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Firmemente MACRI

Nubes y estrellas

Ni ortodoxo ni heterodoxo: el Gobierno propone un modelo ecléctico. La oposición como presión.

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EQUILIBRISTA, Mauricio Macri. | Pablo Temes
Lentamente y a pesar del abuso de la metodología del ensayo-error para la toma de decisiones, la administración de Mauricio Macri va mostrándole a la sociedad algunas características de su programa de gobierno, y en algún momento se podrá perfilar el proyecto de país que anhela la nueva elite que conduce los destinos del país.

País-supermercado. El modelo que Macri le propone a la sociedad argentina se sintetiza en su frase favorita: “Convertirnos en el supermercado del mundo”. Esa expresión no es una más en el devaluado mercado de los discursos políticos. Significa que Argentina debería exportar al mundo alimentos procesados y con valor agregado: menos poroto de soja y más milanesas. Es un mensaje que debe ser analizado con detención. En el país-supermercado no tiene sentido tener industria automotriz: no se venden autos allí, igual razonamiento para los teléfonos celulares que se arman en Tierra del Fuego, y habría que pensar si hay lugar para la pequeña industria textil que ha evolucionado en estos años, pero que no puede competir con los gigantes del sector. El país-supermercado es un proyecto político que se coloca en las antípodas del “vivir con lo nuestro” –frase acuñada por Aldo Ferrer–, que significaba que Argentina podía producir todo lo necesario, prescindiendo de alguna manera de un mundo que sólo requeriría de sus materias primas. Los detractores del “vivir con lo nuestro” preguntarán por los logros del proceso de sustitución de importaciones que planteó el kirchnerismo con raquíticos resultados. No obstante, otros países que comparten con Argentina tierras fértiles e ingentes cosechas como Canadá y Nueva Zelanda eligieron caminos integrando sectores, a sabiendas de que el eslabón agropecuario no está en condiciones de producir empleo y nivel de vida razonable para toda la población.

Sin límites. El programa que ofrece el gobierno de Cambiemos en su tramo inicial no es ortodoxo ni heterodoxo, es ecléctico. Los más dogmáticos monetaristas esperaban ansiosos su programa de máxima, con millones de empleados públicos en la calle, eliminación de los programas sociales y la reprivatización de la seguridad social, para alcanzar el vellocino de oro del superávit fiscal. Macri, en cambio, combina un programa restrictivo en lo monetario con las altas tasas de interés que ofrece Federico Sturzenegger desde el Banco Central, un dólar quieto desde la megadevaluación de diciembre –y revaluado por la inflación del año–, una tibia apertura importadora pero con un sostenido déficit fiscal. ¿Cómo se financia ese programa? Con endeudamiento externo. Lo sorprendente del endeudamiento externo es que sencillamente no le preocupa a la sociedad, produciendo un efecto similar al que muestra el actor Bradley Cooper en la película Sin límites, cuando al acceder a una medicación que le permite utilizar sectores inexplorados de su cerebro obtiene inesperadas habilidades. Pero queda arruinado cuando no puede obtener más medicación. La caída de Fernando de la Rúa puede dar cuenta de esto. El proceso de fondearse en el exterior se multiplicará en los próximos años tras el futuro aval del FMI, y no sólo lo llevará adelante el gobierno nacional, sino las provincias y las empresas, que en su momento reclamarán un seguro de cambio.

Serendipia. El gobierno nacional también fue beneficiado por la extraña carambola de la detención de los mega-aumentos de tarifas parcialmente aplicados pero detenidos por la Corte Suprema de Justicia, que le permitió mostrar una de las menores tasas de inflación de la década. Frente a este canto de sirenas, los halcones buscan imponer el criterio de terminar de enfriar la economía para mostrar una inflación inéditamente baja para los últimos años. Detener la inflación de golpe es popular, a pesar de los “daños colaterales” que origina, como el aumento de la pobreza. Ya se conoce que una familia tipo necesita más de $ 12 mil para no ser pobre, la semana que viene se sabrá quiénes quedan debajo de ese umbral. En este marco, un descenso radical de la inflación permitiría al Gobierno ofrecer incrementos salariales para el año entrante del orden del 15% (o menos) en las paritarias estatales. Bajar los salarios en dólares y revertir la legislación laboral fueron algunas de las demandas básicas establecidas por lo CEO participantes del Mini Davos llevado a cabo días atrás. Para los hombres de negocios, no fue suficiente el excelente perfil argentino que se les mostró en el brief de bienvenida. Estos consultan los informes reservados que muestran los salarios medios en diferentes partes del mundo, y para invertir pretenden que los argentinos estén en los niveles de los de Bangladesh o Turquía. Además, tienen otro requisito que el Gobierno no puede garantizar: que el macrismo gane las elecciones de 2017. Un triunfo electoral les mostraría que la cosa va en serio y que los argentinos dejaron atrás los “populismos bárbaros”.

2017. Hasta ahora, gran parte de la tarea de legitimación del Gobierno la viene realizando un grupo de “comunicadores sociales”, continuando la reconfiguración de parte de los medios de comunicación que se iniciara durante el kirchnerismo. Pero estas figuras difícilmente puedan encabezar las listas en las elecciones del año entrante. No obstante, el oficialismo cuenta con una ventaja: la fragmentación del sistema político que muestra que gran parte de sus dirigentes, lejos de seguir banderas ideológicas, defienden intereses tácticos. En ese plano, el espacio de Sergio Massa aparece más como grupo de presión que como organización política, y por su parte Cristina Kirchner pasó a la táctica de la micropolítica, y su presencia es casi una necesidad para el oficialismo. Pero no hay que subestimar al macrismo en materia de audacia electoral, como se recordará cuando en 2009 Gabriela Michetti renunció a la vicejefatura de Gobierno de la Ciudad para encabezar la lista de diputados por el distrito. Hoy la maquinaria electoral amarilla está abocada a analizar todas las opciones, entre las cuales se debe destacar la figura de Juliana Awada, quien viene levantando el perfil, no sólo acompañando al Presidente, como se vio en la sugestiva foto del beso en las Naciones Unidas, sino autonomizándose con sus salidas por el Conurbano con María Eugenia Vidal. ¿Nace una estrella?

*Sociólogo, analista político
(@cfdeangelis).