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viejas enseñanzas

Política y el método científico

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Carl Sagan. Pedía un equilibro entre el escepticismo y la apertura de ideas. | Nasa
Si los políticos y los analistas incorporaran a su trabajo el método científico, serían más objetivos, conseguirían mejores resultados y se disminuiría su brecha con el sentido común de la gente, cuya mayoría rechaza las viejas formas de la política y quiere un cambio radical porque percibe que su discurso está obsoleto. Esto se ha generalizado en casi todos los países americanos, de Estados Unidos a Brasil, pasando por México, Colombia, y todos los países latinoamericanos en los que las organizaciones más desprestigiadas son los partidos políticos, los sindicatos, los Parlamentos, la Justicia, y todo lo que tiene que ver con la política. Esto es malo para la democracia, deberíamos trabajar para que no siga así, pero se reitera en todos los estudios empíricos que analizamos todos los meses.

Ante ese disgusto, los nuevos electores apoyan a líderes que tienen en común que no se parecen a los tradicionales, aunque en la realidad son de distintos tipos. A veces son dirigentes modernos, que conocen las complejidades del mundo globalizado, que trabajan en equipo, que no tienen poses mesiánicas, como Barack Obama, Bernie Sanders, Marina Silva, Mauricio Macri y otros. Cuando no hay alternativas superadoras, la gente vuelve la vista a líderes sin preparación, con mentalidad aldeana, nacionalistas, que no comprenden el mundo, pero expresan instintivamente la frustración de la gente. Aparecen entonces personajes como Donald Trump, Nicolás Maduro, Evo Morales, Rafael Correa, Tiririca y una larguísima lista de out siders. Cuando todos los políticos apoyan a un candidato en la segunda vuelta la gente los derrota a todos, como ocurrió con Alvaro Noboa frente a Correa y a Mario Vargas Llosa frente a Fujimori. Actualmente, casi siempre los apoyos restan.

La ciencia avanza usando una metodología que pocos políticos aprenden. Carl Sagan dice que para el avance del conocimiento en general, se necesita un equilibrio entre el escrutinio escéptico de todas las hipótesis que se nos ocurren, y una actitud abierta para aceptar nuevas ideas. “Si sólo eres escéptico, nunca aprendes nada nuevo, te conviertes en un viejo cascarrabias convencido de que la estupidez gobierna el mundo (existen, por supuesto, muchos datos que te apoyan). A veces contactas con una nueva idea que resulta ser maravillosa y si tienes demasiado arraigado el hábito de ser escéptico, puedes pasarla por alto o tomarla a mal, y eso te sacará de la vía del entendimiento y del progreso. De otro lado, si eres demasiado crédulo y no tienes sentido del escepticismo, no podrás distinguir las ideas útiles de las inútiles. Algunas ideas son mejores que otras. Para distinguirlas hay que saber mezclar el escepticismo con la ilusión de aprender”, señala Sagan.

A menudo ocurre que después de una discusión un científico le dice a otro: “El tuyo es un gran argumento; yo estaba equivocado”. Después cambia su punto de vista y no vuelve a defender las viejas tesis. Nunca vi algo semejante en el debate político o religioso. Es raro que al terminar un debate un senador diga: “El argumento que ustedes han expuesto es muy bueno. No tenía razón, voy a cambiar de idea”. Tenemos políticos que dicen que votan por “disciplina partidista” y seminarios sobre la vigencia de teorías del pasado.
En el medio científico se promueve el intercambio de ideas, la duda, el liderazgo horizontal. Los hombres de ciencia trabajan con verdades provisionales, y saben escuchar antes de hablar. En la comunidad científica no tendría ningún respeto alguien que diga “esta galaxia no existe porque lo afirmo yo, que soy el decano”. Si un astrónomo dice que no se necesita hacer nuevas observaciones porque él sabe todo lo que ocurre en el Universo pierde el trabajo por ignorante. En cambio, en el mundo del poder es posible escuchar la frase “esto es así porque lo dice el líder máximo” o que algún dirigente diga que no cree en los estudios empíricos porque sin ellos “sabe” lo que pasa correteando por las calles. Todavía hay quienes les creen, pero la gente se informa y la brujería tiende a debilitarse.

*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.