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Refutación al Gobierno

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El ahorro es una actitud y todo recorte suma. Obvio que si se compara cada ítem individual contra el conjunto del déficit fiscal, este parece insignificante. Pero la casi totalidad de lo que menciona el secretario de Presupuesto, Rodrigo Pena, en un reciente artículo debe recortarse y aun mucho más. La Argentina conserva la ilusión infantil de que será salvada por el exterior de su caos, de que podrá continuar siendo la “buenuda” de Latinoamérica con su sistema de vida por completo inviable y deficitario, y llegarán miles de millones de dólares desde China, o grandes inversores europeos, japoneses y estadounidenses a instalar sus empresas en nuestro país. ¿Con tales impuestos, con semejantes sindicalistas y leyes laborales, tan a trasmano del mundo, con la tercera inflación más alta del planeta, con un sistema energético que colapsa ante un intenso calor o mucho frío, con un ajuste tarifario de proporciones aún pendiente, con un dólar atrasado y nichos de corrupción escandalosos?
El secretario omite cuestiones básicas como el aumento del impuesto inmobiliario rural en 50% –en fatal coincidencia con la peor sequía en cuarenta años– y también del inmobiliario urbano. Tampoco menciona el soterramiento del tren Sarmiento, una obra colosal y por completo innecesaria de 3 mil millones de dólares de costos pautados. Serían muchas las cuestiones puntuales a discutir, como las playas de verano en Capital de Rodríguez Larreta o las frutas que compra mes a mes Marcos Peña para los trabajadores de su ministerio, pero no harían al objeto del debate de fondo, que es el cambio de cultura social en la Argentina. Deberíamos volver a la Constitución de 1853 o incluso menos intrusiva, al eliminar por ejemplo el sostenimiento de la Iglesia Católica. No pueden venir más estudiantes extranjeros a nuestras universidades sin pagar al menos cien dólares por mes, y nadie podrá hacerse tratamientos en hospitales públicos sin pagar la totalidad del costo. También debería reformarse la bienvenida a todos los que quieran habitar el suelo argentino, ya que lamentablemente tendremos que devolver a sus países a millones de habitantes, tal que los millones de beneficiarios de planes tomen sus puestos de trabajo. Cualquier persona que recorra Buenos Aires y las grandes ciudades del interior encontrará extranjeros en puestos de estaciones de servicio, seguridad, heladerías, venta de ropa, estacionamientos, hoteles y hasta remiserías.
Cada municipio importante debe organizar una oficina de empleo y el Estado, desarrollar un seguro de desempleo muy bien pago, de la cuarta parte del sueldo al momento del despido, como contrapartida a desalojar del Estado nacional, de las gobernaciones y las municipalidades a varios miles de trabajadores. Deben reformarse las leyes laborales para facilitar la toma de empleados y el despido de los mismos. Se equivocan Tomás Abraham, Sergio Massa y otros en que debe existir un sindicalismo fuerte para proteger el empleo. ¿En qué país rico y desarrollado del mundo existen sindicatos monstruosos y gremialistas farabutes como en el nuestro?
Deben buscarse créditos del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, la Corporación Andina de Fomento o de donde sea, ingresar el dinero efectivo en el Banco Central y establecer una convertibilidad con el peso a un valor sustancialmente mayor que el actual. Y privatizar todas las empresas en manos del Estado. Este mismo gobierno debe tomar conciencia de la economía de guerra que se necesita y dar vuelta muchas de sus políticas. Eliminar el impuesto al cheque, ingresos brutos, bienes personales, reducir el IVA al 15%, Ganancias al 20%, las retenciones a la exportación y, por otro lado, elevar el mínimo no imponible a 200 mil pesos para sueldos y jubilaciones.
¿Suena ilusorio e irreal, secretario Pena? ¿Y hasta cuándo cree usted que el mundo nos financiará el despilfarro? Persistimos en la creencia de que se puede gastar más de lo que se recauda eternamente, pidiendo prestado. Esto también lo hemos vivido y siempre termina mal. Justamente cuando se corta el financiamiento. ¿Cuánto falta para que ocurra esta vez? Resulta obligación del que gobierna ver el futuro, prepararse para la contingencia, evitar lo que no pudimos evitar en el pasado.

*Ex directivo de Ambito Financiero.