COLUMNISTAS

Sesgo cognitivo

default
default | Cedoc

La abarcadora encuesta de Ipsos-Mora y Araujo que publica hoy PERFIL es un gran termómetro del estado del país. Así se arranca el año 2014. El punto de partida de una línea que desembocará en 2015 con la elección de un nuevo gobierno. Sorprende que, aun con los cortes de luz, la inflación creciente y la prolongada ausencia de la Presidenta, haya tanta gente que apruebe como que desapruebe la gestión de Cristina Kirchner: exacto 49% en ambos casos. Y a pesar de haber perdido 11 puntos de aprobación sobre su mejor momento del año, en octubre pasado, cuando se conoció su enfermedad, aún esté 2 puntos arriba de hace un año, en febrero de 2013 (ver página 18).

El lector dirá: “No puede ser, si toda la gente que yo conozco está en contra del kirchnerismo”. Un buen ejemplo de cómo el sesgo cognitivo afecta nuestra visión sobre la política. Eso se explica magistralmente en el libro Pensar rápido, pensar despacio, de Daniel Kahneman, actual profesor de Psicología de la Universidad de Princeton, formado en la Universidad Hebrea de Jerusalén, doctorado en la Universidad de Berkeley y Premio Nobel de Economía (aun sin ser economista), por su aporte en la explicación de cómo la forma en que pensamos afecta la economía y la política.

Kahneman es autor de la Teoría de las Perspectivas, donde se analiza cómo nuestra mente, por la ley del menor esfuerzo, tiende a caer en las trampas de los “atajos huerísticos” (huerística viene de eureka: cómo nacen nuestras ideas).

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Kahneman explica que cuando hacemos un cálculo, no sólo trabaja la mente sino que el cuerpo se perturba y aumentan la presión sanguínea y las pulsaciones, mientras los músculos se tensan. Los experimentos en pupilometría cognitiva muestran que a las personas expuestas a una tarea mental exigente se les dilatan las pupilas, las que vuelven a su tamaño normal una vez que resuelven o abandonan el problema.

Como la atención requiere esfuerzo (cognitivo, emocional o físico), tratamos siempre de resolver los problemas de la manera más simple y rápida posible, asociando lo actual con lo cercano, contiguo o similar. El pensamiento superficial nos alcanza a todos en algún campo: “La inteligencia elevada –sostiene Kahneman– no hace a las personas inmunes a los sesgos; debe distinguirse racionalidad de inteligencia”.

Si se nos dice que una comida más su bebida costó 110 pesos, que la comida costó 100 pesos más que la bebida y se nos pregunta ¿cuánto costó la comida? Un número que nos viene enseguida a la mente es que la comida costó 100 pesos. Pero es un buen ejemplo de pereza cognitiva porque si la comida costó 100 pesos más que la bebida, habría costado 110 y más 10 de la bebida totalizaría 120. En realidad, la comida costó 105 y la bebida 5.

La resistencia a aceptar la complejidad podría tener razones adaptativas de la especie porque los estudios demuestran que las personas optimistas (aquellas que ignoran que ignoran) viven más que las pesimistas (aquellas que saben que ignoran).

Huerística afectiva. Algunos conceptos de Kahneman: “Con frecuencia estamos seguros de nosotros mismos cuando nos equivocamos, y es más probable que un observador objetivo detecte nuestros errores antes que nosotros mismos”. “Las emociones como el miedo, el afecto y el odio explican la mayoría de las situaciones en las que la gente se aleja de la racionalidad”. “La gente tiende a evaluar la importancia relativa de ciertos asuntos según la facilidad con que son traídos a la memoria, y esto viene en gran medida determinado por el grado de cobertura en los medios”. “Somos propensos a sobreestimar lo que entendemos del mundo y a subestimar el papel del azar en los acontecimientos. El exceso de confianza es alimentado por la certeza de las retrospecciones (soluciones del pasado)”.
Su teoría respecto del control efectivo que tenemos sobre nuestras decisiones es pesimista. Estamos tan condicionados que ni siquiera nos damos cuenta de que lo estamos.

“Admitir errores siempre es desagradable –explica Kahneman–, las personas tienen una opinión diferente cuando las cosas van bien o mal. Cuando la gente cambia de opinión, olvida cómo pensaba antes. Cuando ya se sabe algo, es muy difícil recordar la situación en la que no se sabía: al descubrir que un político miente, la mente comienza a recordar episodios pasados con ese político y se tendrá la sensación de que ya se sospechaba algo”.

Hay confusión entre experiencia y memoria: si después de haber asistido a una gloriosa sinfonía al final la persona escucha un chillido horrible, olvidará la experiencia agradable que ha tenido y recordará principalmente el disgusto. Hay una prevalencia del final, y los finales dominan el mundo.

La tensión del riesgo. La mayoría de las personas temen los efectos de las posibles pérdidas más de lo que los motivan las alegrías que producirían posibles ganancias. Esto explicaría por qué en los sectores de menores ingresos de la sociedad la afinidad con el kirchnerismo aún se mantiene en grados altos.
Pero no deja de ser lógico: la mayor encuesta sobre la felicidad realizada por Gallup en varios países demostró que la felicidad no aumenta con la mayor riqueza económica, pero sí la infelicidad al cruzar el umbral de pobreza.

“La gente es muy sensible a las presiones y a las consecuencias inmediatas que puedan tener”, agrega Kahneman, porque “los efectos a largo plazo son más abstractos y más difíciles de tener en cuenta”.

A la hora de elegir políticos y votar, hay sociedades que a las que impresionan los líderes que actúan con rapidez; en sociedades más desarrolladas no siempre ese tipo de líderes son los que más impresionan.

“Es sorprendente que la gente vote y que tenga opiniones políticas sobre cosas de las que no tiene ni idea, como la economía. Pero forma parte de nuestra propia naturaleza. El problema es que no sabemos que no sabemos”. Se apela entonces, concluye Kahneman, “al efecto halo”, que emerge cuando “tendemos a atribuir características excesivamente positivas o negativas a una persona basándonos en pistas parciales pero emocionalmente atractivas, lo cual ayuda a explicar por qué el público ama irracionalmente a las celebridades”. Quizá también explique la relación de amor y de odio de distintas partes de la sociedad con Cristina Kirchner.

Para terminar, vale aclarar que conocer acerca de nuestros sesgos cognitivos no impide que nos pasen inadvertidos a la hora de votar u opinar en encuestas tan completas como esta de Ipsos-Mora y Araujo.