COLUMNISTAS
opinión

Negro sobre negro

Peace describe situaciones como si las estuviera filmando, sin proporcionarle al lector una interpretación de los actos físicos.

default
default | CEDOC

David Peace (West Yorkshire, 1967) vive en Tokio porque en Inglaterra no puede escribir. Entre sus obras figuran dos series de novelas sociales cuya excusa son los asesinos: uno inglés para The Red Riding Quartet y otro japonés para The Tokio Trilogy. Otras dos novelas transcurren en el ambiente del fútbol: The Damned United, sobre un entrenador que supo ocupar el puesto de Marcelo Bielsa en el Leeds y Red or Dead, sobre una leyenda del Liverpool.

Pero su trabajo más ambicioso son las 670 páginas de GB84, la novela que Peace escribió en 2004 y que el sello asturiano Hoja de Lata tradujo en 2018. Por un lado, el estilo: a veces, Peace describe situaciones como si las estuviera filmando, sin proporcionarle al lector una interpretación de los actos físicos; en otras, se interna en las pesadillas más privadas de los personajes. Por el otro, el tema: la huelga de los mineros ingleses entre 1984-1985. Duró un año, participaron 150 mil trabajadores, hubo cinco muertos, un número enorme de heridos, lesionados y presos. Terminó con la aplastante derrota del sindicato presidido por Arthur Scargill, un estalinista confeso e irredento, a manos del gobierno conservador de Margaret Thatcher. El corolario fue el cierre de las minas de carbón británicas y algunos lo consideran el episodio bisagra que terminó con el Estado de bienestar e inauguró la era del neoliberalismo.

GB84 es una crónica social de tono vanguardista y una novela negra con acentos de terror. Pero también es una novela coral, en la que, a razón de un capítulo por semana, se cuentan las alternativas del conflicto desde varias perspectivas.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Hay un diario que comparten dos huelguistas. Uno de ellos pierde la mujer, la casa y la salud. El otro tiene el respaldo de su familia, pero vive con un enorme dolor la progresiva certidumbre de la derrota. Peace también sigue al tesorero del sindicato, responsable de resguardar el dinero de la organización, pero metido en un affaire sentimental y en transacciones corruptas. En el otro bando aparece El Judío, un fanático anticomunista encargado de proporcionarle a Thatcher la logística legal e ilegal para quebrar la huelga. A su lado está Neil Fontaine, su mano derecha, que también es su sirviente y pertenece a un mundo mucho más terrible aun: el de los servicios secretos y las fuerzas especiales, responsables de amenazar, golpear y torturar a los mineros, encargados de destruir los piquetes de huelguistas mientras se dedican a ajustar cuentas pendientes entre ellos.

El mundo que describe Peace es de un grado de sordidez y de desesperanza asombrosos. En palabras de un dirigente sindical, que la novela reproduce: “Gran Bretaña es ahora un país gobernado por el miedo. El miedo a enfermar. El miedo a perder el empleo. El miedo a no poder mantener el ritmo de trabajo. El miedo a envejecer...” Quien pronuncia estas palabras es Ray Buckton, presidente del sindicato ferroviario, quien años después fue acusado de ser un informante de los servicios especiales. Buckton murió en 1995, pero Cargill aún vive y aún forma parte de la Stalin Society. Gran partidario del Brexit, acaba de declarar que, a la salida de la Unión Europea, las minas deben ser reabiertas y subsidiadas. Un solo momento de GB84 transcurre en el interior de una mina. La oscuridad es más profunda afuera.