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Planeta Mafia

En algún momento pensé que Byung-Chul Han, un filósofo de Corea del Sur que vive en Berlín, era un genial invento editorial.

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En algún momento pensé que Byung-Chul Han, un filósofo de Corea del Sur que vive en Berlín, era un genial invento editorial. Pero parece que no. En nuestro país lo publica Herder y en la solapa de los libros aparece un coreano de pelo largo, muy cool, que podría ser el galán de una película como Con ánimo de amar. Han saca libros pequeños, algunos muy divertidos y amenos. A veces rondan lo chanta. Pero me gustan. En el último, La expulsión de lo distinto, habla de “los atracones de series” que la gente suele darse ahora que te podés comprar una caja con temporadas completas y ver las series de corrido como y cuando quieras. Se acabó eso de reservarse el día para ver una serie y esperar hasta la otra semana para saber cómo sigue. Dice Han: “A los consumidores se les ofrecen continuamente aquellas películas y series que se ajustan por entero a su gusto, es decir, que les gustan. Se los ceba como a ganado de consumo con lo que siempre vuelve a resultar igual. Los atracones de series se pueden generalizar declarándolos el modo actual de percepción. La proliferación de lo igual no es carcinomatosa sino comatosa”. Bien, llegué a Barcelona hace unos días y mi amigo Guido estaba viendo la primera temporada de Los Soprano, serie que yo nunca había visto pero conocía de oídos.

Me pareció una obra maestra y rápidamente ambos estábamos esperando regresar a la casa para seguir viéndola. Así como Ray Bradbury desarrolla los cuentos de Cheever en Marte, los guionistas de Los Soprano hacen lo mismo, pero en el planeta Mafia. Es muy difícil reescribir El padrino, una obra maestra de Coppola, tan singular que el mismo director fracasó al hacer una tercera versión. Pero Los Soprano nunca para. Como los personajes de Tolstoi, todos los de la serie son inestables, nunca se sabe qué van a hacer. Un tío quiere matar al sobrino pero también, en algún lugar, lo ama. No es necesario estar en la mafia para sentir ganas de matar a tu padre o a tu madre o a tu hijo. ¿Para qué sirve la ficción? Para que la vida tenga sentido. Después de ver una película de Kaurismäki, no volvés a ser el mismo. Tony Soprano anda en la calle, lo cruzamos todos los días, lo vemos en el bar y tira la basura en la misma vereda que nosotros. Le teme a Dios, pero sabe que no existe. Y ahí va a estar por los siglos de los siglos mientras alguien se acurruque frente al fuego para contar una historia. Hasta que la muerte nos separe.