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EL ECONOMISTA DE LA SEMANA

Ocuparse de la inflación es clave

El sostenimiento de un tipo de cambio real depreciado es, sin dudas, el pilar fundamental del actual modelo económico. Ello exige evitar la apreciación nominal del tipo de cambio y lograr que la inflación sea lo más baja posible.

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El sostenimiento de un tipo de cambio real depreciado es, sin dudas, el pilar fundamental del actual modelo económico. Ello exige evitar la apreciación nominal del tipo de cambio y lograr que la inflación sea lo más baja posible.
Una moneda devaluada brinda competitividad al sector externo, estimulando las exportaciones. Paralelamente, protege al sector industrial de la competencia foránea, generando puestos de trabajo y contribuyendo a la reducción del desempleo.
Además, a través de las retenciones a las exportaciones, el tipo de cambio depreciado acrecienta los ingresos en dólares del Gobierno nacional, que se emplean luego para impulsar la demanda agregada y así estimular el crecimiento.
Sin lugar a dudas, este modelo, que permaneció invariable durante más de cinco años, tuvo excelentes resultados en materia de crecimiento y reducción del desempleo, la pobreza y la indigencia.
Sin embargo, durante el mismo período se destacan dos etapas bien diferenciadas.
Por un lado, durante 2003 y 2004 el nivel de actividad económica creció fuertemente con tasas de inflación moderadas. Luego, entre 2005 y 2007, si bien la economía argentina continuó con el mismo ritmo de crecimiento, el continuo estímulo a la demanda, con una oferta creciendo de manera insuficiente, provocó que las presiones inflacionarias fueran en ascenso.
Asimismo, la política fiscal y la monetaria, lejos de ayudar a solucionar el problema, contribuyeron a acrecentarlo.

El problema. Hoy en día, la inflación es un problema para el modelo, más allá de que el Gobierno cuenta con herramientas de política económica de sobra como para evitar una espiralización descontrolada del nivel general de precios.
La inflación ataca al principal sostén del modelo económico vigente, erosionando el tipo de cambio real, deteriorando la competitividad del sector exportador, reduciendo la protección a los sectores sustituidores de importaciones y, por si esto fuera poco, disminuyendo el poder adquisitivo de los ingresos fiscales provenientes de los impuestos a las ventas externas.
Durante los últimos tres años, coincidiendo con la aceleración de la dinámica inflacionaria, el Gobierno mantuvo el tipo de cambio real depreciado mediante suaves pero sostenidas devaluaciones del peso respecto a la divisa americana.
En efecto, el Banco Central ha venido interviniendo sucesivamente en el mercado cambiario, recurriendo a la emisión monetaria para comprar el excedente en la oferta de dólares y sostener la devaluación del peso.
Por el contrario, nuestros principales socios comerciales han dado mayor libertad al mercado y así, el exceso de dólares en sus mercados cambiarios llevó a una apreciación de sus divisas respecto al signo monetario de los Estados Unidos.

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El mundo. Igualmente, la coyuntura económica y financiera internacional ha cambiado notablemente durante los últimos meses.
La inflación mundial se ha acelerado, mientras que el precio de los commodities en dólares ha subido vigorosamente.
Paralelamente, la economía americana ya se encuentra, sin lugar a dudas, atravesando un período recesivo. En este contexto, a fin de evitar males mayores, la Reserva Federal y el Congreso de los Estados Unidos han flexibilizado sensiblemente la política monetaria (mediante sucesivos recortes a la tasa de interés de referencia) y fiscal (vía baja de impuestos y aumento del gasto).
El dólar ha ido perdiendo poder adquisitivo en el mundo y, teniendo en cuenta la política económica de ese país, es lógico esperar que esta tendencia continúe.

Competitividad. Dado este nuevo escenario económico y financiero internacional, parecería prudente sugerir que la actual administración no intente recomponer la competitividad perdida a través de devaluaciones nominales del tipo de cambio, ya que ello conllevaría a una intensificación de las presiones inflacionarias.
De hecho, al depreciar nominalmente nuestra moneda respecto al dólar, estaríamos importando inflación y las consecuencias de la llamada “agro inflation” serían aún mayores.
Por otra parte, dado el nuevo contexto internacional, el exceso en la oferta de dólares en el mercado cambiario doméstico podría ser este año aún mayor que en 2007.
Esta situación se daría principalmente a partir de un superávit comercial más abultado y también, aunque en menor medida, en respuesta a potenciales ingresos crecientes de capitales.
Lo primero sería consecuencia del aumento de los precios internacionales de nuestras exportaciones, mientras que el segundo factor obedecería a la baja de tasas en la economía americana.
En el contexto actual, pretender compensar la pérdida de competitividad-precio que se produjo en los últimos tiempos (producto del aumento en dólares de la mayoría de los costos de producción) mediante devaluaciones nominales del tipo de cambio, por más modestas que sean, lejos de conseguir el resultado buscado provocarían más inflación y, por ende, una mayor revaluación del peso con relación al dólar.

Combate. En definitiva, teniendo en cuenta factores como la política monetaria y fiscal de los Estados Unidos, la probable depreciación del dólar en el mercado internacional, el aumento del precio de los commodities y el mayor exceso de oferta de dólares en el mercado cambiario local, no sería prudente mantener la actual política cambiaria (de depreciación del peso respecto a la divisa americana), ya que ésta impactaría negativamente en el índice de precios de la economía.
Hoy en día, habida cuenta de los cambios en el contexto económico internacional y local, la manera más efectiva de evitar la erosión de la competitividad real de nuestras exportaciones es abocarse a combatir las causas que provocan la inflación.
Los que nos dedicamos a estudiar los hechos del mundo económico debemos analizar la consistencia de los modelos, tratando de despojarnos de subjetividades y anteojeras ideológicas.
El modelo en vigencia ha sido consistente y puede volver a serlo. La clave pasa por asumir que la inflación, medida como se mida, es un problema que afecta al corazón del programa económico y, por ello, ocuparse debidamente de contenerla.