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Oféndanse y dénme mi helado

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Una campaña publicitaria protagonizada por una monja embarazada causa revuelo en Gran Bretaña, donde desde el jueves pasado el papa Benedicto XVI inició una controvertida gira. Dicho sea al pasar, el 77% de los británicos estima que los gastos de la visita no deberían haber recaído sobre ellos, y que si el Papa quiere visitar Gran Bretaña, el viaje debería pagárselo él, total, dinero no le falta.

El aviso de la marca de helados Antonio Federici mostraba a una monja joven tomando helado en en el interior de una iglesia, junto a la leyenda “Concebido inmaculadamente”, en clarísima referencia a la Inmaculada Concepción de Cristo. La publicidad apareció solamente en dos revistas, The Lady y Grazia, y despertó varias quejas entre las lectoras. Según informó la cadena BBC, la Advertising Standards Authority (ASA) prohibió la colocación de los anuncios en los alrededores de la Abadía de Westminster, en Londres, poco antes de la visita de Ratzinger. Antonio Federici, propietario de la firma de helados británica, argumentó que no entendía la reacción de las lectoras, ya que, en su opinión, lo que habían utilizado para dar el mensaje de que el helado “es nuestra religión” era “humor suave”.

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“Consideramos que el uso de una mujer embarazada a través de la inmaculada concepción será visto como una distorsión y burla de las creencias de los católicos romanos”, afirmó el ente regulador para justificar el levantamiento del aviso. Federici no se quedó atrás y calificó la medida como “una censura a la libertad artística” y advirtió que en venganza instalará una serie de carteles a lo largo de la ruta prevista para el Papa en torno a la Abadía de Westminster.

Si tuviéramos que hacer una lista de este tipo de reacciones de la Iglesia Católica ofendida no nos alcanzarían las páginas de este diario. Pero recuerdo una muy simpática ahora. A comienzos de los 90, una editorial italiana llamada e/o (que se dedica especialmente a la edición de traducciones de obras de autores de Europa central), decidió publicar un libro de Jana Cerná, una escritora checa nacida en 1928 y muerta en 1981. Su nombre puede no decirle nada a nadie, pero el de su madre es mucho más conocido: Milena Jesenská, la enamorada destinataria de las Cartas a Milena, de Franz Kafka. El libro en cuestión se llamaba originalmente Clarissa y otros textos, pero el editor italiano, con ánimo de provocación y buen gusto, decidió titularlo con uno de los versos del libro: Por el culo hoy no. El revuelo fue instantáneo, no sólo promovido por el Vaticano, siempre pionero en estas reacciones de ascendencia medieval, sino por muchos ciudadanos que sentían que ese libro exhibido en las librerías atentaba contra la moral –o contra su moral, no lo sé– y debía ser, como el aviso de la monjita que toma helado, erradicado, prohibido y, si fuera posible, quemado.

Los libros fueron secuestrados de las librerías y el caso terminó en el estrado. El editor tuvo que limitarse a decir que hasta ese día desconocía que las pretensiones de un Estado podían significar el secuestro de libros en otro. El libro volvió a las librerías y vendió muchos, demasiados ejemplares –más de los que hubiera vendido sin escándalo alguno, porque el libro era indiscutiblemente malo.

Todo lo que quiero ahora es saborear un helado Antonio Federici.