COLUMNISTAS

Ocuparnos en serio o hacer la plancha

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Tiene razón Carlos Bianchi cuando, en algún tramo de sus conferencias de prensa, indefectiblemente, hace referencia a la necesidad de “llenar espacios”. Esos mismos espacios que no suele llenar este último proyecto suyo boquense –por ejemplo, dentro de su propia área en los centros rivales– no pueden quedar en blanco en los medios que dedicamos gran parte de nuestros esfuerzos y nuestros deméritos al denominado mundo Boca.
Muy para desgracia del ego del técnico y de nosotros, los cronistas de las pelotas, en la Argentina hay una tendencia cada vez más ostensible: que las cosas se diriman en los medios, o en su pariente bobo, las redes sociales. Atravesamos días –meses, años– en los que los episodios no pesan por la verdad sino por quien grite más fuerte, tenga mayor versatilidad oral o disponga de mayor cantidad de bocas de expendio. O de aquella de mayor arraigo popular. Como si se tratase de un mal combate de boxeo, los problemas o las polémicas no se resuelven con la verdad sino con el veredicto de los jurados, que de alguna manera somos nosotros mismos, los oyentes, los televidentes o los lectores. Para colmo, sobre todo en los medios gráficos, el desarrollo de la noticia no termina donde el autor puso el punto final sino en el último comentario de los lectores. Como si fuese lo mismo trabajar de periodista que opinar sobre lo que acaba de leerse. Asumo que muchas veces los hombres de prensa no parecemos ser demasiado más conocedores de los asuntos que cualquier hijo de vecino, pero por lo menos nos hacemos cargo con nombre, apellido, cara y, muchas veces, la salud misma. En tanto, los demás no pasan de ser algo diferente de aquel “gran matón de la internet” que el Indio Solari anticipó en Alien Duce.


La realidad, que suele ser mucho menos subjetiva que la verdad y, como tal, deberá ser mucho más respetada por quienes mandan, es una víctima directa del juego mediático. Ni ante el peor de los asesinos ni ante la peor de las catástrofes existe el concepto de unanimidad. Entonces, cuando de medios se trata, ni la mayor de las verdades es absoluta ni la peor de las mentiras deja de ser considerada como certeza por más de uno. Entonces, si un medio te expone en un offside peor que el de Tevez contra los mexicanos en Sudáfrica, no te hagas cargo: festejá el gol y después declará que el que te acusó de estar en posición adelantada es un medio que hace campaña en tu contra. Y que el periodista es comunista, drogadicto, puto y rockero. Es parte del manual básico de funcionarios, dirigentes y entrenadores expuestos en su miserabilidad. No se dan cuenta de que podrán relativizar la verdad pero la realidad los seguirá ubicando en el universo de los tipos de mierda.
La Argentina cerró su año con un nuevo bochorno judicial. Pero que un crimen institucional como la compra de una ley no haya tenido culpables no quiere decir que el crimen no haya existido. Las casas de vacaciones mal habidas o las cuentas bancarias inexplicables de los ínclitos siguen hablando a los gritos. Y si quieren, hablamos de la luz. Que un funcionario balbucee medidas que debieron tomarse hace una década y un gobernador diagnostique naderías como si fuese un mal locutor de una FM instrumental son cosas que viajan por la colectora de los medios más o menos afines. Por la autopista viaja la realidad que padecen los millones de argentinos que brindaron a oscuras y con sidra caliente.
Nuestro deporte navega con turbulencias por caminos similares.
Juan Antonio Pizzi tendrá su verdad –y sus motivos–, pero la realidad indica que, para un hombre de fútbol con sus principios o, al menos, sus enunciados, su salida de San Lorenzo fue un golazo en contra.
Usain Bolt estuvo en la Argentina y trotó contra un colectivo. Verdad irrefutable. La realidad indica que también corrió contra otros dos jamaquinos y un señor nacido en Antigua y Barbuda. Y que si no lo hizo contra un argentino es porque nuestro atletismo no tiene siquiera un velocista con marcas mínimas para clasificarse para los 100 metros en un Mundial.


Desde Brasil nos avisan de la preocupación de los organizadores del Mundial por un nuevo tour estelar de barrabravas argentinos. Es verdad que lacras similares brasileñas les están preparando la logística para que se instalen en junio en Porto Alegre. Hombres de la política, dirigentes deportivos, técnicos, futbolistas y no pocos periodistas estarán ensayando ante el espejo la mejor cara de boludos para esquivar su responsabilidad no sólo respecto del financiamiento del viaje, sino de la protección jurídica para los guapos de la patota. La realidad indica que, sin el aporte de privados, estos ladrones de la pasión, sin oficio ni trabajo conocidos, no podrían ya no sólo viajar a Brasil sino siquiera recargar la SUBE.
Dentro de pocas horas, todo el fútbol argentino empezará sus pretemporadas. Volveremos a hablar de los partidos de verano, llenaremos de expectativas a la gilada y después le explicaremos que todo fue un bodrio porque los cracks están duros por la arena. Mientras tanto, llenaremos muchísimo espacio hablando de un mercado de pases que no sólo cada vez es más escuálido, sino que sigue demostrando que quienes piensan nuestro fútbol cuando estornudan se limpian las nalgas. Es ahora cuando más y mejor tiempo tienen los entrenadores para armar un equipo y, si fuese posible, soñar con una idea. En este mismo período, el mismo mercado de pases que habilita a incorporar lo que quieras durante el invierno apenas te permite sumar dos jugadores.
Hecha la salvedad, hagámonos cargo del énfasis que ponemos en las presuntas contrataciones que suelen ser vueltas de exfutbolistas a los que ya no quieren en sus destinos europeos o centroamericanos o movimientos internos que, por lo general, se simplifican porque el club cedente cancela deudas con el futbolista que se va como parte de la operación. Y éstas, por lo menos, serían las operaciones que se concretan. En la papelera de reciclaje quedarán los pases que jamás se harán y que son pequeñas operetas entre empresarios y cronistas, y las incorporaciones que, después de muchas idas y vueltas, permitirán que el futbolista debute en la octava fecha del torneo.
Es verdad que Grana y Forlín llegarán a Boca y que Cavenaghi volverá a River. La realidad cuenta también que los dos equipos vienen de dar cátedra en el desacierto de las incorporaciones. Y que, salvo Lanús, casi ningún equipo logró que sus refuerzos influyeran decisivamente.
Y aún queda otra realidad.
Una realidad lapidaria que nos cuenta desde hace rato que, si se cumplieran las normas y las dirigencias fueran reponsables, los clubes de fútbol de la Argentina no podrían ni deberían incorporar a nadie

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