, desde las desmanteladas instituciones hasta la fuerza moral de un país desilusionado y escéptico.

Y la increíble y misteriosa historia, que castigó a la Presidenta con la muerte de su compañero, más allá del descripto caos interior, hoy le ofrece a la Argentina la mayor posibilidad de capitalización por sus exportaciones y, a la vez, la realidad de un pueblo que quiere aprovechar esta etapa para desarrollar su indemne voluntad de vida. Somos el país de los “ganados y las mieses” de Lugones, somos capaces en artes, ciencias y tecnologías, y maestros, si se quiere, de técnicas agrarias.

El pueblo quiere ser y progresar. Quiere educar a su hijo. Quiere el placer y la paz. El clima de resentimiento de Estado debe quedar atrás. Los ideólogos trasnochados, incluso peronistas, no pueden comprender lo que vaticinaron los llamados conservadores revolucionarios de la Alemania de Weimar: que sólo el que tenga más acumulación de capital podrá garantizar el avance social de las masas. El revolucionarismo del rencor violento quedó atrás. Más allá del mercantilismo financierista, está aquella “riqueza de las naciones” de los pioneros del pensamiento económico. La justicia social argentina y la nueva forma de socialidad necesitan riqueza, mucha riqueza, incluso para dejar atrás esta etapa mundial de capitalismo culturalmente demoledor.

Ojala la Presidenta, que en este atroz mes supo dar algunos signos de concordia, sepa definir el paso de la intimidación y la desconfianza a la armonía del diálogo democrático, para poner en juego todas las fuerzas de la Nación en este momento económico inigualable.


*Escritor y diplomático.