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MALAS CONDICIONES EN SALUD

¿Por qué matan la vocación?

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La realidad sanitaria de la Argentina y la tendencia de algunos indicadores señalan que el país no cumplirá los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas. Se trata de ocho ambiciosos objetivos y 21 metas cuantificables. El número cinco se propone “mejorar la salud materna”.

Lograr, o cuando menos acercarse, a ese logro sólo será posible con dos pilares básicos: definir y motorizar un profundo reordenamiento del sistema de salud y mejorar la calidad de formación y acción de los profesionales médicos. Respecto del primer punto, los sistemas de prepago y de la seguridad social, basados en la asistencia de profesionales de salud autónomos, insisten en mantener un sistema obsoleto con énfasis en el tratamiento de pacientes internados con patologías agudas, en lugar de cuidados continuos, preventivos, de recuperación y domiciliarios. Respecto del segundo eje, mucho queda por hacer.

La motivación que lleva a los obstetras y ginecólogos a cuidar de la salud de las mujeres es un sentimiento intrínseco y una vocación que, por factores relacionados con la organización y actitudes de las empresas financiadoras, llevan al desaliento. Se afecta la productividad y la eficiencia, bloquea el trabajo en equipo y la toma de responsabilidades, alterando un comportamiento moral y ético.

Y parte de esa motivación está en función del honorario, la carga y condiciones de trabajo. En este sentido, estamos mal pagados y así, en lugar de preocuparnos por la formación y por los pacientes, nos preocupamos por los honorarios y la estabilidad. El sistema de prepagos y el de la seguridad social experimentan frecuentes fusiones, cierres, cambios de propietarios y carecen del adecuado control del Estado. No hay continuidad laboral, protección contra acciones arbitrarias de gerentes, coberturas de seguro de salud ni de jubilación.

Otro factor de desaliento es la falta de crecimiento o categorización institucional. Un obstetra experimentado, después de muchos años trabajando para la misma financiadora recibe el mismo honorario que un joven especialista recién incorporado.

Por ello, los médicos se ven obligados a poner en marcha mecanismos de “sobreadaptación”: reducción del tiempo de atención, guardias extenuantes, situaciones de trabajo en riesgo por falta de tecnología o personal indispensable, aceptación de las relaciones de dependencia encubierta y atención en lugares inadecuados. Obviamente, todo esto aumenta enormemente los riesgos de una mala práctica, además de conducir a daños graves en la salud física y emocional, y a un empobrecimiento del vínculo y la calidad de atención de los pacientes.

Así el sistema de salud argentino es capitalista a ultranza, pero quiere tener médicos más proletarios que los países socialistas. Todo interfiere con el deseo y posibilidades reales de dar cuidados de alta calidad y creatividad a sus pacientes. Una encuesta reciente realizada por Sogiba reveló que el 97% de los obstetras y ginecólogos opina que las condiciones generales de trabajo son de regulares a muy malas y, además, la mitad consideró que empeorarán en el futuro.

En este marco, Sogiba trabaja por lograr un honorario ético mínimo común al de las entidades que contratan tocoginecólogos y sobre un nomenclador para todos los sistemas en los cuales se desarrollan sus actividades (público, privado, obras sociales, prepagos y seguros de salud). ¿Es posible que por una consulta médica se perciban apenas cuarenta pesos en promedio y que la asistencia en un parto o cesárea signifique 800 pesos como retribución al profesional, su ayudante e instrumentadora?

Por otra parte, Sogiba reclama que las empresas financiadoras de salud den oportunidades de entrenamiento y desarrollo, promoción y categorización institucional y exige que sólo los especialistas acreditados por Sogiba luego de rigurosos exámenes de actualización quinquenal sean quienes integran las cartillas de la especialidad.


*Presidente de la Sociedad de Obstetricia y Ginecología de Buenos Aires.