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Políticos y empresarios

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La capacidad para observar lo que ocurre en profundidad no les ha sido dada a los responsables de la conducción de cualquier ámbito de nuestra compleja organización y, por reflejo, al resto de nosotros. La ausencia de compromiso con el largo plazo impulsa nuestro comportamiento.

Aquí se inscribe la comunicación de la flexibilización del cepo con devaluación. Defensiva y sin extenderse en la explicación de su significado, dentro de la estrategia del equipo económico, que supongo la tiene, omitió mostrarnos qué papel desempeñará en un futuro amplio.

Sí apareció la crítica al empresariado y su falta de colaboración, por ser “nocivos y especuladores”. Táctica que poco rinde aplicada por una categoría (los políticos) ubicada al final de la tabla de los niveles de confianza de la población, sólo superada los sindicalistas.

Cualquier cosa puede decirse de los empresarios, quizás más confiables que los políticos, por menos expuestos. Constituye una categoría vacía de contenido en la que puede alojarse cualquier tipo de atributo. En los estudios de opinión a la población le resulta difícil decir algo acerca de ellos, quiénes son, qué hacen; qué significa su existencia. Todo discurso del habitante medio se reduce a anécdotas personales (“trabajo en una empresa”, “mi marido trabaja”). El mundo empresarial en la Argentina ha hecho escasísimos esfuerzos por definirse como actor social. Sólo surge la “creatividad institucional” frente al fantasma de la licencia social para operar, cuando ya las papas queman o las manos están achicharradas y el tubérculo hechos cenizas.

Por eso, nuevamente, el Gobierno produce un cambio esperado durante una etapa de gran debilidad con nula explicación, casi enojado y llenando de reproches a un actor escasamente definido en el imaginario social por propio desinterés.


*Politóloga.