COLUMNISTAS

Retórica K

La verdad es la sorpresa es una de las leyes del espectáculo, donde la prohibición es aburrir. Cristina y Kicillof sonríen cómplices en una de sus actuaciones.
| Cedoc

Para entender a Cristina Kirchner y a Kicillof, primero hay que entender la lógica del espectáculo. Que vale no sólo para Tinelli, sino también para Carrió, Lanata, los políticos y el Papa. Lo fundamental es llamar la atención, con las herramientas de las que cada uno disponga en cada momento, pero llamar la atención. Después se evalúa la destreza con esas herramientas y el abuso de lugares comunes, que pueden ir desde tatuarse todo el cuerpo a adoptar a una muñeca como la República, vestirse con trajes a cuadros amarillos, comer con los empleados del Vaticano en su mesa o denunciar a los Estados Unidos ante la Corte de La Haya.

Que personas muy inteligentes y destacadas apelen a algunas formas de llamar la atención que puedan parecer obvias revela la importancia que tiene sobresalir todo lo que se pueda para mantener ligada a una audiencia muy amplia. En la ley del espectáculo, la mayor prohibición es aburrir (igual a dejar de existir), y la verdad es la sorpresa.

Los que entienden las leyes de la economía, pero no las del espectáculo, no comprenden la dirección actual de los acontecimientos. Sus pronósticos se basaban en un gobierno que se reconciliaba con los mercados financieros internacionales para poder volver a endeudarse y cruzar su último año sin grandes ajustes. Y, si le pagó a Repsol 6 mil millones de dólares por el 51% de YPF y acordó pagar casi 10 mil millones al Club de París, no iba a estropear todo su plan por no pagar los 1.300 millones que el fallo de Griesa les otorgaba a los fondos buitre.

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Los mismos pronósticos ayudaron a que los bonos de la deuda argentina no se desplomaran ante la inminencia del default. Algo que el Gobierno aprovechó manteniendo el suspenso durante las negociaciones hasta el vencimiento del pago de la deuda el 30 de junio y, luego, al vencimiento del período de gracia el 30 de julio, ganando así dos meses (ahora le quedan 16 meses hasta diciembre de 2015). Y, cuando ya se hizo evidente que el 30 de julio no pagaría, un sector del propio Gobierno infló lo que Kicillof luego denominó “un sketch de Telecataplum” (anacronismo usado para empatizar con la generación de la Presidenta) dándole pista a Jorge Brito para que saliera a proponer un salvataje de los bancos argentinos y mantener siempre una ilusión de acuerdo, no muy lejano, que tranquilizara al mercado financiero volviendo a ganar tiempo.

Esto mismo podría motivar los rumores posteriores sobre que bancos extranjeros comprarían el juicio a los fondos buitre porque al tener muchos bonos de la deuda argentina perderían más con la desvalorización de estos bonos ante un definitivo default que pagando la sentencia de Griesa por 1.300 millones de dólares y luego cambiándolos por 300 millones de bonos que ingresen al canje de deuda.

Sería lógico pensar que, aunque no pudieran absorber esa pérdida de mil millones de dólares, igual les convendría mantener los rumores de que están interesados en negociar con los fondos buitre, así sus propios bonos tardarían más en bajar. El mundo financiero a veces también tiene componentes de espectáculo.

Hay espectáculos de diferentes calidades: una película de Hollywood puede invertir en preproducción planificando al detalle cada movimiento con gran anticipación. En el otro extremo está el payador que improvisa con lo que haya, técnica en la cual Tinelli demostró ser “special master” instalando a Insaurralde.

Trescientos años antes de Cristo y en una Grecia cercada por problemas políticos, Aristóteles definió la retórica como “el arte de extraer de cualquier tema el grado de persuasión que comporta, y la facultad de descubrir especulativamente lo que puede ser adecuado para persuadir”. Aristóteles, comprendiendo que la mayoría de la gente no podía seguir las argumentaciones de la ciencia, promovía una retórica responsable al servicio de persuadir tanto de lo bueno como del cambio de posición sobre lo malo.

Igual que en el espectáculo, también hay distintas calidades de retórica. El semiólogo francés Claude Bremond, en Investigaciones retóricas, identificó el rol del influenciador con tres móviles: el hedónico (asociado a la seducción), el ético (asociado a la obligación) y el pragmático (asociado al consejo). Sin mucho esfuerzo, se podría relacionar la retórica hedónica al populismo, la retórica ética al republicanismo y la retórica pragmática a los independientes.

La retórica K, de todas, es la más asociada con el espectáculo; Mirtha Legrand había dicho que Cristina Kirchner era una gran actriz. Quizás esa simple observación personal ayude a entender mejor las decisiones actuales que la lógica económica.