Interesante actividad esta de buscar un salvapantallas. Una va al título correspondiente, siempre en azul rutilante, y hace clic y aparece un montón de paisajes de todo tipo en los que figuran desde galaxias hasta bacterias. Una vacila: tiene que pensar que va a tener que contemplar por largos días y tozudamente algo más, eso que elija. Finalmente se decide y hace clic en “Diversos” y ¡zas!, acertó. Cientos, miles de casi microscópicos escenarios coloridos y tentadores todos. Una observa, estudia, se impacienta y le dice al índice derecho má sí,0 hacé lo que te parezca, y el dedo va y de nuevo, ¡zás!, hoy es mi día de suerte. El insondable universo se despliega ante los ojos de una que se queda alelada frente a tanta belleza. A la flauta, cómo será ver eso a través del radiotelescopio de... de no sé dónde pero de donde lo tengan, felices (o en algunos casos no tanto) países del otro lado del mundo. Momento, un momento, ahora una se acuerda de haber tenido ya en la pantalla una visión del universo, sí, en la computadora anterior a ésta, en un programa anterior que vaya una a saber por dónde andará también. Cambio de computadora, cambio de programa. Lástima, porque en el anterior había una visión de estrellas de la Vía Láctea sí, esa que usted ve todas las noches de verano, en la que las estrellas ¡se movían! En conjunto, no cada una por su lado.
Era impresionante. Y más impresionante aún si pensamos en que, en efecto, el universo se mueve. Bueno, no sé si se mueve, creo que sí, pero también creo que se dice que tiene movimientos esporádicos, mínimos a nuestros ojos, lentos a nuestra mirada pero terribles cada uno en sí mismo. Me parece, querida señora, creo, estimado señor, que voy a dejar de pensar en el asunto. Me impresiona, ¿sabe? Me basta con que el piso, las rodillas, las circunvoluciones cerebrales, los sueños, los proyectos y el destino se muevan a su voluntad, y no quiero agregar nada más.
