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econOMISTA DE LA SEMANA

¿Quién dijo que iba a ser fácil?

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Van siete meses del gobierno de Mauricio Macri y, antes de evaluar cuán bien (o mal) se han hecho las cosas hasta aquí, resulta imprescindible tener muy en claro desde dónde arrancó la actual administración. Sin una correcta descripción del punto de inicio, es imposible hacer una evaluación de lo hecho hasta aquí por el nuevo gobierno. Y el punto de inicio era muy, muy malo.
Más allá del manifiesto deterioro institucional, el kirchnerismo dejó una economía en recesión, con alta inflación, con destrucción de empleo formal privado, con cepo cambiario, en default, con aumento de la pobreza y de la indigencia, con una distribución cada vez menos equitativa del ingreso, con caída de las exportaciones y las importaciones, con un gasto público récord y un histórico déficit fiscal, con un gigantesco desequilibrio comercial energético y con un Banco Central prácticamente sin reservas netas. Y lo anterior es sólo un breve resumen.
Esto es lo que recibió en materia económica el actual gobierno cuando llegó al poder, allá por diciembre del año pasado. En este marco, el Gobierno quizá tendría que haber insistido mucho más en transmitir con insistencia y claridad este mensaje a la sociedad, tanto a aquella porción que los votó, como a aquellos que no lo hicieron (muchos de los cuales siguen pensando, equivocadamente, que la economía no estaba tan mal hacia fines de 2015).
Ahora bien, más allá de la estrategia elegida para explicar (o no) la herencia económica recibida, lo cierto es que, dado el estado en el que había quedado la economía hacia fines de 2015, las correcciones eran inevitables. En particular, la suba de tarifas es en el fondo una decisión progresiva, que intenta poner fin a una política sumamente regresiva que estuvo vigente durante una buena parte del kirchnerismo. Y que estaba asociada a financiar el bajo precio de la energía y del transporte a casi todos los habitantes del área metropolitana de Buenos Aires a costa de un profundo déficit fiscal, fuerte emisión monetaria y altas tasas de inflación, afectando muy especialmente el poder adquisitivo de los estratos sociales más bajos (los que, sin dudas, más sufren la inflación), no sólo del área metropolitana, sino de todo el país.
Otra discusión son los errores de implementación, que los hubo y muchos, y que por tanto deben ser subsanados rápidamente. Pero los errores de implementación o de comunicación que pudieron existir no deben oscurecer el fondo de la cuestión, que es que los que menos tienen no deben seguir financiándoles, vía déficit fiscal e inflación, la energía y el transporte barato a las clases más altas que habitan el área metropolitana de Buenos Aires.
Por otro lado, y aunque cueste mucho creerlo, lo que estuvo haciendo hasta aquí el gobierno de Macri es una corrección gradual. Sí, los aumentos tarifarios que vimos durante los últimos meses resultan la alternativa gradual para solucionar el profundo desequilibrio que dejó la anterior administración en materia tarifaria, en particular, y de energía y transporte, en general. Para demostrar esto alcanza sólo con ver un par de números. El precio minorista de la energía cayó, en promedio, entre diciembre 01 y diciembre 15 un 86%. O, puesto de otra forma, durante esos catorce años, mientras que el costo de la canasta de bienes y servicios que consume un argentino medio se multiplicó por 14, el precio minorista de la energía se multiplicó sólo por 2. Esto explica por qué, aun con el nuevo cuadro tarifario, todavía estamos lejos de cubrir la totalidad de lo que cuesta llevar la energía a los hogares, y también por qué nuevos e importantes incrementos serán necesarios en algún momento del futuro mediato.
También queda mucho (muchísimo) por hacer en materia fiscal, para reducir el desequilibrio de las cuentas públicas, y en materia cambiaria, para lograr niveles de competitividad más elevados. En cuanto a esto último, y dados los niveles de productividad vigentes, al precio actual del dólar en la plaza doméstica la mayoría de los sectores transables (asociados a la exportación y/o a la sustitución de importaciones) enfrenta restricciones para crecer, salvo los exportadores de productos primarios y agroindustriales que, además de la devaluación, se vieron beneficiados por una fuerte reducción de las retenciones a la exportación.
La buena noticia es que, al menos en materia económica, lo peor de 2016 ya pasó. Más aún, es muy probable que se viva un “veranito económico” entre fines de este año y principios de 2017. Hay varias razones que le dan sustento a la anterior afirmación. Desde el impacto positivo que tendrá sobre el poder adquisitivo de amplios sectores de la sociedad la combinación de desaceleración inflacionaria y ajuste salarial post paritarias hasta la reducción de las tasas de interés, el mayor impulso fiscal (principalmente vía jubilaciones y obra pública), la dinámica expansiva de los sectores primarios y agroindustriales de cara a la campaña 2016/17 y los efectos esperados del blanqueo (aun cuando éste no termine siendo lo fenomenalmente exitoso que muchos en el mercado auguran por estos días).
Pero, atención, que “veranito” no es sinónimo de crecimiento económico sostenido. Aun cuando la situación económica empiece a mejorar, lentamente, hacia fin del año, las perspectivas de crecimiento de mediano/largo plazo de Argentina seguirán limitadas por una serie de factores internos y externos. Entre dichos factores se destacan: 1. La persistencia, en mayor o menor intensidad, de varios de los desequilibrios macro heredados del kirchnerismo (desde el déficit fiscal hasta el atraso cambiario y tarifario). 2. Una baja productividad sistémica. 3. Una escasa predisposición al ahorro interno de mediano/largo plazo en moneda nacional. 4. Un marco regulatorio enmarañado. 5. Un contexto regional y global caracterizado por una baja tasa de crecimiento y por una elevada volatilidad social, política e institucional.
En resumen, y para concluir, se puede discutir la intensidad (a algunos les hubiese gustado ir más lento en algunas cuestiones, y a otros incluso más rápido) y la forma en la que el Gobierno implementó algunas medidas. Pero teniendo en cuenta la situación heredada, no se puede discutir ni la necesidad ni la dirección de las políticas llevadas a cabo hasta el momento. Es más, y tal cual vimos a lo largo del artículo, el Gobierno ha hecho hasta acá sólo una parte de lo que hay que hacer para solucionar la enorme cantidad de desequilibrios y problemas heredados de la administración anterior. Por lo tanto, mucho más queda por hacer hacia adelante, en pos de seguir recorriendo el largo camino que aún queda para lograr el objetivo de que Argentina vuelva a ser en algún momento un país normal.