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Mutual Sentimiento

Mi hermana me manda un mensaje, está con los nenes en la casa de mi madre, toman mate, me extrañan, dice. Me imagino que debe estar la salamandra prendida.

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Mi hermana me manda un mensaje, está con los nenes en la casa de mi madre, toman mate, me extrañan, dice. Me imagino que debe estar la salamandra prendida. | Marta Toledo

Un lunes feriado, en el invierno, es como tener la maldición de dos domingos seguidos. Sobre todo si está frío y nublado, estuvo todo el día así, y es de tarde. Salgo del sofá por obligación. Hay una reunión a la que tengo que ir. Todo es opaco bajo el cielo plomizo: los abrigos de los niños que juegan en la plaza, las pelotas, los patines, las correas de los perros. Sin sol todo se apaga. Hasta este feriado, este doble domingo al que todos parecen entregarse con tedio, como un deber que hay que cumplir: salir de la casa, aprovechar el día. Espero el 44 para ir a Chacarita. Justo Chacarita, el paisaje de los cementerios desde la calle, justo hoy Chacarita.

Mi hermana me manda un mensaje, está con los nenes en la casa de mi madre, toman mate, me extrañan, dice. Me imagino que debe estar la salamandra prendida, me imagino el olor a leña quemada y a torta de manzana que hay en lo de mi madre en el invierno. Le respondo que el día está feo en Buenos Aires y que estoy yendo a una reunión gremial. No sé si es exactamente una reunión gremial porque los escritores no tenemos sindicato, pero es algo así: una asamblea de trabajadores de la cultura por los despidos en Télam.

El Google Map dice que voy a tardar unos cuarenta minutos, pero al final son apenas veinte. A un costado del cementerio hicieron un parque: una franja de pasto con juegos infantiles y bancos. Otra vez niños jugando, otra vez abrigos opacos. Por encima del muro que construyeron todo a lo largo se ven las cúpulas de los panteones y varias filas de nichos. Me da gracia el contraste: abajo y adelante los chicos corriendo, contentos, divertidos, y un poco más atrás y arriba, los finados. ¿Qué pensarán los niños, les importará, tendrán pesadillas a la noche? A mí de chica me encantaba ir al cementerio, jugar entre las tumbas viejas, medio hundidas en el suelo.

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La reunión es en la Mutual Sentimiento, un espacio recuperado a fines de los noventa. Estos sitios siempre me provocan emociones encontradas: por un lado la rabia y la tristeza de todo lo que se llevaron puesto los años noventa y de todo lo que se está llevando puesto el neoliberalismo, de nuevo, veinte años después. Por otro lado el orgullo de la barricada, sitios, edificios que resisten contra todo y contra todos, gente que los habita y los resignifica. El edificio de la mutual es helado. Dos viejos ascensores, muy espaciosos, nos llevan despacio al tercer piso. Tengo miedo de que se trabe y nos quedemos ahí, entre las paredes. Siempre me da miedo quedarme atrapada en un ascensor. Hay un cartel enorme que dice farmacia, que quedó ahí de las viejas épocas. Hay puertas cerradas, baños con carteles que dicen clausurado, hay pupitres… allí funciona el primer bachillerato trans de Argentina. El lugar donde nos reunimos es un aula. En la pared hay pegado un papel afiche con un cuadro que invita (habrá invitado pues ya está completo) a poner palabras sugeridas por colores. Por ejemplo: rojo y en ese casillero la palabra diablo. Por ejemplo: blanco y oso polar… me hacen sonreír esas asociaciones, son inocentes, como si las hiciera un chico muy chico. Comienza la reunión y hay una palabra que se impone. No sé en qué casillero la pondría si tuviera que ponerle un color. Es la palabra silencio. Es una palabra helada como la intemperie. Dejar en la calle a 354 periodistas es condenarnos al silencio. El periodismo no ganó nada. Los ciudadanos no ganamos nada con los despidos de Télam. Solamente perdemos libertad de expresión.