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EmisiOn cero de señales /PANORAMA

Plateísmo trágico

los saltos de la divisa se reflejan en los precios de los alimentos y generan más pobreza.

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Crisis. Los economistas recurren a pensadores como Harari. | cedoc perfil

Cómo será el nivel de crisis, incertidumbre y delirio que los informes de las consultoras económicas empiezan a incorporar en medio de sus pronósticos citas de pensadores sobre el devenir de la historia. Hace tres días, la firma Eco Go, que lidera Marina Dal Poggetto, explicaba en su reporte mensual que las últimas tensiones cambiarias surgen de la paradoja de que el Gobierno por un lado necesita alimentar el pánico de una vuelta de Cristina Kirchner para tener chances de reelegir, pero que es ese mismo escenario cada vez más probable por la estanflación lo que al mismo tiempo le dispara el dólar. Y en ese momento citó esta frase del israelí Yuval Harari en su último libro 21 lecciones para el siglo XXI: “La estupidez humana es una de las fuerzas más importantes de la historia, pero a veces tendemos a pasarla por alto. Políticos, generales y estudiosos ven el mundo como una gran partida de ajedrez, en la que cada movimiento obedece a meticulosos cálculos racionales. Esto es correcto hasta cierto punto (...) El problema es que el mundo es mucho más complejo que un tablero de ajedrez, y la racionalidad humana no está a la altura del desafío de entenderlo realmente. De ahí que incluso los líderes racionales terminen con frecuencia haciendo cosas muy estúpidas”.

Con la secuencia que esta semana dejó el dólar al borde de los $45, el Gobierno volvió a ponerse a nada de ser el plateísta mejor ubicado de su propia tragedia. Por todos los errores y las canchereadas de 2016 y 2017 que lo llevaron a pedir la escupidera dos veces al FMI en 2018, está en marcha un experimento de ajuste que por un lado golpea la actividad económica, y por el otro no permite meterse a contener el dólar salvo que se mueva por afuera de una banda que hoy está entre los 38 y monedas y los casi 51 pesos en el mercado mayorista. Cuando pegue sacudidas en ese rango de hasta 30%, muy posibles en años de fuga de capitales por elecciones, solo queda subir la tasa de interés, intervenir en el mercado de futuros, o rezar para que el campo entregue los dólares o para que alcancen las ventas que haga el Tesoro para hacerse de pesos.

Es la libre flotación del tipo de cambio, que funciona muy bien en los papers de los burócratas del Fondo, pero que es como decir misoprostol en Tucumán cuando se aplica en un país bimonetarista demente como el nuestro: los saltos de la divisa se reflejan en los precios de los alimentos y generan más pobreza.

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Decir libre flotación del tipo de cambio en el país es como decir misoprostol en Tucumán

Además, el equipo económico de la Casa Rosada considera que la inflación algún día empezará a ceder de mayo en adelante porque están aspirando pesos y no emiten más para financiar al Tesoro. El tema es que el costo de vida hoy se acelera porque también hay emisión cero de opiniones de parte del Gobierno en mercados clave: hubo emisión cero de medidas para que la mayor empresa láctea no deje de hacer la leche barata por concentrarse en los quesos, la exportación y el lanzamiento de leches premium; hubo emisión cero de señales para que el mercado de la carne no recomponga márgenes justo al comienzo del año cuando estaban previstos incrementos en los servicios públicos; hay emisión cero de objeciones para que la nafta suba otra vez este fin de semana o para que las prepagas lo hagan de nuevo en mayo (de hecho se eliminó la obligatoriedad de que le informen las alzas a la Secretaría de Comercio, y ahora solo lo revisa la Superintendencia de Salud).

Así, al Gobierno le siguen pasando cosas, para desesperación incluso de las principales espadas de, por ejemplo, María Eugenia Vidal, que deslizan: “La intransigencia del FMI nos va a ahogar; nos dieron un ejército de soldados pero nos dejan mandarlos de a uno, nos van a liquidar”. O para inquietud de brokers muy allegados al Gobierno, que definían como “una locura” no poder intervenir cuando la divisa subía tres pesos en dos días, o afirmaban que “nos estamos ahogando en un vaso de agua”.

Nos estamos cocinando en un tecito Lipton”, bromeaba un broker en referencia a David Lipton, el vice de Christine Lagarde y patriarca del tipo de cambio libre a toda costa. Ojo, hay dos características de “tecito” que entusiasman a los que buscan convencerlo de alguna “addenda” al acuerdo para poder contener la divisa. Uno, trabajó mucho la Argentina cuando ocupó el departamento latinoamericano del FMI, antes de irse al equipo económico de Larry Summers en los 90, por lo que podrían permearle los argumentos de nuestra dependencia verde. El otro dato: es del Partido Demócrata, donde justo ahora están fluyendo revisiones a la teoría monetaria clásica, para que le explote el bocho a Javier Milei. Hablan de la MMT, o la modern monetary theory, un reenfoque de la receta madre que aplica el Gobierno.

Lo loco es que la aceleración inflacionaria de las últimas semanas, el último minishock del dólar a $ 45 y el consiguiente nuevo aumento de la tasa a más del 68% pueden ser un rocío de glifosato sobre las planillas que empezaban a mostrar entre dos y tres meses seguidos de crecimiento contra el mes previo (persisten las caídas contra 2018) en distintos indicadores, como el patentamiento de motos, las ventas de hierro, los despachos de cemento, el empleo en la construcción en 13 de 25 provincias, las importaciones de bienes de capital o la recaudación por seguridad social.

Aún lejos de ser una tendencia que se palpe en la calle o siquiera que permita hablar del fin de la recesión, es increíble que el Gobierno envuelto en dogmas propios y comprados se siente a mirar su propia derrota al poner en riesgo una reactivación, lo que no sería nada si no nos llevara puestos a todos consigo, mientras el jefe de Estado llama a “hacer el esfuerzo de subir la montaña”, “tirando todos del carro” porque “esto es más complejo que el fútbol, ya que no hay un Riquelme que te salve”, en una acumulación de metáforas de la impotencia que no se vio ni en el Congreso Internacional de la Lengua.