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No hay dos sin tres

Por Angélica Gorodischer

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Mi mamá solía decir “no me den consejos, sé equivocarme sola”. Ahora que lo pienso, a mí me han dado cataratas de consejos. Me los han dado y ya no me los dan. Qué suerte. Debe ser por lo avanzado de mi edad. No, no me pregunte que no se la voy a decir. No por coquetería, no por pensar que le voy a hacer creer a alguien que soy más joven de lo que soy, sino porque vamos con esto de las frases hechas que me fastidian, para decirlo suavemente. Y los consejos, admitámoslo, son frases hechas. Como los prejuicios, como los lemas, como las órdenes que dan los maestros y los sargentos y los señores que se suben a los púlpitos, como los refranes, proverbios y esas cosas a las que algunas gentes recurren cuando no saben qué decir. Ah, se me ocurre que eso también es una frase hecha. Construida, durita, seca, sin sangre ni aliento, indiferente y opaca. Usted disculpará, pero ponerme a insuflarle vida a esto que muy importante no es, nos haría perder el tiempo a usted y a mí. De modo que retrocedamos unos pasos y empecemos de nuevo por el otro camino.

¿Cuál es la razón profunda del gusto por las frases hechas, los prejuicios, etcétera? No me obligue a repetirme, que después de repetirme me arrepiento. ¿Cuál es? Supongo que la pereza, y no es que a mí la pereza me parezca detestable, al contrario, suele ser amable, comprensible y fructífera. Sí, la pereza. No tengo ganas de ponerme a pensar, deducir, razonar, reflexionar, y entonces echo mano de esas frases que están ahí nomás en el estante, ni siquiera en un cajón que hay que abrir, y que además son gratis o están en liquidación, y digo cosas como (oiga, hablo en sentido figurado: no es que yo diga esas cosas, cruz diablo, es una manera de ejemplificar, ¿sabe?), digo cosas como “es que las mujeres somos más intuitivas”, puajjjj. O peor: “Los negros llevan la música en la sangre”. Ayyyyy. O más todavía, “cuando el río suena aguas trae” (en Rosario hay un grupo de excelentes poetas que se llama Cuando el Río Suena; no me diga que no es una maravilla. Lo es. Porque es un nombre y no una pseudoexplicación). Y también: “El corazón de una madre nunca se equivoca”, que suena a verdad absoluta e inamovible, cuando la verdad es que la verdad es móvil, tierna o cruel pero está viva y ayuda, créame que ayuda aunque al principio parezca que no.

Y mire adónde hemos venido a parar: a la pereza y la verdad, es decir, a dos grandes temas propios de la filosofía y la moral. Mejor terminemos acá, no sea que donde la dan las toman y por la boca muere el pez. Y peor aun, van a sospechar de nosotros porque gallo que no canta algo tiene en la garganta y gallo que canta… ¿a usted qué le parece que le pasa?

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