COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

Periodismo, Twitter y FB

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Debo reconocer que tengo una muy activa –a veces, demasiada– participación en Facebook. Desde que tomé contacto con esta red social y hasta hoy, me pareció y parece un formidable medio para compartir información y gozar los placeres de la buena música, el arte y la literatura, entre otros. Así, sumé contactos que me aportaron, además, conocimiento y acceso a materiales informativos y culturales que de otro modo me hubiese costado mucho más obtener. En ese espacio comparto además debates variopintos, en algunos casos excesivamente duros. Confieso haber permitido que mi temperamento me llevara a niveles de discusión muchas veces ríspidos, que hoy reconozco debí haber limitado.

Quise iniciar esta columna con tales aclaraciones personales para enfatizar algunos aspectos que tienen que ver con la responsabilidad del periodista en las redes sociales, tema que hace pocos días abordó el Defensor del Lector del diario madrileño El País, Tomás Delclós. “Las redes sociales –comienza el ombudsman español en su texto del 12 de enero último– son un espacio de proyección informativa y terreno para establecer una interlocución distinta con los lectores. Pero la intervención del periodista no puede tener la misma franqueza que en una taberna y hay un largo repertorio de episodios conflictivos en esta relación, necesaria, que se establece en las redes sociales.”

¿Adónde apunta Delclós, un objetivo que comparto? A la manera en la que los periodistas deberíamos conducirnos en las redes sociales, particularmente Facebook y Twitter, para evitar que los lectores de los medios para los cuales trabajamos puedan ser sorprendidos o influenciados negativamente por profesionales que se han ganado prestigio por su seriedad en el manejo de la información. Twitter es un ejemplo creciente de esa influencia, en particular por su inmediatez y el impacto que sus envíos producen en la sociedad. Nada hay, en estos días, más efectivo para transmitir noticias frescas, opiniones o réplicas que este espacio. No hay medio con mayor velocidad de difusión, y la reproducción viral de sus contenidos es incomparable con el resto de los medios. Esto, claro, conlleva una enorme responsabilidad para los emisores, periodistas incluidos.

Dulclós relata un episodio en el que le tocó intervenir: “Una periodista de este diario enlazó en su cuenta de Twitter una viñeta de El Roto (N. de R.: humorista de ese periódico) publicada por El País. Mostraba a una mujer embarazada que se hacía la siguiente reflexión: ‘¿Cómo es eso de que el embarazo es mío y el aborto de un psiquiatra, un cura, un juez?’. Y un lector replicó que cómo era eso de que la pensión de manutención de los hijos es del padre y la decisión de abortar sólo de la madre. Esta intervención motivó un segundo mensaje de la periodista que concluía con la frase: ‘¿En qué mundo vives?’. Otros miembros de la red entraron en el debate, uno de ellos tratando al citado lector de ‘zopenco’. Y éste me remitió una carta (...) en la que manifiesta que es profesor universitario(...) y considera una afrenta pública la expresión ‘en la que se me tutea y se me dice que no sé en qué mundo vivo, hecho con el salvoconducto de ser periodista de El País’ y jaleada, prosigue, por trolls, condición que algunos intervinientes en el foro achacan, a su vez, al lector. La periodista se inhibió en el cruce de mensajes posteriores y no publicó ninguna otra réplica. Los diálogos en la red social admiten un registro más cotidiano y de mayor emotividad, pero la interjección no es la respuesta apropiada”. El ejemplo que cita el ombudsman español se suma a otros que reproduce, vinculados a periodistas de CNN y The New York Times (en el primer caso, la periodista involucrada fue despedida), y puntualiza cómo en algunos medios (The Washington Post, Associated Press) se están incorporando nuevos artículos a sus reglas de estilo y ética para adecuarse a estos tiempos. The Washington Post, en su guía de conducta en redes sociales, recuerda a sus periodistas que cuando intervienen en ellas siempre son periodistas del diario y les recomienda, antes de publicar un mensaje, preguntarse si su contenido suscitará las dudas del lector sobre su capacidad para hacer el trabajo de manera objetiva y profesional. “Si es así, no lo publiques”, concluye. El texto incluye recomendaciones prácticas, como la de contar hasta diez antes de responder a una crítica, no tomarla como algo personal y nunca replicar en nombre del diario.

Sería valioso que PERFIL incluyera en sus normas de ética líneas de conducta para el tema. Por ahora, sugiero a los periodistas de este diario un par de recomendaciones: hacer buen uso de la información que tienen, chequear la que circula, cuidar el lenguaje y no comprometer nunca al medio para el que trabajan. Desde ahora, yo también me incluyo por haber sido, tal vez, el máximo pecador.