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Paraguay: los retos de Abdo Benítez

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Acto. El presidente de Paraguay asumió el miércoles. Macri y Awada estuvieron presentes. | afp

Esta semana estuve en Asunción participando en el acto de juramentación del nuevo presidente, Mario Abdo Benítez. Marito, como lo llaman sus seguidores para diferenciarlo de su padre, quien fue secretario privado del dictador Alfredo Stroessner, es el noveno mandatario desde el retorno de Paraguay a la democracia en 1989.
De 46 años, lidera un sector renovador de la Asociación Nacional Republicana (ANR), más conocida como Partido Colorado, fuerza que domina la política paraguaya de manera hegemónica desde hace más de siete décadas, salvo un quinquenio gobernado por los ex presidentes Fernando Lugo y Federico Franco (2008-2013). Fue electo presidente en las elecciones generales del pasado mes de abril, ocasión en la que derrotó al liberal Efraín Alegre, por un escaso margen de 3,7%.
Su mandato de cinco años arranca con viento a favor, pero también plagado de obstáculos y desafíos. El viento de cola viene de la economía. Este pequeño país de 7 millones de habitantes y cuarto exportador mundial de soja registra un sólido crecimiento, superior al 5% promedio en los últimos cinco años –muy por encima de la media regional–, pero con fuerte dependencia en los recursos naturales. La inflación es manejable (4,2% anual) y los déficits fiscal (1,5%) y el nivel de deuda pública son bajos (26% del PBI). La agencia calificadora Fitch recomendó al nuevo mandatario mantener una política económica prudente, mejorar la gobernabilidad y fortalecer la transparencia.
Este alto crecimiento económico convive con elevados niveles de pobreza –26,4%, de los cuales más de la mitad viven en las zonas rurales–, alta informalidad (40%), precariedad laboral, corrupción generalizada (puesto 135 a nivel mundial en el Indice Global de Transparencia Internacional), bajo nivel de presión tributaria (13% del PBI) y marcada debilidad institucional, sobre todo en la falta de independencia del Poder Judicial.
Para dar respuesta a estos desafíos, Abdo Benítez prometió concentrar sus prioridades en cuatro ejes: 1) mantener la estabilidad macroeconómica, aumentar la tasa de crecimiento y generar empleo de calidad; 2) mejorar el acceso y la calidad de la educación en un país en el que el 60% de la población tiene menos de 30 años, y solo 4 de 10 terminan el ciclo básico y únicamente 1 de 100 concluye la universidad; 3) respetar la institucionalidad y la división de poderes, sobre todo la independencia del Poder Judicial, poniendo fin a la existencia de “una Justicia amiga”, para luchar frontalmente contra la corrupción y la impunidad –a la que denominó “el cáncer a vencer”–; y 4) generar políticas sociales efectivas para promover la inclusión y reducir la abultada deuda social.
Pero la puesta en marcha de esta ambiciosa agenda no será fácil: sin mayoría en el Legislativo y con un Partido Colorado dividido entre su sector, otro independiente y el tercero bajo la influencia del ex presidente Horacio Cartes (quien hará una oposición férrea), la gobernabilidad no está asegurada. La falta de una base de apoyo político propio y encontrarse en minoría en el Legislativo lo obligará a negociar con todos los sectores políticos dentro y fuera del Partido Colorado. A ello debemos agregar la crispación de la población (sobre todo las clases medias urbanas y los jóvenes) frente a la corrupción, a un sistema político clientelar y a un Estado ineficiente.
Abdo Benítez propone un cambio de raíz para Paraguay, que incluya una posible reforma constitucional. Sus promesas tienen lugar en un momento en que el país vive una creciente movilización ciudadana. Para ello deberá oír y dar respuesta rápida a los reclamos de una sociedad que está harta de la corrupción y de los errores de sus dirigentes. La opinión pública y los analistas están divididos entre los escépticos –quienes opinan que Abdo Benítez será un simple continuador del conservadurismo colorado– y los que creen en sus promesas de cambio. Su discurso de juramentación fue bien recibido. Ahora es tiempo de gobernar y cumplir con las promesas.
Desde Argentina será importante observar qué suerte correrán las notas reversales que Cartes firmó con el presidente Macri sobre la hidroeléctrica binacional Yacyretá, en las que el gobierno paraguayo se comprometió a pagar más de 4 mil millones de dólares en un período de treinta años. Esta decisión ha generado un profundo malestar ciudadano y un sector político solicitó su anulación. Por su parte, el nuevo canciller, Luis Alberto Castiglioni, dijo que el gobierno no revertirá las notas reversales y que la decisión final queda en manos del Congreso argentino.

*Director Regional de IDEA Internacional.