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Momentos de decisión

En octubre de 2013, a días de las elecciones legislativas inminentes, escribía en este diario el recientemente fallecido Manuel Mora y Araujo:

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MORA Y ARAUJO. Lo escrito hace cuatro años vale para hoy. | cuarterolo

En octubre de 2013, a días de las elecciones legislativas inminentes, escribía en este diario el recientemente fallecido Manuel Mora y Araujo:

“El resultado de una elección legislativa podría no ser tan decisivo para un gobierno. El problema se agudiza cuando la derrota se desparrama por sobre muchas provincias y municipios, diezmando la robustez de los dirigentes locales. Lo mejor que puede esperar el país ahora es que los ciudadanos sientan que pueden votar sin producir hecatombes, que el Gobierno no dramatice los resultados y siga gobernando, haciéndose cargo de costos y por supuesto capitalizando éxitos según las cosas salgan mejor o salgan peor, y que el país se apreste a dos años de búsqueda de nuevos equilibrios políticos sin excesivos sobresaltos.”

Un texto que, firmado en estos días, podría ser reproducido sin cambiar puntos ni comas. ¿Sirve para que el lector de PERFIL pueda construir un panorama amplio y objetivo en su análisis de opciones para los comicios de octubre próximo (descartando, por inútiles, las PASO violadas en alianzas y partidos de gobierno y oposición)? Sí, sirve; y mucho. En esa columna, Mora y Araujo señalaba que “estas semanas están impregnadas de clima de campaña. Todo lo que se dice y hace en el campo de la política tiende a ser interpretado en términos de propósitos electorales”. Y añadía: “Ahora, no todo lo que se hace y dice con propósitos electorales resulta efectivo para esos fines. Eso conlleva un riesgo obvio, y bien conocido en todas partes: tomar decisiones cuyas consecuencias serán de largo plazo pensando en unos votos más dentro de tres semanas” (reemplazar semanas por cuatro meses).

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El analista citado apuntaba a la pérdida de credibilidad en los mecanismos de comunicación elegidos por la entonces presidenta y sus adláteres, evidenciada en las PASO que encendieron una luz de alerta no siempre tenida en cuenta para los pasos siguientes. De hecho, los resultados del comicio de 2013 mostraron una opinión pública disconforme con buena parte de lo que el gobierno de entonces venía haciendo en diversas áreas y cierto hartazgo en sus formas de comunicación. Los medios en general y algunos en particular –divididos ya en una  evidente ruptura que profundizó lo que por entonces comenzaba a percibirse como  “la grieta”– contribuyeron a complicar las intenciones de la ciudadanía no alineada al momento de elegir opciones. Es lo que viene sucediendo, por cierto, en los últimos tiempos, y que seguramente  se agravará en los próximos meses, ahora que ya están casi definidas las fichas de tirios y troyanos, con las variantes en unos y otros que aportan más al desconcierto ciudadano.

Este párrafo de aquella columna de Mora y Araujo permite abordar el clima preelectoral con una mirada muy interesante (los puntos suspensivos entre paréntesis pueden ser reemplazados por los nombres de la ex presidenta, sus políticas y sus acompañantes, o por el actual jefe del Ejecutivo, sus políticas y sus acompañantes): “Cuando el líder confía excesivamente en su capacidad de comunicación y descuida las realidades que afectan a la gente, las conciencias recobran autonomía; la realidad siempre realimenta la comunicación. (…) busca no perder protagonismo en este proceso electoral, e insiste en elaborar su comunicatividad imprimiéndole, cuando lo juzga conveniente, nuevos matices. Pero, al mismo tiempo, la gente dice que las realidades que vive y sufre cada día no están siendo muy buenas. Cada vez son menos los que identifican los estados de ánimo de (…) con la gran batalla por (…); la persona de (…) puede despertar los más variados sentimientos, pero crecientemente se instala en el territorio del espectáculo, de lo que se ve en la televisión, y se aleja del papel de líder de esa causa. Los dirigentes que la (lo) acompañan, diseminados por todo el país, necesariamente empiezan a concebir sus propias estrategias de supervivencia o de crecimiento pensando en escenarios futuros; y muchos –en verdad, muchísimos– ya eligieron otros caminos políticos. Ese “gran proyecto”, que (…) producía votos en exceso, está agotándose”.

Cada día, poco más o menos, los medios informan acerca de acontecimientos que pueden ser buenos o malos según el color político o circunstancial de quien comunica. Lo que sí queda claro es que –como decía Mora y Araujo– se acrecienta el riesgo de la toma de decisiones de largo plazo cuando es fácil observar que buena parte de las medidas de gobierno son recibidas con muestras de rechazo por sectores grandes de la sociedad (en una coincidencia que horizontaliza protestas y obliga a rectificaciones). Cuánto capital electoral suman y restan gobernantes y opositores ante ciertas decisiones es de difícil evaluación, por lo que cabe recomendar a los lectores de PERFIL que  –como decía Tato Bores– mantengan la neurona atenta.