COLUMNISTAS

Penetración técnica

Milani podría explicarle a CFK la teoría del espionaje para sostener que al ex fiscal lo mataron. Ofensiva judicial y escuchas sorpresa.

Un veranito muy caliente, Cristina Fernández.
| Dibujo: Pablo Temes

Nunca estuvo más desconcertado. Léase kirchnerismo, Gobierno o Ella misma. Ni con las marchas de Juan Carlos Blumberg, que obligaron a concesiones en las escaleras de la Casa Rosada. O en la deliberada ausencia de la pareja oficial ante el desastre de Cromañón. Ni con el venezolano retorno valijero de Antonini Wilson. O la arrogante batalla con el campo por la absurda l25. Ni con la derrota electoral ante De Narváez, que precipitó un temporal “me quiero ir” de los dos. Ni, tampoco, con la muerte dolorosa y menos pensada de Néstor.

En más de una década, ningún episodio político confundió y sacudió tanto al Gobierno como la denuncia del fiscal Alberto Nisman sobre el affaire con Irán y, sobre todo, el trágico y violento final de su vida, justo el día anterior al que imaginaba pasar a la historia en el Parlamento.

Raro es morir un día antes de la batalla decisiva o de una pelea por el campeonato mundial, por utilizar dos ejemplos vulgares. Raro es considerar el desenlace como un suicidio a pesar de que “ese acto (voluntario o inducido) prueba que hay peores cosas que la muerte”, según expuso con lúcida obviedad Ernest Junger, notable escritor, alto oficial nazi y entomólogo, en uno de sus dos tomos de memorias.

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De ahí que gran parte del país pasa de sospechar una conspiración sofisticada, literaria, a entusiasmarse con lo que la especialidad –Inteligencia básica– atribuye a un operativo o “penetración técnica”, concepto criminal que un experto como el general Milani podría desarrollar en la Casa Rosada, si es cierto que está tan cerca de la Presidenta. Claro que un atentado de esa envergadura requiere, además de la descripción profesional, capacidad y equipos que tal vez no abunden en la Argentina.

Con casi veinte días de crisis y tinieblas, a Cristina le cuesta dormir, se ha sensibilizado, al extremo de convertir una pesquisa en un acto de fe y, como poco le ha salido bien por falta de información precisa y dadores de materia gris –además, no ignora que en tren de echar culpas la gente le carga por lo menos la desidia de no proteger a quien la denunciaba–, salió ayer a exhibir bondades de su gobierno por la cadena nacional, cerca del mediodía. Y con transparencias, señal de que luego asistiría a un coctel.

Poco habitual el horario de la ceremonia, pero necesario para acomodar al menos la tropa que la vitorea y aplaude. Si hasta el lote menos ferviente de seguidores electorales se viene complicando: Daniel Scioli padece bajas en el mes que pensaba subir y el meritorio Florencio Randazzo desapareció de escena hasta el discurso, cuando ya había alguno que presentaba hábeas corpus para encontrarlo en los diarios.

Verano caluroso. Para colmo, al margen de la indigestión interna de los veinte días que conmovieron al Gobierno, empieza un febrero caliente en el terreno judicial, con causas flotantes, tal vez con citaciones familiares por parte de Claudio Bonadio, la demorada resolución de una sala sobre el vicepresidente Amado Boudou, el tratamiento de la denuncia del fiscal Germán Moldes, que involucra a la Presidenta & Cía. con el empresario Báez (ahora en manos temblorosas de Norberto Oyarbide) y tres nuevos expedientes surgidos tras el caso Nisman (la investigación de su muerte, la
causa AMIA y la denuncia de la espuria relación con Irán), que el oficialismo intentará reducir a uno solo.

Todo eso, por no hablar de la suerte judicial que acecha a un influyente colaborador, el general Milani: una causa emparchada con prisa por enriquecimiento ilícito, bastante común a la de otros funcionarios prósperos, y otra más grave y menos frecuente, sobre la desaparición de un soldado en el Tucumán de los años 70, que se intentará dilatar hasta octubre o noviembre, pero cuyo final hasta el mismo militar conoce.

Para responder al enemigo en Comodoro Py, al Gobierno quizá le resta un intento misilístico contra Clarín (causa Papel Prensa), a través de la colocación de un nuevo fiscal que tal vez pretenda indagar a Héctor Magnetto, siempre y cuando logre afirmarse en el cargo y atraviese la recusación del Grupo y el reproche por la inconstitucionalidad de su designación.

Nada fácil el panorama entonces para la señora, que emprendió viaje a China.

Cambios. Mientras, antes del mensaje de la víspera, por culpa de la muerte del fiscal y la denuncia sobre los vínculos con Irán, Cristina propuso discutir la disolución del organismo sobre el cual se apoyó todos estos años, por derecha e izquierda, con su extinto marido (la Secretaría de Inteligencia), cambiar la orientación del aparato omnímodo construido por un tal Stiuso, que controlaba vidas por encargo, y en apariencia cederle más facultades a un futuro mega Stiuso con la fusión de servicios ad hoc, semiautónomos, como Prefectura, Gendarmería, Policía, Penitenciaría, etc. Y unificar en una única telefonista, la procuradora Alejandra Gils Carbó, todas las interferencias de aire, fijas, mails y mensajes que demandan los magistrados.

No se habla en el proyecto de cierta tercerización de empresas periféricas y semiprivadas que también investigan ciudadanos, relaciones, actividades, buscan cuentas o gastos en el exterior, para solaz de algunos tributaristas o funcionarios celosos de la vida privada de otros.

Como si nadie supiera que existen.

De paso, para agigantar los debates y disminuir el impacto Nisman, la titular del Poder Ejecutivo promovió revuelo con un treintañero que sugiere para integrar la Corte Suprema de Justicia, de modo que la eminencia del cuerpo se asegure trabajo y poder por más de 42 años (se jubilan a los 75). Un dictador de bolsillo para la Justicia.

Alguien, al margen de las condiciones del candidato, se preguntará la razón por la cual en un instituto como la Iglesia ante ciertas responsabilidades sólo votan los mayores de 60 años.

Contraataque. En paralelo, como se supone que habrán de circular más grabaciones cosechadas por Nisman para justificar sus denuncias –ya se conocieron algunas desopilantes y alentadoras para la enseñanza en la escuela primaria–, no sería extraño que en respuesta se difundieran otras, vinculadas a un caso que a Mauricio Macri le costó un procesamiento. Justo él, al que los encuestadores estiman beneficiario político de los últimos episodios.

Sin embargo, estas alternativas ocupacionales y los anuncios de la Presidenta con su visión paradisíaca de la Argentina cristinista, no parecen tapar el apresuramiento que, por desligarse del caso Nisman, delató errores y falsedades en la Casa Rosada. Un sinfín de dislates. Se requería otra prudencia para un episodio oscuro, trágico, y una denuncia de ribetes internacionales (ayer mismo, Hezbollah sostuvo que los blancos judíos son en todo el mundo, no en Israel únicamente) que se funda en personajes de cuestionable solvencia e importancia (Esteche, D’Elía, Larroque y hombres que atienden en Casa de Gobierno pero dicen no ser funcionarios, algo así como los tuits de la Casa Rosada que Aníbal Fernández sostiene que a veces no son de la Casa Rosada), que remiten a Oscar Parrilli y a un grosero e impresentable operador de lo que fue el opulento imperio de Irán, el de Dario, Ciro, Jerjes, interpretado por un lenguaraz antisemita que hasta se atreve a utilizar como seudónimo el nombre de Yusuf, que correspondía al salvador del islam, el sabio Saladino. Poco serio si no hubiera un muerto.