COLUMNISTAS
alemania

Schultz, un calco de Merkel

El líder del partido socialdemócrata decidió hacer una campaña sin imaginación ni mensaje claro, favoreciendo las expectativas electorales de la actual canciller.

13_08_05_12_Martin-Schulz-merkel
Parecidos. Schultz y Merkel, los dos principales candidatos. | AFP
De ser la nueva esperanza socialdemócrata a caminar Alemania como un burócrata más de partido. De ilusionar a jóvenes con discursos emotivos a describir los tecnicismos de un programa electoral. De soñar con ser canciller a poner condiciones para ser el compañero de coalición de Merkel. Este es el camino que recorrió Martin Schulz (SPD) durante el último medio año. Hoy es imposible entender la campaña electoral de su partido. Básicamente esto tiene una razón fundamental: no hay mensaje. Aquí, algunas de las causas.

1) No hay posicionamiento. Desde hace tiempo el Partido Social Demócrata tiene un grave problema de posicionamiento y diferenciación de su competidor directo: la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Angela Merkel. La idea de que SPD y CDU son lo mismo ha crecido en los últimos años como nunca antes. Existe un consenso generalizado sobre la gran cantidad de puntos de acuerdo entre ambos partidos y la inexistencia de divergencias.

Y esto no es extraño si tenemos en cuenta que de los últimos 12 años de gobierno de Merkel, ocho fueron con el SPD como compañero de coalición y los restantes cuatro tuvieron el apoyo de la oposición socialdemócrata en temas clave. Si bien no debería sorprender que exista un solapamiento natural entre los partidos mayoritarios que luchan por ocupar el centro del espectro político, es innegable que esta situación se ha convertido en una cruz para el SPD y en una fortaleza para la canciller.

Más allá de los ataques o reproches de Martin Schulz a Merkel (ver abajo), no se detecta una estrategia para salir de este círculo vicioso. Muy por el contrario, la campaña de Schulz ha ido de mayor a menor en términos de intentos de diferenciación respecto a la CDU. De hecho, varias actitudes del candidato socialdemócrata denotan una tendencia a reeditar una gran coalición.

2) No hay creatividad. Cuando los números de Schulz en las encuestas volvieron a los niveles de fines de 2016 (22%), el candidato socialdemócrata salió a criticar fuertemente a Merkel. Dijo que la forma de hacer campaña de Merkel hería al sistema democrático en tanto y en cuanto la canciller no presentaba debate ideológico en el espacio público. Un reproche producto de un silogismo bastante simplista: Merkel no quiere debatir, la democracia se nutre del debate, ergo, Merkel está dañando la democracia. La respuesta de Merkel fue devastadora. El error no es criticar al rival, a su gestión o a sus actitudes. De hecho es algo necesario en función de ofrecer una alternativa superadora. El error es recurrir a la descalificación. Merkel no puede ser culpada de no querer jugar al juego del SPD. No es su problema que Schulz necesite la confrontación para intentar dejarla expuesta.

La gestión de Merkel tiene varios aspectos criticables que la socialdemocracia podría explotar: precarización laboral, falta de respuesta al problema de las pensiones, protección de datos y escuchas, falta de inversión en educación y la lista puede seguir. Algunos de estos temas son, de hecho, mencionados por el SPD en su plataforma electoral y en sus propuestas concretas. Sin embargo, Schulz todavía no fue capaz de convertir alguno de ellos en el motor de su campaña. Nadie sabe bien porqué vale la pena votar al SPD.

3) No hay agenda uniforme. Los temas que el partido socialdemócrata intenta instalar durante la campaña, en especial durante los últimos meses, dan cuenta de la falta de rumbo. No es posible localizar un hilo conductor que trace el perfil del mensaje de Schulz. Turquía y la pelea con Erdogan, el matrimonio igualitario, el manejo del tema refugiados por parte de Merkel, el “Plan Futuro para Alemania”, el apoyo a Macron, el accionar de los ultraderechistas de AfD.

Está claro que un partido mayoritario debe conectarse con variados públicos con intereses diferenciados. Esto repercute en la cantidad de temas que dicho partido debe abarcar para apuntar a superar el tercio de los votos y así pelear por quedarse con la silla del canciller. No obstante, esto no significa que haya que correr detrás de todos los temas de actualidad que la agenda de los medios ubica en el centro del debate de la semana. El SPD parece verse obligado a responder cada cuestión. Y Schulz es el que pone la cara. Así la socialdemocracia desperdicia tiempo y recursos de campaña, diversifica inútilmente su agenda, licúa el mensaje político y se expone a errores o situaciones incómodas que podría evitar.

4) No hay público objetivo. El problema de la agenda tiene una causa que al mismo tiempo es su consecuencia: la falta de público objetivo claro. Al no determinar con quién dialogar, el SPD no consigue la disciplina comunicacional necesaria para tener una agenda relativamente uniforme cuyos temas contribuyan a la construcción y refuerzo de un mensaje. Y al mismo tiempo, dicha agenda extremadamente diversificada le impide encontrar un interlocutor sobre el cual desarrollar una estrategia de campaña eficiente.

En lugar de un público objetivo lo que encontramos son reivindicaciones históricas de la agenda socialdemócrata. El problema con ellas es que, si bien emanan de la base ideológica del partido, no están integradas a un mensaje general de campaña. Así fue como la votación sobre el matrimonio igualitario, aprobado hace algunas semanas por el Bundestag y festejado como una victoria sobre la CDU, no pudo ser capitalizado por el candidato socialdemócrata.

5) No hay emociones. Se puede afirmar que la campaña comenzó cuando el antecesor de Schulz, Sigmar Gabriel, decidió que Schulz fuera el candidato de la socialdemocracia. En aquel tiempo parecía que las elecciones alemanas volverían a ser competitivas. El entusiasmo era enorme, el SPD recibía cientos de nuevos afiliados por semana y el mensaje parecía claro: un hombre nuevo, aunque experimentado, que venía a hablar sobre lo que le pasa al ciudadano alemán, sobre sus preocupaciones, sobre sus sueños. Había llegado un renovador con sensibilidad social, preparado para nuevos retos. Hoy, medio año después, no queda nada de eso.

El discurso de Schulz cambió en contenido y en forma. La crítica vino desde dentro del partido y se extendió a los rivales políticos y a los medios: Schulz sonaba muy bien, pero no tenía contenido. Así fue como el SPD comenzó a arruinar la campaña de su candidato. El hombre con una historia para contar que podía encarnar problemas cotidianos del ciudadano común pasaba a convertirse en un político más. Ya no había frases emotivas que encendían la esperanza.

*Experto en política y comunicación.