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Nos damos muy poca cuenta de cómo cambia nuestro propio mundo, el de la comunicación. Sin embargo, las transformaciones profundizan y transforman de manera radical el ecosistema de ese planeta que antes llamábamos de la información y que hoy ha sufrido alteraciones decisivas.

Pueden tomarse tres ejemplos de estas derivaciones, todos ellos provenientes del Hemisferio Norte y del mundo occidental, como muestra de hasta qué punto ese terremoto modificó el aspecto, los lenguajes y la manera de gestionar los medios.

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El caso de Le Monde de París es paradigmático. Ese diario, fundado en diciembre de 1944, en vísperas de la terminación de la Segunda Guerra Mundial, ha sido durante décadas una de las voces más firmes y creíbles de la galaxia periodística democrática. Sus columnas, reportajes, entrevistas y editoriales expresaron el núcleo sólido del mejor pensamiento francés. Pero nada dura para siempre.

Aquel tabloide austero y excepcional fundado por Hubert Beuve-Méry a la sombra del gran De Gaulle, fue vendido en 2010. Sus nuevos accionistas mayoritarios son un trío de feroces y brillantes hombres de negocios (Pierre Bergé, Xavier Niel y Mathieu Pigasse). Tras la fuerte inyección de euros destinada a preservar la vida de Le Monde, vino la decisión complementaria: Eric Fottorino fue reemplazado en la dirección del diario por Erik Izraelewicz. Pero Le Monde no es cualquier diario. Como parte de su peculiar sistema de gestión, los cargos jerárquicos deben ser aprobados en libre votación por el personal, que en asambleas respectivas se expidieron: el 78% de los ejecutivos, el 75% de los empleados y el 74% de los periodistas avaló la designación del octavo director en los 62 años de vida del diario, una de las joyas del periodismo mundial, que leo y al que admiro desde que me hice su lector empedernido en los años sesenta.

Primer tema, pues: inversión, pragmatismo y gobernabilidad participativa del medio. Izraelewicz ratifica en su editorial inaugural (15 de febrero) los valores fundacionales de Le Monde: “Asegurar al lector informaciones claras, verídicas, y, en la medida de las posibilidades, rápidas y completas”. Pero ese evangelio de 1944 tiene significados diferentes en 2011, por lo cual encara una transformación potente. “Le Monde debe cambiar. No va a renunciar, sin embargo, a lo que configura su identidad. Por el contrario, más que nunca debe llevar en alto sus principios: independencia respecto de los poderes, económicos y políticos, calidad de la información, rigor en la gestión”.

Admite que una tormenta tecnológica que, Internet mediante, todo lo modifica, pero postula un formidable plan de vida sobre la base de principios y convicciones periodísticas: “En este mundo de híper información, de mala información, y de información manipulada, el lector desea que le acerquemos los datos con honestidad, que lo ayudemos a comprender su significado y a anticipar sus consecuencias”.

Izraelewicz, que tiene 57 años, pasó 14 como redactor del diario, antes de irse a dirigir otros medios, pero este diplomado de la legendaria Escuela de Altos Estudios Comerciales (HEC) asume el legado de su predecesor, Fottorino, admirable síntesis de acción: “Liberarse de los prejuicios, desconfiar de los hábitos”.

Ese es también el mensaje del implacable, temible y fabulosamente exitoso Rupert Murdoch. A los 70 años, este brutal caudillo mediático del mundo anglosajón, dueño en los Estados Unidos de The Wall Street Journal y del New York Post, y del gigantesco The Sun de Londres, ratifica su sed insaciable de renovación y cambio con la creación de un nuevo diario, The Daily, pero sólo en formato tableta iPad, para ser leído en el mágico juguete que se expande sin límites. No más papel, no más vendedores de diarios, no más tinta: pura virtualidad y un acceso formidable a todo, todo el tiempo, desde cualquier parte.

Magnate de apetitos voraces, Murdoch no se anda con pequeñeces: The Daily, lanzado en iPad el 2 de febrero, supone una inversión inicial de US$ 30 millones, un presupuesto de US$ 500 mil mensuales y un staff de cien periodistas para cubrir sus cien páginas diarias. ¿Quiere leerlo? Pague primero, acceda después: 40 dólares por año, 99 centavos por semana, 14 centavos por día.

Zar de los tabloides populares, Murdoch se asegura, con Jesse Angelo como director, no una simple versión Internet de un diario mentalmente pensado como se los concebía hace treinta años. Es otra la idea: nuevos códigos de lectura, textos pensados para la era digital, videos de alta definición, audios nítidos y brillantes, y rápidos.

Hay un tercer caso que puede encolumnarse dentro del balance de los nuevos modos y los nuevos criterios. Un grupo mediático líder en el mundo en lengua española, Prisa (Promotora de Informaciones SA), informa al público sobre sus resultados. A través de su diario El País, Prisa, que en la Argentina maneja Radio Continental, proclama que el matutino, líder en difusión en España, obtuvo en 2010 un beneficio neto de 19,2 millones de euros y que su nivel de endeudamiento se ha reducido 4,92 veces su resultado bruto de explotación (Ebitda) respecto de 2009. El informe (http://bit.ly/i5iSvV) es de una transparencia y un detalle que asombran. Yo, al menos, no conozco ningún grupo mediático argentino que blanquee su ecografía económica con tanta minuciosidad. Confiesa que como resultado de ese esfuerzo y la dotación de unas provisiones de 130 millones de euros para el saneamiento del balance, Prisa sufre pérdidas de 72,8 millones de euros en 2010, frente a beneficios de 50,4 millones en el ejercicio anterior.

De modo que todo cambia y en el mundo de los medios, de los que tanto se habla, la velocidad, mucho me temo, es superior al promedio del resto de las actividades humanas. Como en tantas otras circunstancias o actividades, el mundo en cambio ofrece posibilidades para reflexionar sobre los desafíos y las posibilidades, pero también sobre las indigencias y carencias que caracterizan nuestros a menudo arcaicos modos argentinos.

*En Twitter: @peliaschev