COLUMNISTAS
el proceso que se viene

Si hay cambios, que sean en serio y a fondo

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Hablar de Argentina-Irlanda a tres días de ocurrido es casi un atentado contra el sentido común. Está bien que los nuestros ganaron 1 a 0, pero hay varios motivos por los cuales el partido carece de importancia y no tiene ningún valor más que el estadístico.

Sin embargo, hay diferentes operaciones que atentan contra la sana idea de “esperar hasta octubre y recién ahí pedirles proyectos a un grupo de entrenadores”. Con este partido, (ah, terminó 1 a 0, gol de Di María), más uno con España acá más otro con Brasil, existe la sensación, el rumor y hasta alguna declaración en ese sentido, de que si Argentina gana todo, el técnico será Sergio Batista. ¿Está mal que Checho termine siendo el entrenador? La respuesta tiene varias aristas. Lo que no tiene pies ni cabeza es el procedimiento: evaluar a un entrenador por tres amistosos y dejar de hacerlo con entrenadores que ponen la cabeza todos los domingos en las cancha argentinas es, lisa y llanamente, un (otro) disparate.

Batista tiene una muy favor y otra muy en contra para quedarse con el cargo: la positiva es la medalla dorada obtenida en los JJ.OO. de Beijing y lo bien que hizo convivir a Riquelme y Messi. La negativa es que no pudo clasificar al Sub 20 en el Mundial de Egipto del año pasado. Argentina, como todo país de esta parte del mundo, tiene ventaja en esa categoría. Sus futbolistas de esa edad son profesionales consagrados, mientras que en países de Europa o África, por ejemplo, los pibes cumplen el desarrollo más lentamente. Entonces, como sucedió en Canadá, Argentina presentó a Agüero –transferido al Atlético de Madrid en una fortuna– contra chicos de la reserva de equipos checos, por citar sólo un caso. O, como pasó en el Mundial Sub 20 de 2001 jugado en Buenos Aires, el plantel que entonces dirigía Pekerman jugó la final con Ghana. Se impuso claramente, pero hubo una diferencia sustancial entre ambos: los nuestros eran todos profesionales, mientras que de los africanos sólo dos habían debutado en la liga local. El resto eran todos de inferiores. Esta dicotomía se profundiza con el paso del tiempo. Sin embargo, debimos ver por TV cómo Ghana derrotaba por penales a Brasil. No entramos ni al hexagonal final del Sudamericano.

La idea no es “no quiero que Batista sea el entrenador”. Poco importa la opinión del periodista en este caso, sino lo que la AFA haga para elegirlo, los parámetros que tome para la decisión. Es un momento crítico de nuestro fútbol: sus estructuras están dañadas, no hay criterios progresistas, no hay caminos claros, no hay ideas que alienten a pensar en un cambio estructural de fondo. Brasil, por ejemplo, quedó disconforme con Dunga. Entonces tomó el toro por la astas y cambió. Eligió un entrenador del país y trazó un plan que tiene como meta final el Mundial 2014. Es cierto que no deberá jugar eliminatoria, pero no menos cierto es que jugará el Mundial en casa. Y ya sabemos la presión a que serán sometidos para que se suban al lugar más alto del podio.

Sería tan injusto que Batista fuera el entrenador por ganar tres amistosos como no serlo por perderlos. Y más rematadamente injusto sería no ver y estudiar proyectos presentados por técnicos muy capaces que tiene el fútbol nuestro de cada día. Técnicos muy capaces y con una trayectoria más rica que la de Checho. Si Batista llega, que sea porque presentó un plan de acá al Mundial y no porque Messi y Gago le hayan hecho el aguante o porque “es del ‘86” o porque “compatibiliza con Bilardo”. Sabella, Russo, Ramón Díaz, Bianchi, Gallego, Borghi y alguno más que puede estar escapándose de esta lista antojadiza y desordenada tienen la suficiente trayectoria para ser evaluados.

El problema es que quien quiera que llegue, tendrá que convivir con Bilardo y Grondona y eso ya de por sí implica eliminaciones. Bianchi, por caso, no duraría ni un segundo. Entre las intromisiones de Don Julio y la molesta ansiedad de Bilardo, se iría ante el primer cortocircuito. Gallego, otro tanto. Ramón Díaz podría bancárselo un poco más, pero precisaría de resultados inmediato como para conseguir cierto plafond popular masivo. Sabella y Russo son cercanos a Bilardo y gozan de su respeto. El hoy DT de Racing fue su lugarteniente en el Estudiantes ‘82 y Pachorra, uno de sus preferidos, obtuvo un rendimiento óptimo. Ambos fueron llevados a la Selección por Bilardo, pero ninguno de los dos llegó al Mundial ‘86. Sabella quedó pronto fuera de carrera, Russo quedó afuera faltando poquito. El “5” que eligió Bilardo para la gesta en tierra azteca fue Batista.

Si algo no cambia pronto, repetiremos historias poco felices. La gestión Maradona entregó un mentiroso quinto puesto. Pero sabemos que los errores tácticos y estratégicos más una deficiente elección del plantel se hicieron evidentes en la goleada alemana del 3 de julio. Da la sensación (esto es muy pero muy personal) de que Batista –más allá de algunos pocos diferentes nombres– es una continuidad del ciclo anterior. La sensación se agiganta con la presencia de Bilardo en la Dirección General de Selecciones Nacionales que aún no comenzó a ejercer, con la cercanía de Humbertito Grondona y, sobre todo, con la omnipresencia de Julio Grondona.

Pido disculpas por el escepticismo y ojalá dentro de tres meses tenga que desdecirme. Pero las declaraciones de Messi y Gago más las declaraciones falsas de Bilardo a su regreso en Ezeiza más la diaria postulación de Batista me hacen pensar en que estamos ante el más claro gatopardismo. Cambiar algo para que nada cambie.