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Nisman: maten al novelista

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El pasado miércoles hablé por teléfono con la prima del fiscal Nisman. “La información que circula sobre el homicidio de Alberto es carne podrida, es una mentira de inteligencia”. Luego, agrega: “Confío plenamente en la querellante por su muerte, la ex mujer, una jueza federal”. Su voz no era la que conocía, era una voz velada por la angustia. Estado anímico que vivió mi generación durante la dictadura, angustia. Ante el terror fue su acumulación lo que nos mantuvo vivos. Sin derecho al exilio, a la seguridad de la lejanía, se trataba de vivir en vilo, en alerta. Eso, vivir pendiente de un hilo delgado es lo que hoy siente la sociedad argentina. Y no es un tema de seguridad mediático (es más, lo mediático resulta una oferta banal). ¿Qué creen que imagina el fiscal designado en lugar de Nisman? La hipótesis inicial sobre su destino es que lo maten. Le dieron el cargo con un collar de anclas, sin hacer nada ya está amenazado. Entonces, ¿será justicia?

La prima de Nisman es escritora. Nisman era escritor. Su entorno destaca que él mismo redactaba hasta los comunicados de prensa de la fiscalía a su cargo (ver revista Noticias, última edición que lleva por tapa los ojos velados del fiscal). La obsesión por la escritura era su karma, también el castigo. Porque detrás de un escritor existe un lector. Y si a su disposición se encuentran escuchas, videos, documentos, que prueban la contundencia de un complot encubridor, ¿qué más? Alcanza con inferir y encontrar la trama oculta. Pero a diferencia de Franz Kafka, que era abogado y trabajaba en una compañía de seguros, la escritura de Nisman estaba acotada por la lógica de otro tipo de Proceso, el judicial, donde lo real se deforma en la interpretación del derecho, en la forma expresiva entre lo debido y necesario. Por eso los abogados se escudan en el viejo chiste de que la mitad de la biblioteca les da la razón y la otra mitad la niega. Un sortilegio para escapar a la falta de verdad.

Luis Chitarroni, tal vez el novelista más lúcido y a la vez ignorado por la crítica (por falta de erudición crítica), siempre refiere a que cuando duda sobre la calidad de su lectura/escritura, relee el Tratado de la argumentación de Chaïm Perelman, así retoma el sendero de lo correcto. Ciertamente, un sendero que se bifurca. Ante la duda, son preferencias, yo releo Arte poética, conferencias de Borges en Harvard. Cada uno elige el salvavidas más adecuado, si hay tiempo… Para el lector elusivo argentino, culpable de su ignorancia, recomiendo la denuncia de Nisman publicada por la Corte Suprema de Justicia. Es un best seller contra la impunidad de los fueros, ridícula figura jurídica que encubre a criminales y delincuentes con peso político. En las 300 páginas de la denuncia de Nisman existe una trama de terror, digna de Stephen King y H.P. Lovecraft juntos. Un texto verosímil, más que la realidad. Al punto que desde el oficialismo creyeron descalificarla por ser una “novela” más que una denuncia. Saben qué, la novela perdura en el tiempo, en cambio ustedes…

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Nisman tenía a su cargo la causa judicial por el atentado a la AMIA. Gran deuda del peronismo junto con al atentado a la Embajada de Israel y las impunes Triple A de López Rega (expediente que dejó de dormir en lo de Oyarbide para dormir en lo de Servini de Cubría). No se trata de la deuda externa (tan eludida por el peronismo polimórfico ante el tribunal que se les ocurra imaginar), sino de la deuda interna nunca resuelta: el argentino no vale nada. Sí, elector, votante, usted no vale nada. Usted es una dificultad estadística. O sea, la nada misma. Y bajo tal criterio, ¿qué representa un fiscal para el que gobierna? Otra nada. Tal vez la novela argentina, la definitiva, la que configura nuestro futuro, debería comenzar borrando para siempre fueros y privilegios de los funcionarios del Estado. Sería un primer paso para poner a salvo a los escritores y sus lectores.

*Escritor.