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intolerables

Peterson y Zizek

Zizek siempre detestó la glamourización del “margen” de Foucault.

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Dos escuelas de psicología se trenzaron en una pulseada en vivo que se llamó “el debate del siglo”. Jordan Peterson es un psicólogo canadiense; como Rita Segato, advierte la precarización de la masculinidad y organiza una teoría a partir de su práctica clínica con sus pacientes. Slavoj Zizek es un soldado de Lacan que disemina su lectura desaforada sobre el mundo que nos rodea. El show de Zizek es despachar párrafos intensos donde la teoría baja como tentáculos sobre películas, inodoros y políticos; Peterson, en cambio, busca operar como un naturalista clásico.

Ambos son outsiders: el progresismo actual suele tildarlos de fachos porque cuestionan los nuevos dogmas, absolutos e indiscutibles. Atildado, de traje impecable (capitalista), Peterson planteó que las categorías de la lucha de clases marxista se trasladaron a la opresión de grupos (mujeres, negros, etc.), y eso es problemático filosófica y socialmente. Desaliñado, en chomba gris (marxista), Zizek acordó: siempre había detestado la glamourización del “margen” de Foucault: estoy en el margen, ergo, es el lugar para hablar.

¿Qué los hace intolerables? Todo lo que no halaga el paradigma actual debe “cancelarse”; así, las universidades cancelan presentaciones de toda persona que pueda “ofender”, con variantes de los argumentos con los que escuelas cancelan Caperucita Roja. La subjetividad está dada por la raza o el género: el gran ausente es el inconsciente.

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Con los maestros de la sospecha, Zizek mantiene viva la llama del descubrimiento de Freud: la zona oscura que nos habita y no puede tabularse. Peterson tiene su versión del inconsciente: sus analogías con Neanderthales y el sistema nervioso de las langostas plantean que actuamos y nos organizamos según la agencia de fuerzas químicas y atavismos cerebrales de los que no somos conscientes, desde hace millones de años. En un mundo de certezas militantes, ambos mantienen el link con la oscuridad.