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Política y fantasmas

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Cuentan los libros de historia (pero el Señor es grande y misericordioso y yo no los he leído) que a no sé qué general británico Su Majestad le encargó la tarea de conquistar la India. El tipo fue, invadió, mató, conquistó, y un día dio por terminada esa labor. Entonces su segundo, chupamedias como todos los segundos, le dijo que en el futuro ya no tendría tarea alguna a la altura de la realizada. El general le contestó: “Por el contrario, ahora hay que crear la oposición”.

El viejo arte de contar cuentos de fantasmas lo trasmuta el arte de la política a la hora de contar con un rival conveniente. Dicen los viejos sabios que el boxeador experimentado sostiene con el hombro al rival a punto de caer, lo sostiene y no lo noquea por amor al brillo del espectáculo. El rival conveniente es el sueño del político experimentado que construye un enemigo a la altura de su golpe para que el espantajo de una oposición verdadera no lo obstaculice en su tarea de gobernar como se le da la gana.

Según se dice, Alfonsín sostuvo y hasta financió parte de la campaña de Menem en su interna pejotista contra Cafiero: el radical creía que en las presidenciales un patilludo extravagante y provinciano sería más fácil de vencer que un peronista histórico, cajetilla y atildado y con mejores credenciales, y en el fondo más parecido a él. Recordemos cómo le fue.  

Así también se explica que en su momento Kirchner sacara de la galera la candidatura de Filmus y dividiera sus fuerzas con las de Telerman, facilitando así que la Ciudad quedara en manos de Macri: un opositor sin pergaminos ni experiencia en la política, alguien que prometía como solución a los problemas del país, las fórmulas del ajuste que acababa de incendiarlo. Con esos fuegos sueña ahora la “resistencia K”, con la intención de volver negando su derrota frente a aquel al que le tendieron una alfombra roja para que empezara su carrera triunfal.