COLUMNISTAS

Poder y verdad

El 79,7% de los argentinos está en contra de que se utilicen reservas para el pago de la deuda. Sorprende que tantas personas tengan una opinión formada y coincidente sobre un tema complejo, donde los propios economistas no se ponen de acuerdo sobre lo que sería mejor para el bolsillo del ciudadano medio.

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Redrado y Cristina cuando todo era sonrisas.

El 79,7% de los argentinos está en contra de que se utilicen reservas para el pago de la deuda (ver en página 10 la encuesta de Management & Fit). Sorprende que tantas personas tengan una opinión formada y coincidente sobre un tema complejo, donde los propios economistas no se ponen de acuerdo sobre lo que sería mejor para el bolsillo del ciudadano medio. Más paradójico es que hace algo más de tres años el 73,7% de los encuestados por la consultora de Zuleta Puceiro estuvo de acuerdo con pagar con reservas del Banco Central al FMI.

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La opinión pública no tiene aspiraciones de congruencia intelectual y asume sus juicios como reflejo instantáneo de sus emociones: todo puede ser verdadero si proviene de alguien querido, y todo falso si se origina en quien odia.

La verdad es una correspondencia o coherencia entre palabras y cosas, o proposiciones aceptables científicamente en consecuencia de ser verificadas. Pero para Foucault la verdad no es del terreno de la ciencia sino del poder. En Microfísica del poder sostuvo que verdad y poder no se pueden desunir porque donde hay poder hay verdad, donde hay verdad hay poder, y no podrían existir independientemente. Foucault entiende la verdad como “un conjunto de procedimientos reglamentados por la producción, por la ley, la repartición, la puesta en circulación y el funcionamiento de los enunciados. La verdad está ligada circularmente a los sistemas de poder que la producen y la mantienen, y a los efectos de poder que la inducen y que la acompañan”.

Quien pierde el poder (Kirchner hoy) pierde la verdad (uso de las reservas del Banco Central). Y quien tiene el poder (Kirchner en 2006) tiene la verdad (pago anticipado de la deuda al FMI).

Para Foucault, el poder precisa a la verdad para su normal funcionamiento; paralelamente, la verdad genera dispositivos y estructuras de poder: “No hay ejercicio de poder posible sin una cierta economía de los discursos de verdad que funcionan en, y a partir de, esta pareja. Estamos sometidos a la producción de la verdad desde el poder y no podemos ejercitar el poder más que a través de la producción de la verdad”.

Lo que hay es una batalla continua por la verdad, asumiendo la verdad como “el conjunto de reglas según las cuales se discrimina lo verdadero de lo falso y se ligan a lo verdadero efectos políticos de poder”.

Cuando el Poder pierde el poder y se reduce su nivel inhibitorio (Alfonsín en 1987, Menem en 1998 o Kirchner en 2008), emerge la insurrección de las verdades sometidas. Allí, lo que antes era pecado pasa a ser virtud porque el poder que lo descalificaba, inferiorizaba jerárquicamente, confiscaba y reducía convirtiéndolo en basura se debilita al punto de ya no poder ejercer una de las dos funciones que tiene el poder: la de exclusión que niega, prohíbe y oculta (la otra función es la de engendración).

La pérdida de poder del Poder (Kirchner) libera aquello que estaba ridiculizado (la división de poderes, el sentimiento republicano o lo radical) y rescata de la oscuridad esas verdades que estaban dormidas. Allí, quienes estaban escondidos se despiertan (legisladores, jueces, periodistas; obviamente, hay muchas excepciones) porque el poder golpea su puerta y llegó la hora de su verdad.

Como decía Sun Tzu en El arte de la guerra, no hay generales cobardes y generales valientes; simplemente hace falta que una cantidad suficiente de soldados del ejército del general valiente pasen al ejército del general cobarde para que el cobarde sea valiente y el valiente, cobarde.

Para Foucault el derecho siempre enmascara al poder, no se trata de legítimo e ilegítimo sino de lucha y sumisión. Escribió: “Otra curiosa y muy hipócrita división del trabajo entre los hombres de poder y los hombres de saber dio lugar a este curioso personaje, el del sabio, el del científico, que debe renunciar a cualquier poder, renunciar a cualquier participación en la ciudad, para adquirir la verdad. Todo esto constituye la fábula que Occidente se cuenta a sí mismo (N de R: en Oriente es explícita la intima relación entre verdad y poder) para enmascarar su sed, su gigantesco apetito de poder sirviéndose del saber”.

La ley para Foucault no traza fronteras inexpugnables entre legalidad e ilegalidad porque hay ilegalidades que tolera o permite a algunos en determinadas situaciones. Y todo dispositivo legislativo ya contempla en su génesis zonas reservadas para su infracción y que éstas puedan ser o no castigadas dependiendo de cuál sea el paradigma de turno.

En La filosofía de Michael Foucault, Esther Díaz remarca que “el poder es algo múltiple, se trata de un juego de fuerzas que no tiene otro objeto ni sujeto que la fuerza. El poder excede la violencia, la violencia se dirige a cambiar o destruir objetos, las fuerzas tienen como objetivo otras fuerzas. Las relaciones de poder comprenden acciones sobre acciones: incitar inducir, desviar, facilitar, dificultar, ampliar o limitar, hacer más o menos probable. Las relaciones de poder se caracterizan por la capacidad de unos para conducir las acciones de otros. Es una relación entre acciones, entre sujetos de acción. El poder es la capacidad de conducir de manera no física las conductas, de hacer caminar a la gente sin ponerle, con las propias manos, los pies en forma adecuada. En la esclavitud no hay verdadera relación de poder. Para que se den realmente relaciones de poder es indispensable la libertad de los participantes. Una relación de poder es del orden de la lucha, pero no de la lucha antagónica sino agónica. Una incitación recíproca, una provocación permanente. El poder es del orden de la gobernabilidad en el sentido de estructurar el campo de acción de los otros. Las instituciones se determinan por sus diagramas de fuerzas”.

Y la profesora Esther Díaz concluye: “El poder no es una propiedad, no se posee; es una estrategia, se ejerce. Las fuerzas de poder se definen por su capacidad de afectar a otros. A su vez, tienen capacidad de resistencia. Cada fuerza puede afectar y ser afectada por otra. No (se debe) considerar al poder como un fenómeno de dominación masiva y homogénea de un individuo sobre otros, de un grupo sobre otros, de una clase sobre otras, sino tener presente que el poder tiene que ser analizado como algo que circula, como algo que no funciona sino en cadena”.

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Héctor Magnetto se debe estar riendo a carcajadas. Le está demostrando al Gobierno lo que Nietzsche decía excesivamente: “Lo que no hay son los hechos, sólo existen interpretaciones”. Y en ese magnificado caso, el dueño de las interpretaciones sería Clarín. Tanto la jueza Sarmiento como Martín Redrado hablaron sólo para TN y sus coincidencias con el presidente del Banco Central alcanzaron hasta el punto que el mismo abogado que representa a Clarín en el pedido de inconstitucionalidad de la Ley de Medios también fue quien patrocinó a Redrado en la inconstitucionalidad del DNU que lo destituyó. No hace falta hilar muy fino: el propio diario Clarín publicó anteayer en su página 4 que Cristina Kirchner se enojó con Redrado porque almorzó con cuatro periodistas de Clarín la semana anterior al enfrentamiento final con el Gobierno.