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CONFLICTO

Parece que la Selección de todos no está hecha para algunos

El entuerto que estalló el martes pasado entre el técnico del conjunto nacional y el enganche de Boca luego de que éste renunció al Seleccionado argentino, sigue mostrando disparadores –los cuales se detallan en esta nota– que hacen casi imposible un acercamiento entre las partes. La mala relación de Riquelme con la joven guardia –de la que Carlos Tevez, Lionel Messi, Sergio Agüero y Fernando Gago son los principales referentes– lo dejó casi sin consenso dentro del grupo. De la nueva camada, sólo Javier Mascherano, el capitán del equipo, mantiene diálogo con el autoexcluido.

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Hacía un calor de los mil demonios en Maracaibo, ese día de junio de 2007. Se estaba jugando la Copa América de Venezuela y un canal deportivo decidió hacer un móvil en vivo con Carlos Tevez. Los periodistas destinados por el canal eran dos. Uno de ellos recibió una frase curiosa de parte de Tevez: “Che, Gordo, vos me dijiste que el 10 había cambiado, que estaba mejor, y sigue siendo el mismo hijo de puta que conocí en Boca”. La tremenda afirmación del pibe de Fuerte Apache, con la cámara apagada, ponía al descubierto el secreto que “el grupo” guardaba con mayor recelo: la mala relación de las principales figuras con Juan Román Riquelme. El rencor de Tevez hacia Román venía de larga data. Jamás se bancó que Riquelme lo ninguneara llamándolo por el número, cuando recién asomaba la cabeza en Primera. Para Riquelme, no era Carlitos, ni siquiera era “Tevez”: era simplemente, “el 9”. Tevez hasta se había sacado fotos con Román, era su ídolo. La distancia en el trato cambió esa idolatría por un enojo que, parece, no tiene fin.

En aquel mismo torneo, Riquelme echó a uno de los jugadores más jóvenes de una ronda de mate porque tomaba una gaseosa. “Salí de acá, andá a tomar Coca-Cola a otro lado, acá tomamos mate”, le espetó con cero onda. Todos miraron a Román. El 10 de Boca ni se inmutó. Con Hernán Crespo venía con problemas desde el Mundial de Alemania. El delantero de Inter le recriminó su poca predisposición a pasarle la pelota, Román discutió y no se hablaron más, salvo en el campo de juego.

Y todavía se recuerda el arribo de Messi a China, para disputar los Juegos Olímpicos. Se juntaron en un cuarto y se dijeron lo que había que decirse. Ahí sí el delantero del Barcelona habló: “Román, nosotros no nos llevamos bien o no tenemos onda, pero tratemos de convivir aunque sea este tiempo para ganar la medalla”. Riquelme firmó el armisticio y los resultados se vieron en la cancha. En Beijing se vio la mejor versión de la sociedad Messi-Riquelme. Pero fue un momento, una fotografía en medio de una película.

Como se recordará, Diego Maradona estuvo en esos Juegos Olímpicos y fue tomando nota de todo eso. Allí, Grondona le dio un adelanto de que podría ser el entrenador nacional; fue por eso que Diego trabajó como contenedor y se acercó mucho a los pibes. “Los pibes” son Messi, Agüero y Gago. Tal vez haya sido este contacto en Beijing –que Riquelme vivió muy de cerca– el primer paso de todo este lío. A Román no le cayó muy bien que Maradona se acercara tanto a Messi, su competidor directo por el timón del equipo. Agüero tiene un vínculo familiar con Diego y esto hace suponer que tiene ciertos privilegios. No saben lo que dicen, no conocen a Maradona los que piensan eso. Por lo visto, tampoco lo conoce Riquelme, que fue uno de los primeros en creerlo. Es más, lo sigue pensando. Román cuenta en su círculo áulico que en los viajes que Diego hizo a Europa (y no en los partidos con Escocia y Francia, como leímos esta semana) recibió comentarios negativos sobre él. Román se refiere a esas cenas en España, Italia e Inglaterra que Maradona tuvo en su última gira de visita a los jugadores y de las que se dio debida cuenta en esta columna.

Fernando Gago, por su parte, generó un vínculo muy cercano a Gabriel Heinze. Los días en Madrid los unieron y trasladaron esa amistad a la Selección. Heinze es un tipo muy querido, no sólo por Gago, sino por una abrumadora mayoría de jugadores del Seleccionado. Aquel famoso abrazo masivo al Gringo en Perú, tres días después de que Basile lo prendió fuego en la cancha de River sacándolo en el primer tiempo tras el gol de Paraguay, marcó el final del ciclo anterior. Y, además, dejó claro quién es uno de los líderes de este grupo. Este detalle también es importante.

Demasiados conflictos vinculados con Riquelme: Tevez, Gago, Heinze, Crespo, Messi. Agüero es muy amigo de Messi y, encima, el yerno del técnico. El único que mantiene cierta relación con Román es

Javier Mascherano. Es más de respeto que de afecto. Poco, pero es algo.

Maradona tomó nota de todo esto. Con Pekerman y Basile eran “Riquelme y diez más”. Con Maradona no. Diego fue claro cuando dijo “Mascherano y diez más” y le dio la capitanía al volante del Liverpool. Trató de diferenciarse de sus antecesores y siempre se negó a que Riquelme jugara a como diera lugar, como sucedió en los dos ciclos anteriores. Diego jamás negó a Román. Basta con recordar que en su partido de despedida, la única camiseta de Boca que se puso Maradona fue la de Riquelme. Pero dejó entrever que sin una preparación adecuada o que si no cumplía con las cuestiones tácticas, no iba a jugar.

Digamos, entonces, que Riquelme se veía venir que no le iba a ser tan fácil tener un espacio en el equipo a cualquier precio. Ya no estaba Basile, que lo puso aún cuando estaba colgado en el Villarreal (segundo semestre de 2007) y apenas se entrenaba. Ahora, Maradona notó que Riquelme no está bien. Y tiene razón. Riquelme jugó mal contra Huracán. En cambio, Román fue importantísimo en la victoria contra el Táchira. Pero frente a Independiente fue fácilmente absorbido por la marca. Ya hemos dicho aquí que el fútbol internacional tiene exigencias más altas que el torneo local. Si no se está bien físicamente, no hay manera de trascender en el fútbol internacional. El mejor Riquelme europeo estaba veloz; jugaba como Maradona pretendía que jugara. Diego es consciente de que, bien entrenado y sano, Riquelme tiene que estar.

Lo que pocos saben, es que Maradona llamó más de tres veces a Riquelme antes del excelente reportaje que le hicieron en el programa Gol de medianoche, de TyC Sports, la semana pasada. Ahí dijo que lo quería cerca del arco y no al lado del central o de los volantes de marca. Nada del otro mundo, nada vejatorio. Sólo cuestiones futboleras. Pero la verdad es que Diego intentó hablar en privado con Riquelme antes de la nota que desató la furia del 10 de Boca. Román no lo atendió. Para ser claros: lo que Diego dijo en televisión le vino como anillo al dedo para tenerlo como excusa, pero Riquelme se fue de la Selección porque sospecha que sus días de privilegio terminaron y que llega el tiempo de los Messi, Agüero, Tevez y Gago. Justamente, cuatro apellidos que Román jamás querría escuchar.

En cambio, sí atendió a Telenoche, su programa favorito. Y allí –atribulado, pensando que hay un técnico que no le iba a hacer concesiones y un grupo que no lo tiene entre sus preferidos– renunció una vez más.

Parece que la Selección argentina, la real, la de mayores, la que exige todo y un poco más, no fue hecha para Juan Román Riquelme.

Es una pena.