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Autoestima y liberación, una enseñanza del G20

La organización eficaz del G20 nos mostró un gran espejo que sirvió para encontrar un lugar posible entre extremos improductivos y autoflagelantes. No somos ni los mejores ni los peores.

Los presidentes del mundo en el G20
Los presidentes del mundo en el G20. | Cedoc

Por encima de los numerosos acuerdos firmados, del éxito de nuestra diplomacia, del rol cumplido por el presidente Mauricio Macri como anfitrión de la Cumbre del G20 celebrada en Buenos Aires, quedan algunos temas para el debate y la reflexión acerca de la visión que los argentinos solemos compartir acerca de nosotros mismos y nuestras capacidades.

La reiteración de fracasos, el proceso cíclico de ilusiones y desencantos, las diversas desesperanzas, saqueos y frustraciones fueron generando una mirada extremadamente pesimista sobre las posibilidades de nuestro país y sus ciudadanos.

Lentamente, como una viga que se corroe y se oxida a la intemperie, nos encontramos a merced de la negatividad como única herramienta para la supervivencia. Todo va a estallar, todo va a salir mal, no podemos hacer nada bien, somos los peores de la clase, todos los argentinos, los políticos, los periodistas, los empresarios, los intelectuales, los profesores son iguales. Todo está mal y va a estar aun peor. No hay nada que se pueda hacer. Somos así.

Por supuesto, la negatividad tiene su contracara en el triunfalismo banal, en el exitismo a toda costa, en la incapacidad parareconocer nuestros propios límites y en la certeza de considerarnos los mejores del mundo en todas las disciplinas. Una idea tan absurda que varias veces se ha dispuesto sobre nuestra cultura para esconder nuestros problemas: de la Argentina Potencia de los ’70 al Dios es argentino, pasando por la ilusión de tener menos pobres que Alemania y tantos otros momentos más o menos delirantes de nuestro pasado reciente.

La organización eficaz del G20 nos mostró un gran espejo que sirvió para encontrar un lugar posible entre extremos improductivos y autoflagelantes. No somos ni los mejores ni los peores. Somos como los demás. Estamos a la altura. Podemos conversar de igual a igual con todas las naciones del planeta. Podemos, pudimos, hacerlo bien y hay algo profundamente liberador en ello.

Hacer algo bien es un camino, un principio para recuperar nuestra autoestima como nación. Lo hicimos juntos. Hay una lista larga de cosas que también podemos hacer bien. Lo mejor de todo es que ya hemos comenzado. Estamos más cerca del país que podemos ser. Cada día un poquito más cerca. No es necesario hostigarnos, no es necesario convertirnos en superhéroes. Simplemente, alcanza con planificar, trabajar con objetivos comunes, acordar nuestras diferencias y disfrutar la tarea. Lo importante, lo seguro, el éxito, está en el camino. El G20 nos dejó esta enseñanza entre muchas otras. El esfuerzo tiene premio.

(*) Secretario de Gobierno de Cultura de la Nación