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Peronismo y madera

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Entre los muchos mitos peronistas (quiero decir: mitos “gorilas” sobre el peronismo), el más persistente es el que se refiere al poco respecto de los descamisados por la madera.

Se dice que quienes se beneficiaron con las viviendas de los planes quinquenales del gobierno de Perón (chalets con 2 y 3 dormitorios, con paredes exteriores de 30 cm y pisos de parquet) habrían levantado las tablitas de madera para hacer asado. El mito, recordaba Mario Wainfeld, “gozó de buena prensa y divulgadores masivos de clases medias y altas”.

El asunto llega hasta nosotros con diversas inflexiones, desde las descalabradas declaraciones de Ernesto Sanz, para quien “desde que se implementó el programa de Asignación Universal por Hijo, los datos marcan que lo que se venía gastando en juego y droga ha tenido un incremento” (otra vez, concluyó, “utilizan el parquet para hacer asado”) hasta el humor de Bombita Rodríguez, para quien “el parquet es mucho más útil para hacer un asado” (“Levantalo, no lo pensés, el parquet es un desvío muy burgués”), pasando por la frivolidad de los adeptos al régimen (cada año, la agrupación JP Evita de La Matanza festeja el Día del Trabajador con un gran “asado al parquet”).

Todo mito tiene algo de verdad, pero poco importa que alguien efectivamente haya quemado sus pisos para asar la carne (y, además, los actos de un individuo singular no pueden caracterizar a la especie). La verdad del mito no está en el registro de lo demostrable, sino en el de lo imaginario: dice una verdad sobre un conflicto, resolviéndolo en un plano que poco y nada tiene que ver con la realidad (así Edipo como Quetzalcóatl). La historia del peronismo encuentra en esta unidad mitológico-gastronómica la verdad de un resentimiento clasista de doble dirección: el resentimiento hacia una forma de vida de la que no se participa y que, por eso mismo, no se comprende y se desprecia.

Días atrás un amigo me mostraba la foto del parquet de un departamento que había arrendado a una locutora ultrakirchnerista (es decir, irremediable). Cuando consiguió que lo desalojara, descubrió el parquet quemado por incontables cigarrillos que la joven había arrojado desde la cama directamente al suelo.

Los peronistas no son ni buenos ni malos, son incorregibles. La inolvidable sentencia borgeana pone al peronismo más allá del bien y del mal, y más allá de la verdad, es decir: en el espacio puro del mito.