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Novela de cumpleaños

Pensaba versar sobre el décimo aniversario que celebran las editoriales porteñas La bestia equilátera y Eterna Cadencia.

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Que los cumplas feliz, que los cumplas feliz y en el medio de la torta una enan… Las canciones infantiles son políticamente incorrectas, mejor me detengo aquí. En todo caso, este domingo primaveral pensaba versar sobre el décimo aniversario que, casi en simultáneo, celebran las editoriales porteñas La bestia equilátera y Eterna Cadencia. Pensé en escribir acerca de un libro de una y de otra. Tal vez sobre mi libro favorito, tal vez sobre alguno que por alguna razón me dio a pensar, quizás acerca de alguno que me haya decepcionado, por qué no sobre uno que me hubiera encantado publicar en caso de trabajar yo en alguna editorial, o directamente sobre uno que me hubiera dado celos, en el hipotético caso de ser escritor y haber escrito yo alguna vez un libro (tentación que por suerte logré evitar). En eso estaba, en la elección de esos libros, cuando, por azar, encontré un sobre que en su interior contenía un folleto –casi un póster– con el catálogo completo de Eterna Cadencia, más la información de algunos títulos a punto de publicar. Siendo que el folleto señala que “el futuro es un libro todavía no contratado” (¡Ah, cuánta poesía!), pensé que ningún elogio sería mejor que el dedicado a un libro por venir. Reparé entonces en Viviane Elisabeth Fauville, primera novela de Julia Deck, una de las más interesantes escritoras francesas contemporáneas, sin dudas la mejor de su generación (París, 1974). Inédita hasta ahora en castellano, publicada originalmente en 2012, escribió luego dos novelas más, igualmente notables. ¿Qué vuelve interesante a Deck? Su pertenencia evidente a la tradición de Les Éditions de Minuit, y a la vez su capacidad de renovarla, de llevarla por nuevos caminos. En Minuit se publicó casi lo mejor del Nouveau Roman: Robbe-Grillet, las novelas clave de Marguerite Duras, también Claude Simon (solo faltó Nathalie Sarraute). Luego, a partir de 1979, sin cambiar jamás de editorial en sus –hasta ahora– 17 libros, Jean Echenoz, por lejos el más extraordinario escritor actual. Junto a él, publicaron también Jean-Philippe Tou-ssaint, y los primeros y mejores libros de Patrick Deville. Y más tarde el problema: Tanguy Viel, Eric Chevillard y tantos otros en Minuit que solo copiaban a Echenoz y sus amigos. Si, para salir del Nouveau Roman (problema típico de las generaciones siguientes: yo, lejano en el tiempo, podría vivir dentro del Nouveau Roman sin salir jamás) Echenoz le agregó narración casi cinematográfica, ironía, y una erudición como de vuelta de todo; los siguientes a él no agregaron nada, apenas esas frasecitas con aire de inteligentes y chistes sin gracia. Y finalmente llegó el día en que me de-sinteresé de los nuevos autores de Minuit. Hasta que apareció Deck. Por supuesto se huele la influencia de Echenoz –en el virtuosismo para cambiar de la primera a la tercera persona e incluso a la segunda del plural, en la intriga policial que va tomando el texto– pero convertida en otra cosa, en un relato que gira en círculos hacia la obsesión por cada personaje, cada situación (la mujer separada en plena crisis de la mediana edad, el psicoanálisis, el nacimiento de su hija, el divorcio, el asesinato de un psicoanalista por una de sus pacientes).  Viviane Elisabeth Fauville es una hermosa novela, perfecta para inaugurar los siguientes diez años Eterna Cadencia.