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detras de la campaa

Scioli, frente al fuego cruzado

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Daniel Scioli logró un fenómeno inesperado: que  Cristina Kirchner y una parte del círculo de poder empresario y de medios coincidieran en la última semana en cargar contra el candidato oficialista. Las motivaciones fueron diferentes pero los caminos terminaron por converger.

Scioli experimentó por primera vez en su vida el rigor del círculo rojo. Aquellos jugadores del poder que prefieren ver a Mauricio Macri sentado en la Casa Rosada enfocaron como nunca antes las luces sobre las debilidades del gobernador. Ante sus ojos, Scioli ya no cuenta con la benevolencia que disfrutaba cuando era la “esperanza blanca” del universo kirchnerista. Macri aprovechó el respaldo implícito para desgastar a su adversario. La estrategia del candidato del PRO, como los jugadores de tenis que aceptan sus limitaciones, es forzar los errores del adversario antes que anotarse triunfos propios.

Por su lado, los aguijonazos de Cristina Kirchner nacen de su convicción de que las denuncias contra Aníbal Fernández por el tráfico de efedrina fueron habilitadas por Scioli en un intento para correr al jefe de Gabinete de la carrera por la gobernación. Desde funcionarios hasta miembros del sistema de espionaje le llevaron a la jefa de Estado argumentos para que terminara por convencerse de esta idea. Le susurraron una enmarañada trama de nombres y conexiones que van desde un grupo de bingueros de la provincia de Buenos Aires hasta el Servicio Penitenciario Bonaerense, donde estaba alojado el denunciante Martín Lanatta. La jefa del kirchnerismo se abrazó a la teoría como si se tratara de una verdad y, desde entonces, refunfuñó su enojo contra el candidato. ¿Esos informes incluían los nexos entre el propio Aníbal Fernández y otro sector empresario del juego? Difícilmente.

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El grupo kirchnerista que sintoniza con las críticas presidenciales contra el gobernador también elucubra un cálculo curioso. Estima que si Scioli se convierte en el sucesor por una diferencia estrecha de votos, Cristina Kirchner conservaría el liderazgo. A ellos, el candidato envió al salteño Juan Manuel Urtubey a responder. Dijo que el peronismo lo conduce quien “maneja la lapicera”. La historia del peronismo da la razón al salteño con la única excepción, en los tiempos de la proscripción, del fundador del movimiento.

Scioli analizó ayer la forma de relanzar la campaña con más peronismo clásico. Se verá si la fórmula resulta y hasta qué punto sus errores, y  el efecto tenaza entre círculo rojo y kirchnerismo dañó su favoritismo.