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Naufragio

Vengo desde hace rato soñando con una isla desierta. Es fácil. Eso de soñar, digo.

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Vengo desde hace rato soñando con una isla desierta. Es fácil. Eso de soñar, digo. Lo que es difícil es tratar de convertir el sueño en realidad. Otros temas son más... no digo fáciles, pero factibles. Usted sueña con ser millonario y cuando se despierta empieza a ahorrar, hace una lista de sus parientes ricos y compra el cianuro o piensa a cuál se va a llevar de paseo a la cumbre del Aconcagua: esos proyectos difíciles, si no imposibles, de concretar. Pero lo de la isla desierta es mucho más complicado. Una, yo, una no tiene guita para pagar el pasaje en transatlántico y menos para comprar un barco ad hoc. Qué hacer, entonces. Quién sabe, en una de esas algún ignorado pariente rico que vive en New Orleans o en Ruanda me deja esa pequeña suma para que yo cumpla mis ensoñaciones. Difícil, pero ya se sabe que la vida es rara y a cada rato nos da una sorpresa. Yo hago como que vivo en una isla desierta y le juro que me sirve, me es útil, me hace sentir mejor, un cachito mejor. Porque por supuesto en una isla desierta no tengo que hacer diligencias en oficinas públicas porque no hay oficinas públicas, aleluya. Sí, estimado señor, adivinó. Tuve que dedicar dos días y medio a visitar las antedichas oficinas, sonreír, ser amable, explicar y, lo que es peor, aguantar las explicaciones de los y las empleados/as públicos/as. Lo peor de todo fue eso de “ah, no, pero antes necesita el certificado de supervivencia”. Y yo insistía: “Señorita, ¿no basta con que yo esté aquí viva y saludable charlando con usted?”. Y, no. Tiene que ir a tal secretaría, pedir el formulario, hacerlo sellar en la Municipalidad, adjuntar copia de su partida de nacimiento y diez últimos recibos de sueldo más constancia de lo que gastó ayer en el supermercado y foto de su papá, de su mamá, de su madrina, de su etc., etc., y traer todo para certificar y después se verá. Usted me dirá que estoy exagerando y juro que no. Por algo sueño con la isla desierta. O casi desierta. Si tengo que salir a cazar para comer tal vez necesite un certificado del jefe de la tribu para cazar conejos, que son sensacionales a la cacerola con papas y cebolla morada, pero eso se arregla: mire señor jefe, necesito cazar conejos, vaya m’hija que acá los conejos son plaga. En Rosario debe haber conejos en alguna parte supongo, y también jefes de tribu, pero yo pasé dos días visitando oficinas públicas todo porque necesité probar que estoy viva. Al final, le confieso, estuve dudando de mi propia existencia. Caramba, ¿y si no lo estoy? ¿Y si quien escribe es mi fantasma? Disculpe, termino acá porque tengo que pedir un turno urgente con mi psicoanalista.