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Con más cobertura que sigilo, ex integrantes de la SIDE vienen emprendiendo nuevas-viejas prácticas para ganarse la vida. O bien con el objeto de dar señales políticas de que mejor no hablar de ciertas cosas, para actuar con impunidad. El objetivo de máxima: mezclar ambos ingredientes.

La eyección de Jaime Stiuso del sillón de hombre fuerte de la inteligencia argentina, decidida por CFK casi en el epílogo de su mandato, sacudió el hormiguero. Los trapitos al sol que empezó a sacar el kirchnerismo sobre los manejos de Stiuso, que hasta ahí los había prohijado, revolvieron todo.

Stiuso fue tomando nota y represalias contra todos los que le apuntaron. PERFIL, quien reveló su foto por primera vez, no fue la excepción, a la que se sumaron algunos humoristas de la política para intentar desacreditarnos.

Sería sin embargo un error limitar a Stiuso los movimientos subterráneos de ¿ex? servicios. La AFI macrista pasó a retiro a varios caciques del área, pero reabrió sus puertas a la influencia de personajes con peso en La Casa. Juan José Gallea (tesorero de Sergio Szpolski) y el abogado Darío Richarte (socio de Szpolski y muy cercano a Daniel Angelici) son dos de ellos. Gustavo Arribas, jefe de la AFI y ex manager de futbolistas, jura que esas decisiones correspondieron a Silvia Majdalani, su segunda, y que evaluará en el tiempo si acuerda o no con ellas.

Más allá de la formalidad de armar empresas fantasmas o supuestas agencias y consultoras de seguridad (como informó ayer PERFIL), estos buenos muchachos inciden sobre juzgados federales, organismos públicos de control, despachos oficiales, dirigentes políticos, periodistas y empresarios.
En ese marco, no estarían ajenos a dos recientes movidas de trascendencia política y mediática:

- La decisión de la familia de Lázaro Báez de mostrarse como tiernas palomitas y culpar de todo al supuesto vínculo entre CFK y el juez Casanello, con visita a Olivos incluida (y tapa de Clarín como bonus track).

- La denuncia pública de Carrió contra el jefe de la Policía Bonaerense, ascendido a ese lugar por decisión de Vidal y su ministro Ritondo, con la venia de la embajada de Estados Unidos.

Tras el poder formal que se mueve a la vista, opera un poder real menos visible pero mucho más impune. Allí sabe moverse esta gente. Y lo sigue haciendo.