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¿Quién va a ganar mañana?

¿Y si fuese el antiperonismo, más aun que el peronismo, la gran pasión política argentina: la más persistente, la más irreductible, la más proclive al fanatismo, la más rotunda, la más encarnizada?

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¿Y si fuese el antiperonismo, más aun que el peronismo, la gran pasión política argentina: la más persistente, la más irreductible, la más proclive al fanatismo, la más rotunda, la más encarnizada? Conocemos esa antinomia, nacida en los años 40; conocemos su efecto retroactivo, que la hace existir ya en el siglo XIX (con Rosas o contra Rosas); conocemos su vigencia actual, queriendo hacer que todo (absolutamente todo) siga pasando por ella. Conocemos su esquemita binario; conocemos sus tonos, sus gestos, sus vehemencias.

A veces doy en pensar, sin embargo, que el antiperonismo no es necesariamente la antítesis del peronismo, sino más bien, y tanto más, su complemento (sus sueños feroces de aniquilación total no hacen más que alimentarlo, que validarlo). ¿Y si fuese el antiperonismo una parte del dispositivo peronista, trabados ambos en una relación, si se me permite decirlo así, dialéctica? (pero dialéctica sin superación, por el momento, eso está claro).

Por ejemplo: sé de algunos que hinchan con total fervor por Messi solamente porque asocian a Maradona con el kirchnerismo, y deciden contrarrestarlo así. ¿Se puede ser tan básico? Sí, se puede. ¿O acaso no se repartieron, alguna vez, los dos polos de esta antinomia, a Prada y a Gatica? (pero Prada, no hay que olvidarlo, era peronista también. Como Gatica).

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Hay algo en el peronismo que me atrae: el desborde fervoroso de la adhesión popular con que cuenta. Y hay algo en el antiperonismo que me interesa: tienen a Borges. Pero a Borges lo leo, lo leo siempre, y eso me basta. Lo otro, en cambio, es más arduo, más complejo, más incierto. Desde aquel número doble que la revista Contorno dedicó al tema en 1956, se busca desarmar críticamente los términos de esta bipolaridad.

Unidos por su propia división (por ella, más que a pesar de ella); están tan seguros de componer un todo (un mismo todo) que, según he leído en las redes, a los que no encajan en su par dicotómico los denominan así: “Corea del Medio” o “Corea del Centro”. Tan seguros están del carácter integral de su espejeo interdependiente que a las otras posiciones posibles sólo logran verlas de este modo: como un estar “entre” ellos.

En este sentido, los más diversos encuestadores coinciden en sus vaticinios para la jornada cívica que viviremos mañana los argentinos. ¿Quién va a ganar? Va a ganar Corea. Corea, sí. Una vez más.