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Mis amigos macristas

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Con mis amigos macristas no se podía hablar de macrismo. Lo intentaba, o lo intentábamos, pero claramente no se podía. Yo de hecho sacaba el tema, pues me interesaba tratarlo con ellos; pero al cabo de unos pocos segundos, y a veces de inmediato, estábamos ya en otra cosa: la yegua, los bolsos, las cadenas, el PBI, la yegua, los bolsos, las cadenas, el PBI (repito porque ellos repetían). A mí ese otro asunto, el de evaluar el gobierno anterior, no dejaba de interesarme; y por lo demás soy notoriamente proclive a seguir en la conversación los temas que mi interlocutor propone. Así fue que, en estos años, mis amigos macristas y yo charlamos sobre cosas muy diversas, pero sobre el macrismo no. De lo que estaba pasando no. De lo que se estaba haciendo no. Uno decía, por ejemplo, Dujovne, y ellos parecían haber escuchado Boudou. Y entonces hablaban de Boudou. Uno decía, por ejemplo, Caputo, y ellos parecían haber escuchado Báez. Y entonces hablaban de Báez. Uno decía, por ejemplo, Macri, y ellos parecían haber escuchado Cristina. Y entonces hablaban de Cristina. ¿Hasta cuándo? Hasta la hora de irse. Tanto fervor, tanta pasión les inspiraba.

Mis amigos macristas no son unos miserables. No van a querer escabullirse ahora, por unas PASO que perdieron, pretendiendo no haber respaldado las políticas que respaldaron, no haber dicho lo que dijeron, no haber sido quienes fueron. Mis amigos macristas no son cretinos. No van a jugar ahora el jueguito cínico de la humorada distante, el recurso a la ironía altanera para no tener que hacerse cargo de la gestión que avalaron; no van a intentar confundir el recurso a la mordacidad filosa con la indiferencia feroz del que se ríe porque le resbala todo.

Dicen mis amigos macristas que no vieron del todo bien, que no calibraron del todo bien los alcances del desastre social que el gobierno de Macri ocasionó. Dicen mis amigos macristas que no midieron de manera adecuada los niveles de descontento (el grado de infelicidad) que hay en la población. Que no alcanzaron a enterarse, en fin, de que las cosas estaban tan mal. ¿Cómo fue que no lo vieron, que no calibraron, que no midieron, que no se enteraron? Me interesa sobremanera conversar este tema con ellos. Tal vez ahora podamos juntarnos por fin en algún bar a hablar un poco del macrismo. Les voy a pedir, eso sí, que, dadas las circunstancias, el café lo paguen ellos.

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