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El jefe de la cgt, en todos los frentes

Moyano no frena

Mentiras y verdades en torno al líder camionero. La mano oficial del exhorto suizo. Por qué Clarín no se achica tanto.

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Aun cuando se hinca ante el credo, algún imperfecto en la fe se pregunta: si el padre del modelo económico oficial, Guillermo Moreno, prohíbe desde el Estado la suba de precios, castiga y persigue a quienes al respecto informan con mayor certeza que el Indec, y al mismo tiempo limita con furor las importaciones, ¿cuál es la razón por la cual en un sector específico de la economía –el energético– practique una política liberal, abierta, con mínima injerencia oficial, casi de los odiados 90? Porque, como es público, esta semana autorizó la suba de los combustibles y, en materia de importaciones, se diría que goza y facilita la invasión de petróleo, gas, fuel, derivados.

Otra pregunta: ¿Tiene relación esta política con los cambios de los precios internacionales, la suba del petróleo por el drama japonés y, también, porque llegó a un tope inaudito el intervencionismo local sobre las tarifas? O se trata, de nuevo, de corregir imprevisiones o de algún error de cálculo sobre las necesidades de provisión energética de la Argentina (tanto que algunos creen que en las estaciones de servicio, casi todas con colas, se retrasa la atención deliberadamente para que los consumidores eviten cargar nafta y utilicen otros medios para desplazarse).

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Hay, claro, una contradicción económica con el credo. Y, necesariamente, fallas obvias en la política, aparte de la necesidad de no resignar tantos dólares en el sector. Por lo tanto, según la nueva biblia de Moreno, que el mercado le ponga el precio al consumo aluvional de energía. Singularmente, mientras todo esto ocurre, Repsol les vende una parte de sus acciones a sus socios locales y se queda, en principio, con el 5l% del paquete de YPF. ¿Hasta cuándo? Por poco tiempo, ya que requiere, para su desarrollo en Brasil –donde, en apariencia tendría más posibilidades de rentabilidad– ingentes recursos.
Entonces, antes de las elecciones en la Argentina, ¿resulta descabellado pensar que el Estado se comprometa y adquiera parte o la totalidad de la mayoría que está en poder de los españoles? Seguramente, no faltará un club de bancos para auxiliar esta operación y, como Aerolíneas, otra vez YPF se vestirá de celeste y blanco, despojándose del dominio y la conducción ibérica. Para quienes siguen estos temas desde la política –no los políticos, ya que estos ni siquiera enuncian las incongruencias del secretario de Comercio– esta nacionalización, más ciertas facilidades en los créditos hipotecarios serán determinantes en la campaña por la reelección de Cristina de Kirchner. Fervor y plata, lo que parece faltarles a otros.
Argumentos que, según los expertos, le despejan la pista a la Presidenta para consagrarse de nuevo. Aunque ciertos hechos de los últimos días generen más de una reserva, tanto sobre su gobierno como sobre aquellos que lo cuestionan. Valores entendidos que tal vez no son tan entendidos. A saber:

  • ¿Acaso todos creen que Moyano nada tiene que ver con Covelia? Por lo menos él está convencido, tanto que ignora las preguntas y sólo habla de aumentos salariales, del impuesto a las ganancias, de ubicar a un sindicalista en la fórmula presidencial, de hacer marchas y concentraciones. Y lo dice halagando la pasión luchadora de Saúl Ubaldini contra los militares cuando, en ese tiempo, él ni visitaba el gremio cervecero, donde Ubaldini repartía milanesas a otros más emprendedores que él. Como Ricardo Pérez (Camioneros), de quien Moyano entonces, políticamente estaba demasiado lejos. Y no sólo porque vivía en Mar del Plata.
  • ¿Acaso todos creen que en Venezuela hay libertad de expresión, virtud que le endosaron a Hugo Chávez –por suerte, esta vez vino al país sin valijas, como la publicidad de una vieja tienda marplatense– para premiarlo en una facultad de La Plata? (justo a él que, aparte de numerosas evidencias en su contra, fue incapaz de aceptar una confrontación pública al respecto, que le planteó Mario Vargas Llosa).
  • ¿Acaso todos creen que el Gobierno nada tuvo que ver con el exhorto suizo que reclama por actividades sospechosas de Moyano? A quien más le importa el exhorto está convencido de que el Gobierno sí tuvo que ver.
  • ¿Acaso todos creen que el 24% de aumento salarial obtenido por los camioneros es un límite al resto de las demandas gremiales? Ni el propio Moyano lo supone –quien obtuvo por lo menos el 27%–, dispuesto a firmar lo que sea para que no se espiralice la inflación, como desean las entidades empresarias y el Gobierno. Sus colegas no entienden un acto de tamaña sobriedad.
  • ¿Acaso todos creen que el Grupo Clarín es una humilde y empobreciada víctima del Gobierno, cuando –al margen de ataques y persecuciones vanas– celebra acuerdos comerciales con la gestión Macri por 250 millones de dólares, junto a Techint ganan ante la administración socialista de Binner la impresión de boletas en Santa Fe y, en el mismo lugar, a través de una subsidiaria consiguen imprimir libros para colegiales? Mientras, habla de la libertad de expresión y de que la afrenta y bloqueo padecido por ellos le puede ocurrir a cualquiera en un Estado en el que dominan los intereses de una facción. Es cierto. Lástima que lo descubrieron, obligados, a mediados de 2008, fecha en que Néstor Kirchner le sopló al matutino, con foto, la primicia de que Roberto Lavagna lo había ido a visitar a Olivos. Hasta entonces, lo que le podía pasar a cualquiera, ellos a veces no lo mencionaban.

Hay una cara de la luna que se la pierden los ciudadanos comunes. De ahí las dudas, la resignación y desidia ante la política, un rechazo a las simulaciones e imposturas. Hábitos que son parte de los dirigentes de todas partes. Si hasta los recientes U2, que nacieron como presuntos amantes de Bernardette Devlin, han terminado militando a favor del enfriamiento global y de ciertas especies de monitos a punto de extinguirse en el sur de Brasil.